Por equipo editorial
Nada volverá a ser igual. Lo ocurrido el 28 de julio, que pudo haber significado una gran fiesta para el destino de Venezuela y América Latina, fue convertido en una gran decepción y tragedia.
Y es que después de ver a millones de venezolanos haciendo sus colas desde la noche del 27 de julio, deseosos de cambiar la realidad que ha estado azotando a la patria de Bolívar durante los últimos 12 años del madurismo, y para otros durante los 25 años de chavismo, es evidente que las acciones, más allá de cualquier resultado que aún no ha sido publicado en páginas oficiales, no solo atenta contra la pulcritud de un cuestionado proceso, sino que ha generado hasta un demoledor informe del Centro Carter, e incluso ambivalentes, pero no menos cuestionadores del proceso electoral, como los redactados y firmados por los expresidentes de Colombia y República Dominicana, Ernesto Samper y Leonel Fernández, instando a publicar los resultados.
Por su parte, tanto Gustavo Petro como Lula da Silva, también intentando mantener algunos elementos de neutralidad, exigen con su canciller, Luis Murillo, y enviado especial, Celso Amorim, la publicación de todas las actas para poder darle transparencia al proceso electoral, y no menos en un ambiente que Joe Biden, presidente de Estados Unidos, asegura dialogar con el mandatario brasileño.
Del mismo modo, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea han expresado sus preocupaciones ante un entorno de negativa a presentar las actas de los resultados electorales, que siguen negando las autoridades del Consejo Nacional Electoral, alegando un supuesto hackeo desde una nación prácticamente alejada de los contextos políticos internacionales, lo cual, atiza más las rupturas, como el aislamiento internacional de Venezuela y sobre todo de América Latina.
Lo más grave han sido las protestas poselectorales que han dejado centenas de detenidos, numerosos heridos y varios fallecidos, los cuales son páginas oscuras que se creían superadas, pues han vuelto aparecer en el contexto de la realidad venezolana y sin saber, el cómo la incertidumbre podrá ser vencida con la verdad.
La realidad vuelve a estar supeditada ante un bochorno electoral, que al parecer solo tendrá como destino condenar a Venezuela a una nueva etapa de oscurantismo, y donde, en caso de que no haya una solución política creíble para la mayoría de venezolanos, pues terminará generando una nueva ola migratoria que superará no menos de 6 millones de nuevos emigrantes venezolanos, hacia otros espacios del mundo. Hoy, Venezuela está condenada al ostracismo.