A los venezolanos les cuesta no elogiar a su país, influenciados por el sinuoso derrotero con el cual lo ilustra la propia historia. Se sufre bastante no haciéndolo, pues hemos debido convertirlo en una república constitucionalmente bien establecida y próspera.
En sus 1.075.987 Km2 ha ocurrido de todo, incluyendo “fugaces relámpagos” alumbrando el rumbo. Desde la independencia hasta la hoy mal calificada “Venezuela socialista”, más de 2 décadas de un oscurantismo que induce a posponer la esperanza, debilitando lo que José Martí llamó dramáticamente “el amor a la patria”. Es como para indagar en cuál de las “narraciones literarias”, incluiríamos a la Sultana del Ávila y sus vecinos.
En el trabajo “Narraciones literarias. Textos que permiten comprender un pueblo”, Rosa María Lince Campillo, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, afirma que la “literatura ejerce “una función política”, pues “genera la convivencia entre los comunes y diversos”. Explica que “en una novela los personajes son testigos para narrar recuerdos cuando estos no siguen una lógica estricta, supuesto en el cual entra el arte para aproximarnos a lo incomprensible de las pasiones y sentimientos, proporcionándonos lo que no hemos podido explicar con claridad”. Pudiéramos considerar, entonces, que una de las posibles formas para comprender a Venezuela es en el “género literario”.
La respuesta pasaría, consecuencialmente, por preguntarnos ¿Será en la novela?, “acción aparente de acontecimientos y personajes generadora de delicia en los leedores”. O sería más acertado considerarla ¿un cuento?, esto es, una narración corta de hechos reales o ficticios de temas usualmente sencillos, oral o escrita.
Un recuento de los sucesos venezolanos serviría para la calificación: 1. El descubrimiento por Colón, pasando a propiedad de España; 2. La independencia para convertirse en república, lo cual siglos después todavía procuramos; 3. Tipologías para “mandarla” por generales, graduados por ellos mismos, a caballo y con chopos y machetes; 4. Constituciones a granel, escritas, no ejecutadas y “embusteras”; 5. Soldados demócratas en las últimas épocas, pero rapaces, también; 6. Prostitución del golpe de Estado, pues bien ejercido es aprovechable para restaurar la democracia; 7. Democracias formales versus dictaduras reales; 8. Personalismo en detrimento de la unión y el “quítate tu para ponerme yo”; 9. Caudillismo patológico y 10. Acabar lo bueno, sustituyéndolo por lo malo, lo más fresco adelantado en 1902 y “en pleno desarrollo”. Al observador no ha de parecerle difícil concluir en que Venezuela, como toda America Latina, es “una novela”. Y si no “un cuento”, pero que bueno fuese como el que atribuyen al escritor español Juan M. Piedras, cuyo libro titulado Cuentos de camino refleja “una gran preocupación por las desigualdades sociales, la incomprensión y la soledad del ser humano”, el drama del individuo sin trabajo, las paradojas de la doble moral y la hipocresía de los falsos santones”. En este sentido nos ilustra para expresar “quisiéramos que este fuere el sentido de nuestro cuento”. Es todo lo contrario.
Es difícil aceptar que Venezuela financia una estrategia para establecer regímenes como el que la “manda” en Centro y Suramérica, pero, también, al socialismo español. Será acaso un capítulo particular de la novela o el cuento que somos, o más bien, que competimos con la “agenda globalista”, planeando como someternos a ser cada vez más pobres y menos libres. La tendencia desastrosa, amparada bajo el remoquete de la izquierda, socialismo o comunismo, sin que de ellos, tal vez, tengan nada en común, compitiendo con los poderosos.
El episodio reciente de Caracas coadyuva a calificarnos como novela o cuento. Se hace referencia a la decisión del gobierno de suspender las conversaciones posibilitadoras de una vida, por lo menos, decente. La razón esgrimida, “la extradición de Alex Saab a Estados Unidos” para ser juzgado por hechos que se le imputan en los tribunales de este país. Es premisa mayoritariamente deseada que de lo que narre el extraditado depende la continuidad del régimen, lo cual no deja de coadyuvar para la hipótesis del cuento o la novela.
La determinante dependencia como en la telenovela El derecho de nacer (RCTV/1965/1967), que popularizó la frase “Ya don Rafael habló”, dilucidando las dudas con respecto a un ilegítimo nieto, a quien por la rigurosa moral de entonces ordenó que lo desaparecieran. El dilema al que se hace referencia es simple con respecto al que pudiera edificarse en lo concerniente al “extraditado” de Cabo Verde, quien de llegar a confesar ante los jueces, Venezuela volvería a la democracia, salvo que estemos subsumidos nuevamente en “un cuento”. Por lo que ha de esperarse para expresar, como en El derecho de nacer, “Ya Alex Saab habló”.
La seriedad, no hay dudas, de que ha de recuperarse, pues el presente y fututo de la patria pasa por dejar de ser “novela o cuento” y demanda un liderazgo sólidamente unido, como lo edificó la honorable “Generación del 28”, premiándonos con la Venezuela democrática y floreciente, hoy destruida. Que Dios nos ayude a reconstruirla, sin desanimarnos por la suerte que en los tribunales corran quienes han hecho un vil negocio las finanzas públicas.
De ese mismo liderazgo habría de salir, como en l958, los mecanismos para sancionar las tribulaciones.
Sí, como los judíos en Nuremberg y con los “cazanazis” cumpliendo la tarea.
Comentarios, bienvenidos.
@LuisBGuerra
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