OPINIÓN

Venezuela: Estado fallido

por José Antonio Rivas Leone José Antonio Rivas Leone

Nadie imaginó años atrás que el país podría transitar los caminos espinosos y accidentados que los venezolanos nos ha correspondido recorrer. Mucha agua ha corrido desde 1998, y si bien es cierto que una parte de la sociedad venezolana apostó por un cambio en la figura de Hugo Chávez, no es menos cierto que lo registrado en estos años desdice y se aparta abiertamente con esas promesas y sueños enarbolados en aquel momento, y peor aún, los indicadores, estudios, mediciones y demás en las diversas áreas, rubros, sectores o ámbitos demuestran el fracaso rotundo del gobierno al no haber podido en medio la mayor riqueza e ingreso petrolero en la historia promover desarrollo, progreso y convertir a Venezuela en el país latinoamericano con mejores indicadores, calidad y expectativas de vida  entre otros.

El camino se torció arrancandito la llamada “revolución bolivariana” cuando comenzamos a experimentar ensayo error expropiaciones, ocupaciones no sólo de fundos, predios, empresas, fábricas, sino además inauguramos una forma populista, improvisada y discrecional de gobernar, entre ellas una fulanas misiones y grandes misiones que manejaron infinidad de recursos con logros hoy cuestionables; sin duda alguna se gobernaba sin una ruta clara, sin planeación ni planificación y objetivos loables, claros y definidos, por ejemplo, aumentar nuestro PIB, mejorar drásticamente nuestra salud preventiva y curativa, fortalecer el bolívar, aumentar nuestras reservas, consolidar un piso y seguridad jurídica que permitiera grandes inversiones multilaterales, dinamizar el sector público haciéndolo más eficiente y competitivo en ciertas áreas, continuar en un proceso de expansión, dotación y fortalecimiento de nuestras universidades como grandes responsables del desarrollo nacional, creación de talento humano y ascenso social en vez de improvisar experimentos educativos unido a un proceso de modernización en todas las áreas en sintonía con el desarrollo tecnológico a escala planetaria.

De las áreas “sagradas” que tiene una sociedad son la salud, la educación, la seguridad, entre otras. En Venezuela se ideologizaron y se partidizaron las mismas, desnaturalizando precisamente áreas medulares, de transcendencia e impacto por la función que cumplen en un país y sociedad en pleno siglo XXI. Y como si fuese poco el militarismo fue como una especie de pandemia o antecesor del coronavirus, el militarismo cundió y se apoderó de empresas del Estado, gobernaciones, institutos, embajadas y consulados, industrias básicas, BCV, ministerios y para usted de contar.

La presencia militar ha sido un rasgo definitorio de estas dos décadas que revela no sólo la propensión del régimen de militarizar lo civil, sino la ausencia y no creencia en partidos políticos como entes de mediación, canalización, representación y ejercicio de poder, y por supuesto de instituciones diversas que cumplen labores de control como el parlamento, cámaras, y otros. De tal manera que el crecimiento sostenido del estamento militar y la ocupación de espacios netamente pertenecientes al ámbito civil ocurre en detrimento de la democracia, de la Constitución en algunos casos y, claro está, de la ciudadanía. Tanto así que se habla de que Venezuela se convirtió en un gran cuartel.

En nuestra historia contemporánea y constitucional no cabe la menor duda de que la Fuerza Armada Nacional han sufrido un proceso de mutación, transformación y reordenamiento, entre lo que fueron las mismas a partir de 1958 y su expresión en la Constitución de 1961, y lo que han sido en la actualidad y su expresión en la Constitución de 1999, y de manera especial en estos años en los que registramos su alteración como institución hoy desdibujada al prácticamente colocarla en una multiplicidad de funciones no tradicionales, además de no cumplir paradójicamente con el resguardo de la soberanía y territorio.

Sostenidamente hemos registrado un fortalecimiento del sector pretoriano (militarismo de izquierda) evidenciado en diversas medidas impulsadas por el presidente Hugo Chávez Frías con la modificación de la Ley Organiza de las Fuerzas Armadas Nacionales y continuada hasta nuestros días con Nicolás Maduro, decisiones y ejecutorias que afectan la puesta en práctica de nuevos manuales revolucionarios para la FAN, la creación de las Unidades de la Reserva Nacional y Zonas de Defensa Integral, una enorme cantidad de militares activos o en condición de retirados ubicados en cargos de altísima responsabilidad en la administración pública y el Estado, entre ellos gobernadores, ministros, embajadores, cónsules, presidentes de institutos autónomos, corporaciones y otros.

Venezuela ha comenzado a ser caracterizada como un Estado fallido, frágil y forajido. Hace unas décadas algunos politólogos, internacionalistas y juristas principalmente, hablaron del Estado fallido como una categoría o tipo de Estado caracterizado por la ineficiencia, la imposibilidad de proveer bienes públicos, satisfacer demandas de su población y garantizar derechos, mantener el control y ejercer su soberanía en el marco de su territorio entre otras funciones que al no ser cumplidas con éxito se traducen en amenazas para sus ciudadanos, para los países vecinos, e incluso, para la comunidad internacional por los flagelos que al interior se dan y que pueden afectar el contexto internacional.

Para Herman y Ratner (1992- 1993), el concepto “Estado fallido” hace referencia a aquellos países cuyos Estados han perdido la capacidad de controlar el monopolio de la fuerza y la eficacia en proveer a su población los bienes públicos imprescindibles. Estos, para superar su condición, deben obtener ayuda de la comunidad internacional.

Siguiendo la tipología de Ana López (2011) tendríamos dentro de los rasgos o características del Estado fallido a:  1. El rompimiento del orden legal-constitucional, al perder el Estado el monopolio legítimo de las armas y su degeneración en la incapacidad de brindar seguridad a sus ciudadanos, pudiendo derivar en la propia represión hacia estos.  2. La incapacidad de dar respuesta a las necesidades básicas de su población, al no proveer bienes públicos y condiciones de bienestar, bajo un manejo deficiente de la actividad económica. 3. La ausencia de una institucionalidad consistente y reconocible, capaz de representar al Estado ad intra ante su población y ad extra hacia el exterior. 4. Derivadas de las anteriores condiciones, emergen y se reproducen organizaciones armadas, mafias, guerrillas, paramilitares, señores de la guerra etc., quienes desafían el monopolio estatal de la fuerza y operan, generalmente, en sustitución del Estado.

De acuerdo con la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico una región o estado frágil tiene capacidades débiles o limitadas para llevar a cabo funciones básicas de gobernanza y carece de capacidad de desarrollar relaciones mutuamente constructivas con la sociedad. Las regiones o estados frágiles también son más vulnerables a shocks internos o externos como son crisis económicas o desastres naturales. La fragilidad se refiere a una amplia gama de situaciones signadas por países en guerra, contextos de reconstrucción, crisis humanitarias y naturales, situaciones de extrema pobreza.

Los indicadores de fragilidad y vulnerabilidad ayudan a categorizarlos. 1.- Indicadores políticos que incluyen la deslegitimización del Estado, deterioro progresivo del servicio público, amplias violaciones de derechos humanos, aparatos de seguridad que son un “Estado dentro del Estado”, la emergencia de élites agrupadas en facciones y, la intervención de otros estados o factores externos. (Véase Faes y Sebin, Cuba, Rusia, Irán, etc); 2.-Indicadores sociales que contienen presiones demográficas, movimiento masivo de refugiados y pueblos internamente desplazados, legado de enfrentamiento entre grupos que buscan venganza, fuga humana sostenida y crónica, bienestar y calidad de vida; 3.- Indicadores económicos que cubren desarrollo económico inequitativo, hiperinflación, destrucción del poder adquisitivo afectando a grandes sectores de la población; 4.- Indicadores ambientales que reflejan el riesgo de desastres generados por fuerzas naturales y/o interacción entre la dimensión ambiental y las actividades humanas. (Véase Arco Minero)

Venezuela viene sufriendo un deterioro progresivo en muchos órdenes y niveles. Haciendo una interpretación del “Fragile States Index. The Fund for Peace” sobresalen claras situaciones e indicios para caracterizar al país como un Estado frágil entre ellos, la inestabilidad política, el vertiginoso deterioro económico, la ilegitimidad del Estado, y la incapacidad estatal para garantizar educación, atención médica, y una adecuada infraestructura de servicios y comunicaciones. Además, Venezuela exhibe una situación nunca antes vista referida a que el Estado ya no ostenta el monopolio del uso legítimo de la fuerza o su actuación e injerencia está ampliamente disminuida dada la proliferación de grupos armados, y una multiplicidad de acciones y conductas no registradas antes, y que expresan parte de los retrocesos experimentados en estas dos décadas donde el país debió registrar una historia diferente de progreso, desarrollo, crecimiento económico y humano. Todos los sectores estamos obligados a promover un cambio, a promover un diálogo social de gran amplitud que permita la recuperación de ese país extraviado y desvertebrado en que convirtieron a Venezuela.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: rivasleone@gmail.com