Apóyanos

Venerar forajidos, vivos o muertos

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Los hombres del norte, centro y suramericanos somos proclives a venerar criminales históricos. No me ofusca la presencia de extranjeros en Venezuela que ocultan en sus alforjas la catequesis del adoctrinado para propugnar que asesinos gobiernen. No soy xenófobo, aun cuando admito que sí experimento una irreprochable «déspotafobia» por causa de los tiranos extranjeros que ejercen una letal influencia y dominio sobre quienes gobiernan [ilegítimamente] en nuestro desahuciado país. Son tan ilegales, repulsivas y denigrantes las explícitas intervenciones de ciertos e insaciables forasteros como las malandanzas oficialistas de esa misma clase de individuos en funciones de mando en ajenas jurisdicciones.

Si por gentileza estuviese obligado a corregir mis calificativos para mejor decir que ninguno de ellos es «malparido», sino «ser humano mal portado», entonces enunciaré que los unos dictan a sus discípulos-secuaces-regentes-nativos cómo devastar a una república sin riesgo de enfrentar actos insurreccionales por parte de una población empobrecida pero encabritada, que también a punto de ebullición. El malestar entre quienes somos ciudadanos venezolanos es inmenso, cierto, pero pocos aceptamos propuestas de levantamientos armados contra quienes nos sofocan con desparpajo y cinismo. Cierto que los sentimientos de hermandad nos confieren características únicas en América Latina, y las guerras entre paisanos extreman vileza y corrupción. Los que oprimen no pelean cuerpo a cuerpo, son cobardes: cómodamente sentados en butacas y gozosos, miran a quienes se matan por nada de importancia trascendental.

Es evidente el hartazgo colectivo por el repetitivo discursito de los idiotas en el poder  [cuya peligrosidad no subestimo] mediante los cuales transfieren sus culpas al «Imperio Yanqui», por ejemplo, que, sin embargo, jamás tuvo ni la presencia indiscutible en Venezuela del «Imperio Chino» ni de la casta cubana parasitaria, mendicante y militarista colocándonos en decúbito. Presencia investida de «preponderancia», con aprobación de asambleístas que cometen «traición a la patria».

Mi infancia transcurrió en Tía Juana, estado Zulia, en cuyos campos petroleros trabajó mi padre durante cuarenta años  [recuerdo a The Creole Petroleum Company, Mene Grande Oil Company, Texaco y Shell of Venezuelan]. Fueron empresas transnacionales dirigidas por norteamericanos algunas, ingleses otras y hasta canadienses. Nunca vi retratos de Thomas Jefferson, George Whashington, Benjamin Franklin o reyes de Inglaterra en ninguna oficina de las citadas empresas transnacionales, ambulatorios, hospitales, universidades, escuelas, liceos u otras instituciones del país. Pero, en el curso del siglo XXI, los venezolanos hemos sido sometidos a tener que mirar imágenes de criminales ultimomundistas en organismos públicos [de Ernesto «Che» Guevara o Fidel Castro Ruz, por ejemplo].

Todavía los traidores no han colocado fotografías de Mao Tse-tung en todas partes, pese al enorme endeudamiento al cual nos sometieron ante el «Imperio Chino»: cuya presencia de mercadería es fortísima. De ellos se rumora que «se comen todo lo que se mueve, hasta lo inanimado pútrido», porque también son carroñeros. Nunca veremos cortejos fúnebres de chinos, son antropófagos. No se aparean para reproducirse con quienes no sean de su raza [al menos en Venezuela].  Les gustan, demasiado, los billetes y sus negocios no son inspeccionados por nadie.

Ofertada una revolución, suele pasar de anunciados anhelos de cambios en los ámbitos humanísticos-científicos y tecnológicos a patéticas escaramuzas e inconmensurables tragedias sociales sólo porque algunos pervierten su significado para incinerar repúblicas con extrema morbosidad. Empero, antes saquean las riquezas en los países donde logran servidumbre y complicidad.

@jurescritor

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional