OPINIÓN

Venezuela, de la riqueza al hambre

por María Yanes María Yanes

Nunca, como en estos  veinte años de pesadilla, se han despilfarrado tanto las riquezas que tiene nuestra hermosa Venezuela.

Pudiéramos decir que es el país con mayores riquezas naturales del continente, que van más allá de grandes reservas de petróleo, la más conocida de todas y cuya rentabilidad ha bajado de manera significativa por la desarticulación de la empresa estatal de todos conocida y que fue un puntal a nivel de Latinoamérica y en el mundo. A esto se suman las bondades del Arco Minero, conteniendo en su suelo grandes riquezas como oro, coltán, diamante, cobre, hierro, bauxita y pare usted de contar.

Durante los primeros años de este “gobierno” se manejaron grandes cantidades de dinero producto del alza del precio del barril de petróleo, nunca vista en la historia republicana de Venezuela. Hoy día  vemos con profunda tristeza e impotencia cómo la corrupción y el despilfarro nos convirtió en un país de hambre.

La crisis alimentaria, que se ha profundizado en los últimos cinco años, está causando estragos sobre todo en nuestras poblaciones más vulnerables: los niños, las embarazadas y los ancianos. Algo preocupante en los actuales momentos y que se agudizó de nuevo este año es la desnutrición crónica en sus grados de moderada y severa.

Expertos en el área de nutrición pertenecientes a instituciones reconocidas, como la Fundación Bengoa, han resaltado en sus últimos trabajos que de 30% a 35% de los niños en nuestras comunidades presentan desnutrición crónica. Una situación muy grave por las consecuencias que esto tiene en el desarrollo cognitivo, en la memoria y el aprendizaje, lo que incide de manera directa en la baja escolaridad.

Otro hecho importante es que la desnutrición se ha desplazado a niños menores de 2 años, incluso de 6 meses y hasta en etapa neonatal, lo que ha incrementado la mortalidad en este período de la vida. Esto es producto de que nacen de madres que están igualmente desnutridas y sobre todo de adolescentes que presentan un cuadro severo de anemia. Estudios recientes, también de la Fundación Bengoa, han demostrado que 65% de las mujeres embarazadas en las comunidades tiene anemia.

¿Cómo puede nacer un niño sano, a término, con peso y talla en el rango normal que se espera en la etapa neonatal? El producto de estos embarazos son niños prematuros, de muy bajo peso, con riesgo extremo de morir al nacer. De esto no se escapa otra población vulnerable, como es la correspondiente a las personas de la tercera de edad. En este caso, organizaciones no gubernamentales serias y de gran credibilidad, como Convite, han realizado encuestas a grupos poblacionales en este rango de edad con muestras significativas y a nivel nacional, las cuales han demostrado que 77% de las personas mayores no tiene acceso a suficientes alimentos y 3 de cada 5 se acuestan regularmente con hambre.

En los ancianos, sobre todo en aquellos que pertenecen a los estratos sociales en los que predomina la pobreza, se está viendo una pérdida importante de la masa muscular. Se han convertido en personas muy enflaquecidas y con un cuadro de desnutrición importante, con el inminente riesgo de adquirir enfermedades como la tuberculosis.

La situación en el interior del país es más crítica, sobre todo con el subsidio que da el «gobierno» con las famosas bolsas CLAP, ya que el contenido de estas se ha visto mermado con relación a la cantidad y la calidad de los alimentos.

Puede que haya más abastecimiento de alimentos de manera general, pero el precio dificulta la posibilidad de disponer de ellos, sobre todo en aquellas personas que no reciben este aparente beneficio del régimen relacionado con los CLAP.

La ayuda humanitaria que ha entrado a través de la Cruz Roja Internacional o Unicef relacionada con los suplementos alimenticios no le llega a las poblaciones más necesitadas como a los niños desnutridos, no se ha priorizado este tipo de ayuda. Como se tiene que canalizar a través del “gobierno”, se ha conocido que los reparten en plazas públicas de manera indiscriminada y con fines de proselitismo político.

En Venezuela hay dos realidades: un pequeño porcentaje de ciudadanos, que conocemos, que tiene todas las facilidades a mano; y la inmensa mayoría de la población, más de 80%, que la sufre y que tiene que luchar e ingeniársela para poder sobrevivir cada día que pasa.