Fue la máxima atribuida al emperador romano Julio César de una larga lista de tiranicidios para intimidar al adversario que aún sobreviven en el siglo XXI, resultando más cobardes ante sus inminentes capturas y muertes que de la dignidad de esperarla, arrepintiéndose delante de un cura, de sus pecados como si con ello Dios les abriera las puertas de su reino por no tener las de Hitler, quien, al no poder vencer, prefirió morir. Con el transcurrir de los siglos un escritor visionario, George Orwell, los plasmaría en su novela 1984 con un terrible modelo de totalitarismo. Lo cierto es que la vulgar fuga del tirano sirio Bashar al-Assad con sus pantalones evacuados a Rusia, indica una tragedia psíquica y física bien narrada por Sófocles en Antígona, pero en nuestra contemporaneidad, recordemos a los Somoza explotados en la Nicaragua de su copia y pega Daniel Ortega, los Castro en Cuba. ¿Y qué no decir del Trujillo que en Dominicana todo llevaba su nombre y cómo olvidar a Sadam Hussein escondido en una cloaca para luego ser ahorcado y así muchos más?
El “morir o vencer” del César sería plagiado por Fidel Castro y en el siglo XXI por Hugo Chávez Frías en los cuarteles venezolanos “Patria, socialismo o muerte” que agobiado por su enfermedad pasaría a ser “Patria socialismo y vida” del que nadie se acuerda por aquel decir español “Rey muerto, rey puesto”, que como pajarito se le apareció a Maduro y espantado voló.
Del “morir a vivir” del César fue patético para el Gadafi ajusticiado por una turba endemoniada que por supuesto condenamos como aquel genocida decreto de Bolívar “Guerra a muerte”, a pesar de su abolición por la histórica “Declaración Universal de los Derechos del Hombre” impuesto este siglo XXI como “Ley Bolívar“ que impone la muerte cívica a sus ciudadanos y más condenable no pudo ser que precisamente el régimen militarista civil venezolano le haya conferido una réplica de la espada que el Congreso peruano le otorgara al Libertador a unos genocidas como Gadafi y Bashar al-Assad, este último visto como un “libertador” según Hugo Chávez Frías.
Entre tiranos te veas, pudieran decirse quienes se mantienen en el poder sin esconder el inmediato destino de sus propias sombras dolarizadas mas no disfrutadas, menos en la autocracia rusa de Putin el mismísimo alcahuete de algunos —no todos— los militares y civiles del desgobierno venezolano a la hora que les revienten un triquitraque en las patas, por aquel otro castizo refrán de que a cada cochino le llega su “sábado”. De las tiranías venezolanas sólo Guzmán Blanco y Pérez Jiménez disfrutaron de sus bienes malhabidos pensando en su familia, que Chávez al Panteón Nacional llevó como otros tantos corruptos militares y civiles disfrutan precisamente no en Rusia, sino en la Europa occidental.
De la tiranía de Bashar al-Assad ha quedado al descubierto su prisión Secondy que en la Alemania nazi era identificada como “machetadora de huesos” en los conocidos campos de concentración (Auschwitz) que se quedaron corto con lo que se acaba de ver por órdenes del hoy llamado “carnicero de Damasco”, típico personaje del Gran Hermano te vigila que por cierto en Venezuela no hubo calle con la siniestra mirada de Chávez, el todopoderoso en la novela 1984 de George Orwell, seudónimo del escritor británico Eric Arthur Blair setenta años años atrás que muestra las dictaduras totalitarias del siglo XXI con el control de la ciudadanía, calificativo que tanto prefirió Bolívar ante el título de Libertador. Bashar al-Assad mantuvo a sus adversarios por años bajo su dominio dosificando sus muertes que en muchos de sus métodos se parecen al Helicoide, mas nunca al Yare donde pasaron vacaciones los insurgentes de 1992 y así son las cosas, como dijera Oscar Yanes.
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