Vengo del futuro. Solo voy a describir lo que se vio. Un panorama inédito e insólito que muy poco se proyecta frente a esta coyuntura política y electoral que se está viviendo en Venezuela.
Dos décadas habían transcurrido desde esa desgraciada noche del 28 de julio de 2024 en la baranda del CNE. Como si estuvieran celebrando los 70 años del nacimiento de Hugo Chávez, Elvis Amoroso en su carácter de presidente del organismo electoral, acompañado del resto de los rectores, hizo el anuncio de la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales esbozando una sonrisa contenida y regando un manto de decepción y depresión en la población que esperaba ese día el inicio de un cambio político. No hubo anuncios previos de la oposición desde una sala de totalización que se había activado en una islita abandonada muy cerca de Yakarta en Krakatoa al este de Java, ni de la otra alterna en las inmediaciones de la ensenada de Cook en Anchorage en Alaska. No llegó toda la data. A las 6:00 de la tarde de ese día, apenas se pudo reunir 42% de las actas de los escrutinios de las mesas electorales de 95% de ocupación que había sido anunciado con bombos y platillos, 48 horas antes por los jefes de los partidos de la plataforma unitaria. La realidad era que solo se había contactado y coordinado un compromiso de 72% de los testigos principales y suplentes en las mesas y centros electorales, de los cuales al final solo permanecieron en el cierre de las mesas electorales y en la finalización de los escrutinios, ese 42% en el que había arrasado Edmundo González Urrutia con 54% de los votos contra 31% de Nicolás Maduro. Pero no se podían hacer anuncios. No se podían difundir informes de victoria como estaba pautado antes del CNE y mucho menos hacer denuncias de fraude como todos sospechaban que había ocurrido. Ese porcentaje no era suficiente para informar resultados con una tendencia irreversible. Faltaba 58% de las actas. No se pudo completar el 100% de las 28.180 mesas en el padrón electoral y los comanditos, fundamentales para la defensa del voto y para los anuncios desde Krakatoa y desde Alaska.
Muchas cosas ocurrieron en esos veinte años. Nicolás Maduro gobernó hasta el año 2030 sin ninguna oposición que lo molestara. Ese año de elecciones no se presentó por problemas de salud y lo relevó en la campaña presidencial Rosinés Chávez, quien ganó por un amplio margen con una coalición donde estaban algunos factores de la oposición desde los tiempos de la cuarta república y de Hugo Chávez. Los militares estaban cogobernando más cómodamente con Rosinés. Vladimir Padrino ya había cumplido 35 años como ministro de la Defensa y se había permitido como tal algunas licencias desde el Fuerte Tiuna que nuclearon el sentimiento de unidad nacional y de patriotismo en toda Venezuela. El régimen y la oposición caminaban aparejados y agarrados de la mano envueltos en el pabellón nacional después de que la fuerza armada nacional incursionara en el territorio Esequibo, lo recuperara soberanamente y lo incorporara de hecho al territorio nacional después de tanta espera desde 1899. Desde ese instante se empezó a disfrutar de la riqueza de ese territorio y el país empezó a recuperar el modo de vida desde los tiempos de la Venezuela saudita. El ejército inauguró en el territorio recuperado una instalación militar, Fuerte Capriles, frente a Georgetown, la capital de Guyana en las mediaciones de Bartica. La armada botó hacia el océano Atlántico el moderno portaaviones nuclear ARV Juan Guaidó y la fuerza aérea reubicó todas sus modernas aeronaves de combate en la Base Aérea Henry Ramos, cerca de Mabaruma y Morawhanna. Manuel Rosales aún se mantenía como gobernador del estado y hacia diligencias de secesión para declarar la independencia en la república del Zulia. El país vivía tiempos de reconciliación, de encuentro, de unidad, de paz, después del año 2030 con Rosinés en Miraflores y Padrino en Fuerte Tiuna después de casi 5 lustros en el quinto piso. Y todo eso fue gracias a que solo se pudo completar 42% de las actas electorales el día 28 de julio de 2024 y no se pudo anunciar la tendencia irreversible con la que Edmundo González Urrutia había arrasado en las elecciones presidenciales de ese día con 54% de los votos contra 31% de Nicolás Maduro.
La gente de la oposición, entre los cuales estaban muchos de los 8 millones de venezolanos de la diáspora que ya habían retornado, viviendo esos nuevos tiempos boyantes, felices, de modernidad y de desarrollo del país parecidos a los del ta’ barato dame dos de la década de los setenta y parte de los ochenta, decía recordando esa noche del 28 de julio de 2024 veinte años después: ¡Menos mal que no se logró completar el 100% del padrón electoral y los comanditos en esa oportunidad!
Ya de retorno al presente. No son 42, ni 58, ni 72, ni 95% de ocupación de los centros electorales y las 28.180 mesas electorales. Se trata de ocupar el 100% de los integrantes del padrón electoral y los comanditos para poder realizar la defensa del voto y sus resultados con eficiencia. A través de una sola mesa electoral sin testigos se filtra el fraude. El futuro no será como el que está descrito en la ficción anterior.
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