“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”.
George Orwell
En el complejo escenario político de Venezuela se observa una oposición que, pese a estar en gran medida coartada, se encuentra unificada en torno a una candidata con un notable respaldo popular. Esta unión se perfila no como una estrategia conspirativa, sino como una apuesta decidida por la vía electoral para desafiar al régimen de Nicolás Maduro en los próximos comicios presidenciales.
En este contexto, las recientes acusaciones de Maduro ―5 planes para derrocarlo― reflejan una estrategia desesperada. 5 supuestos intentos de asesinarlo que también fueron denunciados por su fiscal general y el ministro de la Defensa. A diferencia de 2017, cuando convocó a la Asamblea Constituyente ―considerada por la ex fiscal general Luisa Ortega Díaz como una “ambición dictatorial” de Maduro― contaba con mayor apoyo militar y social, hoy se ve obligado a sofocar cualquier asomo de disidencia que incluye hasta la degradación de oficiales de la Fuerza Armada. En consecuencia, las manifestaciones y el creciente descontento social, más difíciles de controlar ahora, han llevado al régimen a quitarse las caretas y adelantar su agenda política de represión.
Las denuncias de la conspiración por parte del régimen, implicando a la CIA, la DEA y servicios de inteligencia colombianos, se interpretan como medidas desesperadas ante el temor a la creciente influencia de la oposición, en particular a la habilitación de la candidata María Corina Machado.
¿Quién puede creer en esta teoría conspirativa, si Maduro cuenta con un aliado en Bogotá, el presidente Gustavo Petro, y negocia con la administración Biden?
Las fuerzas democráticas de Venezuela han optado por la vía electoral como mecanismo para superar la crisis política que atraviesa el país. Sin embargo, el régimen de Maduro ha jugado hasta ahora todas sus cartas para mantenerse en el poder y una de ellas fue realizar la elección presidencial bajo el estado de excepción que intentaría imponer con la reclamación de la Guayana Esequiba.
El miedo del madurismo al liderazgo de María Corina y su estrategia de la conspiración para mantener el control del país revelan su debilidad. La represión y la manipulación de la opinión pública, junto con las acusaciones contra figuras opositoras, periodistas, defensoras de derechos humanos y militares son tácticas que buscan convertir en una peligrosa trocha el camino a la elección presidencial de este año. Sin embargo, estas maniobras parecen tener un efecto limitado ante un Maduro agotado, sin credibilidad, cuya popularidad no mejora según las últimas encuestas.
Frente a una inminente derrota electoral y la incapacidad de transferir el poder a María Corina Machado en unos comicios libres y soberanos, Maduro recurre a esta estrategia conspirativa para obstaculizar la transición pacífica en Venezuela.
Un patrón que se ha observado en otros contextos históricos. En Suráfrica, Frederik de Klerk obstaculizó la transición hacia el gobierno inclusivo de Nelson Mandela. Y situaciones similares se vivieron en Polonia y Checoslovaquia, donde los regímenes comunistas se resistieron a los procesos de cambio democrático liderados por Lech Walesa y Václav Havel, respectivamente.
En Venezuela, la transición política debe ser el resultado de una negociación compleja, tanto nacional como internacional, con múltiples actores y fuerzas en juego. La participación de Estados Unidos en las conversaciones directas con el régimen y la necesidad de una negociación genuinamente venezolana son claves para alcanzar una solución duradera que garantice la gobernabilidad del país.
La movilización de las fuerzas democráticas este 23 de enero, con el lanzamiento de la Gran Alianza Nacional (GANA) para promover la libertad y la democracia de Venezuela, permite la creación de una amplia infraestructura electoral. Esta red, integrada por 600.000 voluntarios, incluidos representantes de 25 partidos políticos, profesionales de la educación y la salud, estudiantes, jubilados, madres, movimientos religiosos, se ha organizado para gestionar más de 50.000 mesas electorales durante la elección presidencial. Este esfuerzo representa un cambio en el panorama político venezolano, a pesar de los intentos del régimen por infundir miedo.
La sociedad venezolana demuestra una actitud de resistencia y alberga esperanzas en el liderazgo de María Corina Machado, una realidad que el madurismo no logra comprender ni aceptar, intentando en vano coartar dicho liderazgo. Simultáneamente, la Casa Blanca, enfocada en asuntos como la gestión de la migración venezolana y el precio del combustible durante un período electoral en Estados Unidos, podría evaluar la opción de apoyar a un candidato opositor de consenso, basados en la idea de que la unidad de la oposición es la solución. Sin embargo, esta actitud podría pasar por alto las verdaderas aspiraciones del pueblo venezolano, manifestadas en las primarias del 22 de octubre. Este enfoque de la administración Biden podría comprometer su obligación moral con la líder de Vente Venezuela y poner en riesgo las esperanzas del cambio democrático anhelado por los ciudadanos venezolanos.
Conclusiones
El panorama político venezolano se encuentra en un punto crítico de su historia reciente, caracterizado por la firme determinación de la oposición y las tácticas represivas del régimen de Maduro. La unificación de la oposición en torno a María Corina Machado, una candidata con amplio respaldo popular, representa una clara apuesta por la vía electoral como medio para superar la crisis política. Esta estrategia contrasta con la respuesta desesperada del régimen, que incluye acusaciones infundadas de conspiración y represión, revelando su creciente debilidad y falta de credibilidad.
La situación en Venezuela es una encrucijada que refleja patrones observados en otros contextos históricos, como en Suráfrica, Polonia y Checoslovaquia, donde los procesos de transición democrática enfrentaron resistencias similares. En Venezuela, el régimen de Maduro, incapaz de aceptar una posible derrota electoral ante Machado, recurre a estrategias conspirativas para obstaculizar una transición pacífica.
La solución a la crisis nacional requiere de una negociación compleja y auténticamente venezolana, apoyada por actores internacionales, incluido Estados Unidos. Sin embargo, las decisiones y estrategias de actores externos, como la Casa Blanca, deben alinearse con la voluntad del pueblo venezolano para no socavar la legitimidad y esperanza del proceso democrático.
El activismo y la movilización de las fuerzas de la oposición, manifestados en protestas y la preparación para las elecciones presidenciales, indican un cambio significativo en el escenario político. A pesar de los esfuerzos del régimen por imponer el miedo, la sociedad venezolana se mantiene resistente y esperanzada en un liderazgo que aspira a un cambio genuino y democrático.
Este momento histórico en Venezuela es, por tanto, una intersección de desafíos y oportunidades, en la que la resiliencia del pueblo y la coherencia de la comunidad internacional jugarán roles cruciales en el establecimiento de un futuro democrático y justo.