Quienes somos adversarios de la Doctrina de Estado Tiránico tuvimos triunfos electorales que fueron, con inaudita y delictiva petulancia, abortados por el «mercenariado de gobierno» en Venezuela: integrado por mujeres y hombres con experticia para devastar y corromper instituciones públicas, cuyos funcionarios deberían permanecer al margen de la fétida cúpula del Poder Ejecutivo. Por lo expuesto, desde hace más de una década esas personas están en desacato constitucional y tendrán que ser juzgadas. Estoy en desacuerdo con la rebuscada tesis del pacto de convivencia pacífica entre víctimas y opresores para impartir una falseada justicia [sin reparación a víctimas, semejante a la memorable plasta evacuada por un falto de seriedad y cordura expresidente colombiano]
Si hoy disciernes sobre la «Institucionalidad de Estado» con quienes ultrajan a los ciudadanos que le conferimos el mando, ellos no darán tregua a su propósito de mantener en decúbito a quienes somos nacionales de una república bajo ocupación de sodomitas. La sodomía de jerarcariado cívico-militar se ha publicitado y legitimado como gesta independentista. Sucede aquí, en esta parte de la vecindad latinoamericana. Estamos en peligro de extinción por causa de múltiples e inducidas penurias.
Pica como sarna, cierto, pero es bueno que la Historia Política Universal de Abominaciones reconozca los inagotables martirios que padecemos los venezolanos desde hace casi dos décadas proceden de los «ordenamientos no jurídicos», ni siquiera empíricos o experimentales de un trasto o lastre que desgració a nuestro país. Violó el Código de Justicia Militar, el Penal. Capituló mediante una breve y de lugar común frase, fue capturado, recluido, infortunadamente sobreseído y vitoreado por una sociedad atribulada que [por carecer de amor propio] le confió el resguardo del Parque de Armas de Venezuela y el Poder Ejecutivo. Rápido, se autoinvistió de «suprema deidad» con necrófilos propósitos. Los «ordenamientos no jurídicos» del hoy Supremo-Eterno-Difunto-Exterminador desplazaron a los consagrados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (de 1999)
Sus hijos presuntos, tras realizar numerosos actos de magia bolivariana, desaparecieron al erario del país condenándonos vivir mendicantes. No podemos solicitar a los forajidos con poder que entreguen, sin violencia, las llaves de los distintos organismos. Nos inhabilitaron para declararnos en «desobediencia civil» cuando legislaron para criminar la libertad, rabia, desencanto, protesta.
La cúpula corrompida, periclitada y vaticana de «Iglesia Católica» blindó la santidad de los monstruos que gobiernan en nuestro continente. El pontífice formuló que la «libertad de expresión» tiene límites, nadie puede practicar la sátira por escrito ni con imágenes o gestos cuando pudiere afectar a personalidades del mundo o la dignidad de quienes profesan distintas religiones. La humanidad está, culturalmente, condenada al estancamiento o retroceso por culpa de celebridades del «farandulerismo internacional» y conciliábulos de pedófilos o sátrapas.
Quienes visten sotanas son pedófilos con agravantes, y los «¿dignatarios?» ladrones o asesinos. Cuando están confinados, no deberían tener por alternativa solicitar «medidas sustitutivas de libertad». Porque son incorregibles, jamás serán contritos y su excarcelación comporta un inexcusable riesgo para los verdaderos seres humanos. Arrogantes, narcisistas y abusadores confesos, quienes de modo ilícito lograron heredar el poder en Venezuela no dan pausa a su causa incendiaria [nos mantienen inmersos en sofocantes tribulaciones de radio, televisión e Internet] Asustan como yhidadistas de califato y proclaman que reinarán más allá del tiempo, confiando que sus víctimas no estén sigilosos y al asedio fuera de las plazas de próceres cuyos rostros han progresivamente devaluado y transformado.
@jurescritor