El 10 de enero termina el período presidencial el gobernante venezolano y empieza su reemplazo. El 20 de enero termina el de Estados Unidos y por tanto puede actuar frente a los dos venezolanos.
Si no hay desinformación, puede ser cierto que el venezolano está siendo visitado por un alto funcionario de Putin (lo que enreda).
El gobernante de Estados Unidos no parece dispuesto a un embrollo para tumbar al venezolano. Esto deja abierta la puerta para que Trump actúe frente a un nuevo gobernante venezolano.
Pero no es descartable que el presidente Biden haga un «topo a todo» que lo haga mejorar en vez de hundir. En este caso el barullo puede resultar más tolerable, porque si Trump nombra como secretario de Estado al senador cubano
americano Marco Rubio, eso va a ser un «sálvese quien pueda» para Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Sin embargo, el mundo de Trump es imprevisible, hasta el punto de estar provocando alternativas de seguridad nunca realizables fácilmente en Estados Unidos, como las provisiones para neutralizar alguna intrepidez de Trump que sea más peligrosa que benigna.
Lo que hay en el tapete internacional es para el manejo de los poderosos. Y en esto los venezolanos tenemos que estar claros, particularmente los miembros de las fuerzas armadas, de cuya certeza todos los demás debemos confiar, siempre que ellos actúen como deben actuar. Y solo como venezolanos ellos deben actuar, a sabiendas de nuestro papel petrolero que es clave para Estados Unidos (sin perder de vista el interés nuevo de Brasil como reciente productor de petróleo que no le importa si Venezuela se derrumba, particularmente con un lelo cínico).
En estos momentos a toda diatriba doctrinaria hay que hacerla suspender.
Venezuela primero.