Una nación sometida y desmembrada en toda su estructura social requiere de una depuración absoluta de los elementos más oscuros que la controlan. Si discriminamos las corrientes oficialistas que han tenido en sus manos el poder central por 24 años, tenemos 2 tormentas de un poder destructivo de magnitudes incalculables: el llamado chavismo y el madurismo, uno más cruel que otro, pero ambos constructores de la Venezuela miserable, pobre y hasta ahora acobardada.
En los niveles centrales de los partidos políticos se han enquistado personajes que perdieron la sensibilidad social, la vocación de servicio, el coraje y la valentía para luchar por cambiar la triste realidad que vive la nación.
El chavismo generó una nueva clase política y nueva estructura social, ambas disociadas y contrarias al interés nacional. Surgió la hegemonía, dirigida por el militarismo exacerbado que progresivamente fue ganando espacio en la administración pública, propulsada, avalada y consentida por el líder, si así se le puede llamar, de la revolución que se apoyó en la promesa falsaria del socialismo del siglo del XXI. Los venezolanos y el mundo nunca imaginaron que sería el capítulo de la destrucción de la república, los valores democráticos y desmantelamiento y destrucción de la sociedad y la familia. Esa primera etapa generó altos niveles de corrupción.
En la era del chavismo se permitió el desangre abrupto de las arcas de la nación para favorecer el crecimiento de un proyecto político nacional y continental que conectó a los chulos del continente a la chequera que caminó durante años por América Latina. Se habla de la dilapidación de recursos por más de 1 billón de dólares y para no detallar lo que todos conocemos, resumámoslo en la destrucción de todo el aparato productivo del país. El ascenso del ungido del comandante dio paso a la continuidad del festín revolucionario con el agravante del aumento del militarismo en la conducción del Estado, que a todas luces es el sector de mayor nivel de corresponsabilidad de todo lo que acontece en el país, el padecimiento extremo que viven los venezolanos, la entrega del país a los intereses extranjeros y el crecimiento indetenible de la corrupción y el vandalismo. Recuerden lo que se criticaba años atrás, la gente criticaba y vociferaba que la fuerza armada no podía convertirse en vendedora de verduras, pollos y otros rubros. La verdad a la vista de todos es que era un ensayo y una distracción porque en definitiva terminaron siendo gobernadores, alcaldes diputados, ministros embajadores, presidentes de industrias básicas y paremos de contar.
El chavismo y su difunto creador quebraron al país y lo comprometieron financieramente por décadas. Las actuaciones desacertadas de expropiación y violación de tratados internacionales y comerciales tocaron los activos del país en el exterior, ante el crecimiento de la inseguridad jurídica que vulneró a los inversores extranjeros que generaron demandas que ya se han concretado y ejecutado y muchas siguen en curso. Es decir, el problema es más grave de lo que cualquiera se imagina, no solamente es lo que han dilapidado, desaparecido y robado, hay que agregarle todo lo que se ha confiscado en el exterior y los bienes que han desaparecido.
Cuántos funcionarios de los períodos gubernamentales del difunto comandante están hoy presos, solicitados, señalados o fuera del país, protegidos como testigos de investigaciones de todo tipo de crímenes y delitos o disfrutando en el exterior del botín que les produjo la administración pública mientras ejercieron altos cargos. La revolución y el socialismo son una estafa continuada al pueblo venezolano.
El surgimiento del madurismo dejó heridas en varios sectores chavistas, por la preferencia del occiso en responsabilizar de la continuidad de la construcción del socialismo, que a la fecha se conoce su destino final, aunque se presume su caída ante la decadencia y corrupción. El difunto le entregó a su elegido un país ya declarado en ese entonces por los economistas, como arruinado y con un futuro gris en lo económico. Mientras los beneficiarios del primer período de la revolución hicieron caída y mesa limpia con las finanzas del Estado, los herederos del poder con verdadero frenesí aceleraron el desmantelamiento institucional, los poderes ya secuestrados, en cambote, le declararon la guerra al país al asumir el férreo control social, mientras muchos hacen de las suyas, miles de funcionarios enriquecidos depravadamente, denunciados pero beneficiados por la impunidad como política de Estado, todos aferrados al poder por circunstancias que revisten a futuro el no poder disfrutar las fortunas mal habidas y el enfrentar el peso de la justicia nacional e internacional.
Más de 23 años de construcción de un entramado poderoso y malvado, que no puede ser enfrentado con vendepatrias al frente y menos con almas vulnerables, susceptibles, presas de la cobardía y el pesimismo inducido por el hambre y la desesperación.
Muchos venezolanos queremos efectivamente vencer esta realidad y liderar la ejecución de las estrategias necesarias para construir y consolidar urgentemente la fuerza necesaria que conecte a los venezolanos con una opción real de poder. La tecnocracia y las generaciones de relevo que han tenido su oportunidad y protagonismo en los últimos años no han estado a la altura del momento que les ha tocado. La inexperiencia y debilidad en la formación política y verdadero compromiso con el pueblo venezolano de muchos actores del pasado reciente y de otros hoy asumiendo responsabilidades es evidente ante los resultados no obtenidos, las metas no conseguidas y las políticas necesarias no diseñadas y por ende ausentes e inexistentes. Basta con entender que la clase política conoce la importancia de la unidad de los venezolanos y vemos más de una veintena de aspirantes que casi en su totalidad no hacen el mínimo esfuerzo por construirla en medio de la diversidad y lo más lamentable es que algunos asumen ese rol no como una solución para alcanzar deponer al régimen, sino como un vulgar negocio que se traduce finalmente en un esquema perturbador que hay que desnudar. De hecho, muchos lo estamos haciendo para minimizar la dispersión, la desinformación y la manipulación.
Hay un dicho popular que dice: “Es preferible atajar que tener que arrear”. El hacer es una premisa de cualquier estrategia constructiva. Todos quienes pretenden salir del régimen ni atajan ni arrean, ni lavan ni prestan la batea, los días se van en una eterna diatriba y la distracción es enorme y visible, basta con ver las redes sociales y medios informativos para determinarlo. Diariamente, con mucha efectividad las sirve el régimen perverso y con inmediatez la difunden y desarrollan los sectores de oposición. Mientras Miraflores tiene grandes equipos de especialistas en estos menesteres de información y desinformación, los dirigentes de la oposición no hacen el mínimo esfuerzo por crear instancias de encuentro que hagan frente a esta realidad, que es una de las pocas fortalezas que le quedan al régimen influenciada y tutelada por uno de los más interesados de la continuidad del régimen en el poder, los chulos y desalmados cubanos.
A quienes verdaderamente están en el camino correcto para lograr el rescate del país, es necesario exhortarlos a fin de que involucren a los mejores hombres y mujeres para que constituyan un bloque intelectual y científico de las diferentes áreas, que contrarreste las estructuras creadas por el oficialismo y terminen de debilitarlo.
Salgamos de la hora loca y pongámosle seriedad al asunto. Sería imperdonable que esta oportunidad que se tiene de salir de la era revolucionaria sea dilapidada por la ignorancia, la insensatez, la arrogancia y los intereses mezquinos de quienes aún están distantes de la realidad y se fundamentan en discursos vacíos y olvidan lo medular, la unidad de los venezolanos.
Debemos estar claros, conscientes y convencidos, y así lo tenemos que expresar. El régimen está al día de hoy sin posibilidad de ganar un proceso electoral, su descomposición interna es evidente y las condiciones infrahumanas a que tiene sometido a todas las familias venezolanas no puede ser más dramática. Ante la gravísima situación que vive Venezuela, preparémonos para cualquier escenario. Hagamos lo correcto, no nos equivoquemos, escuchémonos, entendámonos, integrémonos, que prive la racionalidad, que se escuche el clamor popular y se respete su voluntad.