“La oportunidad de protegernos contra la derrota está en nuestras propias manos, pero la oportunidad de derrotar al enemigo la proporciona el enemigo mismo”.
Sun Tzu
El referéndum consultivo sobre el Esequibo este domingo volvió a asestar un golpe a la camarilla que se mantiene en Miraflores al no seguirle el juego del nacionalismo para reavivar el apoyo a su liderazgo. Con una abstención estimada del 80%, según las encuestas a boca de urna de Meganálisis durante el día, el pueblo venezolano le envió un mensaje claro: su deseo de cambio político es urgente y es determinante. Aunque el pasado lunes el nuevo CNE se estrenó con «buen pie» e hizo lo esperado por el régimen de Maduro: informó, sin observadores ni testigos que validen sus números, que votaron nada más y nada menos que 10.431.907 electores. ¿Dónde estaban? Nadie tiene la respuesta. ¿Por qué no salen sus “matemáticos electorales” y calculan ahora la velocidad a la que tuvieron que votar esas millones de personas para que nunca se viera gente en los centros electorales? ¿El de las primarias era un resultado «imposible» y simplemente lo quintuplican?
Los resultados
Pero dejemos ese punto de lado y enfoquémonos en lo que todo el mundo vio. La indiferencia hacia un tema tradicionalmente patriótico como el Esequibo refleja una profunda desconexión entre el régimen y las aspiraciones de los ciudadanos. Los venezolanos, exhaustos por la pauperización, el éxodo masivo y la corrupción, ya no encuentran resonancia en el discurso nacionalista del PSUV, que ha dominado la política venezolana durante las últimas dos décadas.
El contraste con la primaria de las fuerzas democráticas el pasado 22 de octubre es notorio. Ese día, el entusiasmo popular era palpable, con sentimientos de alegría, colaboración y esperanza en un futuro mejor. La votación masiva y decidida a favor de María Corina Machado, líder de Vente Venezuela, marcó un hito histórico. Su victoria, comparable solo a la de figuras como Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez en términos de esperanza de cambio, subraya la voluntad de los venezolanos que la ven como la candidata y líder de la oposición democrática para las elecciones presidenciales de 2024.
Este panorama político señala un viraje crucial en la percepción y las expectativas del pueblo venezolano. Ya no se trata solo de cuestiones territoriales o de soberanía, sino de una demanda más profunda de transformación política, social y económica. La gente anhela un liderazgo que no solo reconozca sus desafíos actuales, sino que también ofrezca soluciones reales y un camino hacia una Venezuela próspera y democrática.
María Corina Machado emerge, entonces, como una figura clave en este escenario. Representa no solo el deseo de cambio, sino también la posibilidad de un nuevo capítulo en la historia venezolana, uno que promete devolverle al país su dignidad y bienestar. Su liderazgo es visto como un faro de esperanza en un mar de desilusión y descontento.
Las inhabilitaciones
El reciente “mecanismo”, que se origina en el numeral 11 del Acuerdo de Barbados, busca abrir parcialmente el juego político, pero manteniendo límites estratégicos. Esto implica una disposición a permitir la participación de actores políticos previamente inhabilitados, mediante la solicitud de “medidas cautelares”, respeto a la nulidad absoluta de la notificación; sobre la incompetencia constitucional del contralor general de la República; y en cuanto a la violación de la garantía del debido proceso, en un plazo que vence el próximo 15 de diciembre.
El catedrático venezolano Asdrúbal Aguiar cuestiona la legitimidad de este “mecanismo”, considerándolo un sofisma que beneficia tanto a Maduro como a la Casa Blanca. Y lo ve como una burla a la buena fe de los venezolanos. Además, critica la idea de que el régimen y la oposición puedan pactar procesos judiciales, lo que va en contra de la separación de poderes y la legalidad.
La habilitación de María Corina no pareciera ser entonces, para Estados Unidos y la comunidad internacional, un requisito sine qua non para la solución democrática a la crisis política venezolana, sino más bien otras garantías contenidas en el mencionado acuerdo como la suspensión de las sanciones económicas y el reconocimiento de los resultados electorales en 2024.
En consecuencia, Aguiar concluye que el acuerdo de Barbados entre la dictadura madurista y la Plataforma Unitaria es un intento de legalizar la ilegalidad, lo que representa un fraude y una normalización de la mentira política en el régimen de Maduro.
En este contexto, la estrategia que adopte María Corina Machado será decisiva. Como líder y candidata de las fuerzas democráticas, su respuesta al escenario actual podría influir significativamente en la dinámica política interna y en la alineación de los factores externos. En particular, su decisión de acudir o no al Tribunal Supremo de Justicia, para impugnar su inhabilitación, será un momento crítico.
El ”mecanismo” para habilitar a los candidatos invalidados por la Contraloría General de la República de Maduro, a través de un recurso contencioso administrativo ante la Sala Político-Administrativa del TSJ, es un paso pragmático en la dirección política. Este procedimiento, que incluye la solicitud de amparo cautelar, “deberá realizarse de manera expedita y respetuosa, siguiendo los principios de celeridad, eficiencia y eficacia”, según lo aceptado por la Casa Blanca y Miraflores.
Sin embargo, este camino no está exento de riesgos. El régimen ha mostrado su capacidad para controlar la narrativa política y está gravemente herido después de la primaria y el referéndum sobre el Esequibo. Enfrenta un escenario político crucial en el que se entrecruzan intereses nacionales e internacionales, desafíos jurídicos y estrategias políticas. La decisión de permitir las habilitaciones, pero no todas, incluyendo una posible exclusión de María Corina Machado, apunta a una táctica compleja por parte del régimen de Maduro.
Mantener la inhabilitación de Machado, la candidata y líder de las fuerzas democráticas, podría reducir aún más las posibilidades de que el actual régimen conserve el poder. Ella simboliza la voluntad de aquellos que en Venezuela se oponen a Maduro, con el valor agregado de que sería respaldada por la administración de Biden. La dirigente de Vente Venezuela estaría alineada con la política de la Casa Blanca hacia el país, que se fundamenta en permitir que sean los propios venezolanos quienes determinen su futuro político mediante elecciones transparentes, libres y competitivas.
En el caso de que María Corina opte por no presentar una acción de nulidad junto con una petición de amparo cautelar ante el TSJ antes del 15 de diciembre, se espera que la Casa Blanca adopte una postura neutral respecto a su inhabilitación. Esto resultaría en su exclusión de las elecciones presidenciales, ya que el régimen le negaría la inscripción, a pesar de que, de manera formal y legal, no esté inhabilitada.
Conclusiones
Hay un cambio en la percepción pública. El referéndum sobre el Esequibo y la primaria han definido un viraje en la dinámica política del país. La elevada abstención en el referéndum, estimada en 80%, sugiere que el nacionalismo promovido por el régimen de Nicolás Maduro no logró conectar emocionalmente con el chavismo.
El mensaje del pueblo venezolano es inequívoco. Desea un cambio que va más allá de la retórica y se traduce en acciones concretas que mejoren sus vidas. La indiferencia mostrada en el referéndum es un recordatorio de que los temas que verdaderamente importan son aquellos que afectan directamente la vida cotidiana de los ciudadanos.
Continúa la legitimación de la oposición no funcional. La figura de María Corina Machado y su rotunda victoria en la primaria democratizan la esperanza y abren un camino hacia una nueva era política en Venezuela.