El reciente estudio de opinión de la empresa Datincorp, “Estudio de cohesión país: Así piensan los venezolanos en mayo 2022”, revela que la mayoría no tiene “ninguna confianza (62%)” en los líderes políticos del país. Además, determina que el presidente ideal, que se va a elegir en 2024, no debe ser “ni del chavismo ni de la oposición (63%)” y que la mitad de la ciudadanía no se siente identificada con los partidos políticos (48%).
La polarización, el populismo y la posverdad durante los últimos 18 años han hastiado a millones de venezolanos que no ven en los políticos y sus partidos la solución de sus necesidades primarias –70% de la población tendrá ingresos por debajo de los 5 dólares en 2022, según Luis Pedro España, sociólogo al frente de la Encuesta de Condiciones de Vida de la Universidad Católica Andrés Bello–.
Adicionalmente, hay un vacío de liderazgo en la conducción de la lucha social contra el orden establecido por el régimen autoritario de Nicolás Maduro –excluido de IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles por no ser una democracia–. El estudio halló que los venezolanos tienen muy poca confianza en los políticos actuales (1 de cada 10) para conducir el país bolivariano a partir de 2024. Los datos revelan que 3 de cada 10 chavistas, 4 de cada 10 opositores y 9 de cada 10 Ni-Ni prefieren que el próximo presidente no sea ni chavista ni opositor.
Estos hallazgos han dado cabida a que la solución electoral –elecciones libres, justas, y competitivas con observación internacional–, apoyada por la administración estadounidense y la Unión Europea para restaurar la democracia en Venezuela, debe ser liderada por alguien emergente fuera del sistema político, por un dirigente que rompa con su partido y forme uno nuevo o por alguien que provenga de algún movimiento independiente local con notoriedad nacional.
En los últimos comicios presidenciales en Perú, Chile, Costa Rica y Colombia (primera vuelta), los candidatos electos han sido outsiders: el peruano Pedro Castillo, el chileno Gabriel Boric, el costarricense Rodrigo Chaves, y los colombianos Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Todos han utilizado un discurso muy crítico contra elestablishment político.
En los países democráticos, los outsiders llevan consigo un discurso antipartidario porque no enfrentan a un régimen autoritario que coarta los derechos políticos de la población y las libertades individuales. Por lo tanto, hacen uso extensivo —de tono peyorativo— de los adjetivos “tradicionales”, “electoreros”, “ideológicos”, “corruptos”, entre otros.
En los sistemas democráticos también existen insiders (líderes provenientes de las mismas organizaciones políticas) que, por sus discursos en contra de las “cúpulas partidarias”, pueden parecer outsiders. Fue el caso de Carlos Menem (1989-1999), en Argentina, quien transformó la organización del Partido Justicialista y produjo la paradoja de aplicar reformas de ajuste económico desde un movimiento con raíces sindicales. Otros pueden ser más radicales aún, como Rafael Caldera, fundador de Copei (1946) y que organizó́ otro partido, Convergencia Nacional (1993), para atacar a la misma “clase política del puntofijismo (1958)” de la que formó parte y que gobernó por 36 años Venezuela. No todos los dirigentes antipartidos, entonces, provienen de afuera.
A pesar de que el outsider aún no tiene rostro ni nombre, Henrique Capriles, dirigente político de Venezuela y cofundador de Primero Justicia, busca perfilarse como uno, aun cuando es un insider.
Sus declaraciones de este lunes lo indican, al mostrarse contrario a la Plataforma Unitaria. Afirmó que las primarias para elegir el candidato que represente a la oposición en las elecciones presidenciales de 2024 “tienen que ser abiertas, con alacranes, búfalos, pirañas o leones… No debe haber cogollos, mientras más plurales mayor participación”.
Asimismo, defendió el acompañamiento técnico del Consejo Nacional Electoral: “Las máquinas son del pueblo de Venezuela. (…) Ya nadie es dueño de la oposición. La oposición es un sentimiento nacional. En Venezuela no hay nadie que tenga mayoría. Este no es el país de antes. Nadie puede hablar hoy en nombre de un líder”. Además, pidió a la clase política opositora conectarse con el pueblo, los trabajadores, los obreros, estudiantes y en general, con todo el país.
Cuestionó el manejo de las reservas de oro y la administración de Citgo por parte de Juan Guaidó, a la vez que está de acuerdo con la eliminación de las sanciones económicas por parte de los Estados Unidos.
En este momento, Capriles como outsider está usando la media-política en vez de una política de masas, de movilizaciones y de cuadros políticos. La “plaza vacía” la llena con los discursos ante los medios y las redes sociales, los cuales han asumido funciones sustitutivas de los partidos.
La naturaleza del régimen de Maduro, una narcotiranía, dificulta la solución electoral. En esas condiciones un outsider no tendría una mínima probabilidad de éxito. Hay que estar claros en que para restituir la democracia se requiere de unidad de mando y propósito de todos los factores democráticos. Fue el caso de la Concertación de Partidos por la Democracia en la Chile del dictador Pinochet.
Si además es una corporación criminal trasnacional ―narcotráfico, oro, combustible, entre otras― y comete crímenes de lesa humanidad, la unidad de los partidos por la democracia debe alinear todos los esfuerzos de la justicia internacional para encausar las actuaciones ilegales del régimen de Maduro ―sobre todo después de la guerra rusa-―.
Por ahora, los estudios de opinión reflejan que un outsider tiene la mejor opción para ser presidente de Venezuela en 2024, en un escenario de elecciones libres, justas y competitivas. Si no fuese este el caso, la unidad de mando y propósito de las fuerzas democráticas venezolanas son la solución óptima para restaurar la democracia en el país.