En mi más reciente libro, Venezuela, Política y Ambiente, hablo, entre muchas cosas, de las llamadas «tierras raras».
La verdad sea dicha es que nos encontramos con esta exactitud: «Ni son tierras ni son raras». Con ese apelativo se distinguen «una serie de elementos químicos que encontramos en el medio natural y que se caracterizan por tener propiedades similares entre sí y por ser, en su mayoría, escasos en la corteza terrestre».
En informes técnicos se registran estas apariciones de las denominadas tierras raras: lantano (La), cerio (Ce), praseodimio (Pr), neodimio (Nd), prometio (Pm), samario (Sm), europio (Eu), gadolinio (Gd), terbio (Tb), disprosio (Dy), holmio (Ho), erbio (Er), tulio (Tm), iterbio (Yb), lutecio (Lu), escandio (Sc) e itrio (Y).
Pero no se angustien amigos lectores que no voy a someterlos a este relato científico, tampoco pretende meterles entre líneas la promoción de mi texto recién publicado, simplemente me agarro de esa designación para entrarle a un tema más terrenal, como son las «raras elecciones» que se desarrollan en un país enrarecido como lo es, actualmente, Venezuela.
La primera rareza es que estamos en presencia de un pueblo envuelto en una esperanza o algarabía que despierta una mujer llamada María Corina Machado.
Lo tradicional, es que fueran candidatos embutidos en pantalones, los que se erigieran como abanderados en las pugnas presidencialistas.
Pues en esta coyuntura, a diferencia con lo que ocurría en los tiempos del general José Antonio Páez, de Soublette, de los Monagas, de Guzmán Blanco, de Joaquín Crespo, de los compadres Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, de López Contreras, de Isaías Medina Angarita, de Pérez Jimenes, de Wolfang Larrazábal, de Rómulo Betancourt, de Rafael Caldera, de Carlos Andrés Pérez, de Luis Herrera Campins, de Jaime Lusinchi y de Hugo Chávez, ahora la que estremece a los pueblos en asambleas populares, es una mujer que se vale, desde una rama de un árbol, que flota entre bazos que la elevan a la batea de una gandola o se deleita saludando a multitudes desde el techo de una camioneta, o para la que es propicio cualquier lugar improvisado para hablar y desatar tormentas sentimentales en cada ciudad que visita, dejando una estela de fe y compromisos pactados moralmente con millones de mujeres y hombres con los que se encuentra en cada comunidad que atraviesa recorriendo carreteras.
Otra cosa muy rara es que esa mujer, que está dejando «el cuero», como ella misma lo confiesa, cumple esa titánica misión para buscarle votos a un hombre llamado Edmundo González Urrutia.
O sea, no la mueve la aspiración personal de ser la candidata, tal cual como fue ungida el pasado 22 de octubre de 2023, se está esforzando para asegurar la rutilante victoria de Edmundo González, triunfo que ya se vislumbra en cada una de esas concentraciones que lidera.
Esto es raro, muy raro, porque si alguna campañita malsana le hacían sus adversarios, era una basada en querer presentarla como «ególatra, abstencionista y mantuana».
Lo que estamos viendo dista mucho de que María Corina sea presumida, pedante, soberbia o altanera. Mas bien se ha empinado en las tribunas de la unidad una persona serena, desprendida, capaz de hacerse a un lado para que sea otro venezolano el que asuma este inmenso desafío y sea beneficiario de su innegable popularidad.
Otra cosa muy rara para Maduro, que se frotaba las manos esperando que María Corina «pateara la mesa» y llamara a la abstención, terminó siendo una gran decepción, dicho en proverbio: Maduro «se quedó con los crespos hechos».
María Corina no solo está promoviendo la participación, se mantiene aferrada a la vía electoral, con una fuerza y tenacidad admirable no se deja descarrilar de esa ruta, sino que es la primera en asumir esa responsabilidad recorriendo, sin tregua, todos los rincones del país.
¿Y lo de Mantuana? Bien raro también, porque el mayor respaldo lo consigue María Corina en los sectores más humildes de Venezuela. Gente en alpargatas que caminan a su lado, vendedoras de empanadas que arriesgan su negocito y jóvenes motorizados de los barrios populares que tienen de todo menos de esa estirpe que manipulan maliciosamente.
Una campaña muy rara, sin financiamiento, el esfuerzo es a puro pulmón. Sin libertad de expresión, los medios están autocensurados y la coordinadora de prensa, Claudia Macedo, restringida en una residencia diplomática.
Lo mismo acontece con otros integrantes del comando de campaña que presos o asilados en unas embajadas. Una campaña rara, en la cual el responsable de constituir la figura de Los Comanditos, Henry Alviarez, está confinado en la cárcel del Helicoide y el ingeniero Humberto Villalobos, coordinador del aparato electoral, se encuentra limitado entre cuatro paredes en la Embajada de Argentina en Caracas, pero ya son miles de Comanditos establecidos a lo largo y ancho del país, con lo cual se blinda la organización para vigilar cada mesa de votación.
Rara, porque la jefa de campaña, Magaly Meda, tiene que hacer su trabajo desde esa misma sede diplomática y los resultados no pueden ser más satisfactorios: la ventaja de Edmundo suma más de 60 puntos.
Una campaña muy rara porque los aliados naturales de Maduro lo cuestionan por su intolerancia y reticencia a facilitar la presencia de observadores internacionales para el próximo 28 de julio.
Así tenemos, tal como lo ha informado desde su condición de refugiado en la casa del embajador argentino en la capital del país, Pedro Urruchurtu, que el jefe del Estado Gabriel Boric de Chile y Lula da Silva de Brasil, emplazan al tutelado de los hermanos Castro, a que «rectifique y permita el viaje de la delegación técnica de la Unión Europea».
La cosa más rara surgió el pasado miércoles en el Congreso de Diputados de España, escenario en donde por unanimidad, los diputados de todas las fuerzas –incluido el PSOE– que viven en un permanente conflicto, para este asunto se hayan puesto de acuerdo respaldando la causa por las elecciones libres en Venezuela.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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