El proceso electoral accidentado –sin lugar a dudas–que se desarrolla en Venezuela, es la consecuencia de la tenacidad con que ha venido actuando la ciudadanía que no se resigna a quedar por fuera de la ruta electoral. Nunca se nos ha ocultado a los venezolanos la aviesa intención del régimen madurista de evitar, a toda costa, medirse en unas elecciones libres.
Por eso simulaban dialogar, e incluso, llegaban a firmar acuerdos a sabiendas de que harían todo lo imposible por incumplirlos, tal como han hecho, otra vez, con los puntos acordados, el pasado 17 de octubre, en Barbados. Sin embargo, ante semejante desplante, la ciudadanía y sus dirigentes han persistido en continuar por la senda electoral.
La agenda de saboteo estructurada por el régimen de Nicolás Maduro y sus instrumentistas ha sido prolija. Tantearon impedir que se organizaran las elecciones primarias que promovió la oposición venezolana. Inventaron todo tipo de argucias para ver cómo sacaban de la agenda opositora ese evento que perseguía movilizar a miles de ciudadanos en el marco de una estrategia definida, que no dejaría lugar a dudas, respecto al talante democrático de los factores que adversan a Maduro.
Esas maniobran no lograron su siniestro objetivo. Las primarias siguieron vivas. Entonces la táctica del régimen buscó debilitarlas, presionó a los directivos de la Comisión Nacional de Primarias, tratando de «persuadirlos» a que renunciaran o dejaran sin efecto los planes para que se consumara esa consulta popular. No faltó en esa operación tortuosa el penoso rol asignado a las figuras estigmatizadas con el mote de «alacranes», por ser falsos opositores que proceden como piezas al servicio del régimen. Nada de eso hizo mella en las primarias.
La batería de ataques se enfilaba, fundamentalmente, contra la figura de María Corina Machado. No quedo nada que no hicieran para sacarla del camino electoral. Finalmente, la apuesta era que las primarias resultaran siendo una consulta débil, esmirriada y por lo tanto insignificante. Ocurrió todo lo contrario. Fue una épica de la gente con resonancia mundial. Y María Corina triunfó de una forma contundente. Se convirtió, por designio popular, en su candidata presidencial y líder indiscutible de la resistencia ciudadana.
A partir de entonces el régimen desencadenó una cascada de ataques contra María Corina. Calificó de fraudulento el proceso de las primarias. Pero el tema de la hazaña del pueblo cumplida el pasado 22 de octubre, se mantenía en el tope de los comentarios dentro y fuera del país. Fue entonces cuando los asesores de Maduro inventaron el referéndum sobre el Esequibo. Una soberana chapuza que estaba destinada ser lo que terminó siendo: un triste papelote desempeñado en medio de la ausencia de la ciudadanía que dejó desolado a Maduro y a su comparsa.
En medio de esos artificios se mantenía a la vista la carta de la inhabilitación de María Corina. El cálculo estipulado daba como un hecho que «esa mujer se descarrilará, llamara a la abstención, tratara de crear disturbios callejeros». Otra vez, se equivocaron los especialistas en esas pericias. María Corina, para disgusto de Maduro, respiro profundo, meditó, y entonces decidió persistir en la vía pacifica para buscar una salida electoral a la tragedia del país. Siempre preservó esa línea estratégica. Nada evitaría que avanzara por esos derroteros, aunque no fuera ella la abanderada.
Por eso, en conjunto con otros factores atinó con el nombre de Corina Yoris. Esta ilustre mujer venezolana fue bloqueada por Maduro. ¡Sin son ni ton! No hubo argumentos para justificar esa decisión inexplicable. La reacción se sintió ¡hasta en los ámbitos ocupados por aliados de Maduro! Los presidentes de Brasil y de Colombia se quejaron, llegando a calificar de «antidemocrático» esas absurdas medidas.
María Corina no se amilanó. Se mantuvo serena y firme en el cuadrante electoral, y fue entonces cuando giró hacia la figura de Edmundo González Urrutia. Su proclamación como candidato unánime fue un salto histórico hacia la democracia que buscamos recuperar. Todos los factores aglutinados en la fórmula unitaria dieron ese paso de manera articulada. Maduro «se quedó con los crespos hechos», mientras María Corina, en binomio perfecto con Edmundo González, se dedican a alborotar la esperanza de un pueblo que se desborda de emociones en las calles de todas las regiones del país.
Todo indica que la victoria de Edmundo González Urrutia es irreversible. Imposible de impedir, tal como lo buscará lograr la ciudadanía, votando, ganando y cobrando. ¡Voto a voto, es la cosa! Y esos sufragios los cuidará la gente como la madre abnegada resguarda a sus hijos. Para tales efectos se han constituido, a lo largo y ancho del país, los Comanditos. Son núcleos integrados por mujeres y hombres que están siendo adiestrados para vigilar las mesas que funcionarán en los miles de centros de votación. Todos los detalles están en la cartilla aprendida. La tarea comprende lecciones para saber perfectamente cómo se vota, cómo se escruta y cómo se llenaran las actas respectivas en cada mesa electoral.
Ante esa realidad, Maduro y su desesperado staff de asesores activan las típicas arbitrariedades, como esa de revocar las invitaciones expedidas a la Unión Europea para que desplegara una misión de observación electoral de cara al 28 de julio. La respuesta no se hizo esperar por parte de la dupla ganadora, por aquello que ya había dicho María Corina: «Mano ganada no se tranca». Esos pataleos no impedirán la rotunda victoria de Edmundo González, cuyo triunfo será observado por millones de electores en las etapas correspondientes: votaciones, escrutinios, elaboración de actas y auditorías.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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