Si tratamos de ubicar el germen de la complejidad en la existencia actual de una confrontación de buenos contra malos o malos contra buenos, ese origen derivó de los partidos y actores políticos tradicionales colocaron bastante de su parte para ir camino a la inmolación. Según Petkoff, en su momento, “sin duda algunos medios de comunicación contribuyeron a cimentar las bases de la antipolítica, metiendo a todos en el mismo saco de la descalificación”. Además, se puede tener visión compartida con Teodoro cuando aseguraba que Hugo Chávez contó a favor, entre otras causas, con una campaña mediática que durante década y media apostó por la demolición de los partidos tradicionales y la demonización de la política y de los políticos. Eso, junto a los propios errores en las estrategias partidistas, construyó todo un escenario perfecto para que emergiera un outsider directo al poder central.
¿Cuáles han sido los beneficios de los 21 años de polarización política extrema en el país? Éxodos, lutos, lágrimas, hambre, violaciones de los derechos humanos, colas, humillaciones… La gente en la calle a diario se pregunta de manera angustiada, con todas las pesadas crisis que vivimos, ¿qué va a pasar en este país?… Dios, ¿cuándo llegará el cambio?… Mi Dios, ¿hasta cuándo Maduro?… Lamentablemente, las respuestas no se pueden dar sin hacer primero un análisis profundo de los errores políticos y sociohistóricos del pasado y presente. Si algo tiene significación real en Venezuela, son los dilemas en sus diferentes dimensiones. El desconcierto y la duda brotan a cada momento y con mucha fuerza entre los millones de venezolanos. No obstante, ser un dilemático no necesariamente es gravitar en la desesperanza para adaptarnos a sobrevivir, tarde o temprano aparecerá el tan deseado cambio, es imposible que lo malo pueda durar para siempre. Palabras bíblicas: “Es justo y necesario” recurrir a la historia, según en la era posguerra fría hubo una reunión secreta entre el líder sindical y expresidente de la Polonia poscomunista, Lech Walesa y el papa Juan Pablo II, en la que el sumo pontífice le dijo al premio Nobel de la Paz: “Hijo, te prohíbo tres cosas: que mates, que odies y que pierdas la esperanza», todo el mundo ya sabe el resto de la historia.
La Venezuela del éxodo, de la que huyen sus hijos porque no ven futuro inmediato, o no ven la luz al final del túnel, no es la que teníamos hace 21 años y menos la que queremos. El pueblo de Bolívar está sometido a un psicoterror a través de las intencionadas cadenas nacionales de radio y TV que hace Maduro, junto a minicadenas llamadas Noticiarios de la Patria y la proliferación de radios y televisoras regionales o locales convertidas en red estratégica para potenciar el daño antropológico a su vez apuntalar el pensamiento único, atentan contra la libertad, inteligencia y dignidad de la gente, realidad no deseada por la mayoría de los venezolanos. Evidentemente, no se pueden construir mentiras verdaderas sobre la base del sufrimiento. El tiempo a la revolución venezolana se le agotó, nunca llegó la redención a los pobres como se había prometido en tiempos de revolución bolivariana.
En un país que habitualmente transita por una “guerra social”, reflexionamos ante la pregunta: ¿De qué sirve tener las reservas más grandes de petróleo y gas del planeta, si la realidad concreta deriva en que la pobreza general se mueve sobre el 90%, abrazada a la hambruna, articulada a la hiperinflación más alta del mundo y la inseguridad ciudadana más grave de su historia contemporánea.
Es un imperativo para la clase política opositora buscar los espacios necesarios que encaucen con urgencia una convocatoria con acciones que tengan una mirada inmediata hacia una transición y así desmontar un fallido modelo socioeconómico llamado socialismo del siglo XXI. Es inaplazable buscar un nuevo orden político para salir de la ruina económica. Mientras no se corrijan las desviaciones estructurales no se resolverán los problemas económicos y sociales.
El modelo del socialismo del siglo XXI que impone el gobierno de Maduro tiene un gran rechazo revelado en 87,4%. La gente está atrapada en una maraña bolivariana. Sin embargo, viviendo en sufrimientos mantienen una visión democrática, los ciudadanos quieren hablar de sociedad civil organizada y no de comunas. En vez de cooperativas, desean hablar de microempresas. En vez de caer una estéril y desfasada lucha de clases, la gente pide respeto y oportunidades de emprendimientos. Venezuela camina por una verdadera expoliación de recursos económicos. Pero aún cuenta con suficientes talentos humanos, capital humano y riquezas naturales para recuperarse. 83,3% de los venezolanos pide inmediato cambio político en paz. Al final, Venezuela no es herencia y menos propiedad eterna de Maduro.
En síntesis, la polarización impulsada por fuerzas endógenas y exógenas que no representan los intereses de la mayoría de la población ha llevado al país a una dinámica peligrosa de creciente guerra donde reina la sinrazón. Fanáticos y extremistas que lideran las fuerzas del gobierno han logrado imponer esa dinámica de polarización, mientras que los no alineados o Ni-Ni por ahora no cuenta con procesos de organización y representación social y política que lo impidan. Este país ha sobrellevado 21 años con una polarización extrema, donde el chavista no migraba de preferencia tan fácilmente, ahora la mayoría piensa seriamente en un cambio de gobierno ya. Que Maduro haya frenado por momento algunas complicaciones de enfrentamientos sociales, no implica que haya resuelto la crisis estructural económica y le dé esperanza de continuar para siempre en el poder central, así como la debilidad estratégica en el marco de la decadencia de su capital político/electoral, nudo crítico para aceptar nuevas elecciones competitivas.
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