Aunque las cosas parezcan más calmadas en Israel porque el gobierno de coalición que encabeza Benjamín Netanyahu no haya lanzado una respuesta fulminante a la agresión iraní del 13 de abril, la verdad es que esta falta de respuesta es pan para hoy y hambre para mañana. Uno de los primeros objetivos del 7 de octubre, cuando Irán dirigió la operación de Hamás en el sur de Israel, era cercenar las avanzadas negociaciones entre Israel y Arabia Saudí para el pleno establecimiento de relaciones diplomáticas. En primera instancia lo lograron, ciertamente. Pero el sábado pasado vimos cómo el ejército saudí participó en la interceptación de los drones y misiles disparados por Irán contra el Estado de Israel. Hay algo que no ha funcionado en la estrategia de Teherán. Menos mal. Porque yo creo que es mucho lo que sí les está marchando.
La idea de que como la cúpula de hierro israelí sí funcionó ahora deben demostrar contención es uno de los mayores disparates estratégicos de la Historia. Contención para que Sánchez siga promoviendo el reconocimiento de un Estado Palestino cuyos potenciales dirigentes buscan la destrucción del Estado de Israel. Eso se llama suicidio.
La mayoría de los diferentes dirigentes palestinos a lo largo de décadas han mantenido su intención de destruir el Estado de Israel. No han pretendido ni disimularlo. Mientras las Fuerzas de Defensa Israelíes concentraban su atención en la Franja de Gaza, otro criado de Teherán, Hizballah, el Partido de Dios, ha disparado más de 3.000 proyectiles en el norte de Israel, con el resultado de conseguir despoblar la zona. La reacción de la Administración Biden es pedir al gobierno de Netanyahu que no respondan para no generar una escalada. ¿Quién gana con esta agresión?
El resultado siempre es el mismo. Cuando Israel no puede soportar más ataques y responde para defender su soberanía y a su población, la reacción de Occidente, empezando por los Sánchez de muchos países, es exigir que no haya una escalada. Yo te acribillo con 355 misiles y drones y tú no respondas para no provocar una escalada. A pesar de que éste ha sido el mayor ataque con drones jamás perpetrado, a los que hay que sumar unos 150 misiles.
El resultado de todo esto es que las guerras que ahora confronta Israel se libran según las reglas de Irán y sus empleados en la región. Para no «crear tensión» se ha permitido durante tres lustros que Hamás sembrase las entrañas de Gaza de una red de túneles que hace su derrota prácticamente imposible. Pero como no disparaban sus armas mientras hacían sus túneles no se podía atacarles. Se debía mantener la contención.
Si la política de Biden se cumple e Israel no responde al ataque de Irán gracias a que su escudo funcionó muy bien, habrá más ataques y cada vez con mayor éxito. Esto es como decir que, si el 7 de octubre la inteligencia y el Ejército israelí hubieran estado alerta y hubieran impedido la agresión de Hamás con un éxito total, Israel no habría tenido derecho a responder. Falso. El Estado de Israel tiene el derecho y el deber de sobrevivir. Y tiene que enfrentarse a los que le libran la guerra sobre el terreno, como Irán y sus instrumentos terroristas, o en los despachos, como Pedro Sánchez, Dios lo confunda.
Artículo publicado en el diario El Debate de España