Hambrear como recurso planificado es habitual en regímenes fascistas. Stalin lo hizo eliminando a millones de rusos que consideró prescindibles para el programa soviético. Las cifras de víctimas cambian a medida que se investiga, pero todas parten de 7 millones. Mi primo Arie Warszavska, judío polaco, periodista, fue expulsado a Siberia porque se atrevió a señalar en el comité regional algunos errores cometidos por su Partido Comunista. Se las ingenió para enviar una esquela curtida al apartado 163 del correo caraqueño en Carmelitas para suplicar la devolución del sobre con migas del pan de nuestra mesa. Así reportó su destino.
El nazismo desnutrió a poblaciones enteras antes de aplicarlo en campos de concentración y exterminio, los sobrevivientes fueron a cámaras de gas. Para minusválidos y enfermos hospitalizados fabricaron caldos sin proteínas de obligatoria comida a fin de eliminarlos con rapidez. Mi tía materna Guta Warshavska, modista de oficio, y su esposo Abraham Hirshbein, sastre, -en Auschwitz cuatro años sin saber uno del otro hasta finalizar la guerra- fueron usados para coser uniformes militares y los harapos de sus hermanos luego gaseados. Ambos repartían las pequeñas raciones de pan duro y hervidos con las conchas de papas para aplacar el hambre por varias horas. Aún parecían esqueletos andantes cuando en 1946 llegaron a Venezuela.
Hambrunas concebidas por las revoluciones “soberanas”, léase castrocubanas y chavistas, utilizan otro sistema. La destrucción sistemática de lo construido por el gobierno anterior, sea cual sea su logro político y productivo. Es un fijo trapiche que desmenuza y traga lo existente para luego culpar de su fracaso a Estados Unidos y exigirle sin pausa la eliminación del “bloqueo” y las sanciones que llaman métodos imperialistas exclusivamente yanquis.
Susana Raffalli (Caracas, 1950) se graduó en la Universidad Central de Venezuela, luego con larga experiencia laboral en el Hospital Johns Hopkins de Estados Unidos. Desde su país y por más de 20 años se desempeña como respetada especialista activa en seguridad alimentaria, nutrición pública y asistencia humanitaria. Su reciente información que difunden al detalle medios digitales contiene datos verificados y trágicas conclusiones.
Una minoría poblacional todavía se alimenta adecuadamente, se sirve de ahorros y remesas, sector que preside la selecta clase gubernamental de la “Venezuela arreglada” y sus enchufados que pueden acceder incluso a delicateses en bodegones.
La actual población de Venezuela se calcula en 29 millones hasta mayo del año presente, de ellos 5,5 millones -67% son clases media y baja empobrecidas- come sin nutrirse, pues depende si acaso de las fraudulentas bolsas CLAP y cazando deshechos de restaurantes y mercados. El resto pide al menos una comida diaria en locales de caridad y devora restos en los basureros. “A finales de 2023, Venezuela encabezó la mayor tasa mundial de inflación en alimentos. Casi 1 millón de niños sufren desnutrición aguda y crónica”, refiere la experta Raffalli.
Siete de cada diez venezolanos son mendicantes. El profesor Ramón Cardozo Álvarez (universidades Monteávila y Metropolitana) considera que estamos en los resultados de “la militarización e ideologización del campesinado venezolano”.
La modesta biblioteca de mi primer hogar forjado por padres inmigrantes, traducidos al yiddish, incluía textos parciales de Carlos Marx y también de Knut Hamsum, el noruego Premio Nobel en 1920. Vale que las nuevas generaciones conozcan siquiera una síntesis de su novela Hambre, donde narra el angustioso padecer de un desempleado, representante de millones, en una sociedad mísera, fragmentada, inestable y finalmente destruida. Del inglés traducida al castellano en 2014 por Editores Mexicanos Unidos, necesita una reedición urgente. La literatura clásica ilumina hasta el fondo más tenebroso.
El mecanismo de hambrear es la médula programada para desaparecer al que fue un país regido por una Constitución democrática donde mediante estudios y labores opcionales se podía ascender en la escala social.
Desde hace 25 años es un catastrófico revolucionario apartheid.