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Valor a la vida

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En definitiva, con el pasar de los años, los diferentes países del mundo no han aprendido la lección de que, para dirimir sus diferencias, la única forma que encuentran es apelar a la violencia. Me cuesta creer que haya personas en el planeta que piensen que matando a civiles inocentes, a militares de uno u otro bando o simplemente bombardear ciudades, pueden imponer ideas y formas de vida, y además desfasados y descerebrados que le hacen la comparsa apoyando esta barbarie. Entonces, ¿dónde queda la humanidad? ¿Cómo es posible que haya gobernantes en el orbe que puedan dormir tranquilos por los muertos y el desastre que ocasionaron?

Hay que tener presente que las guerras son momentos de la existencia humana muy difíciles, son épocas en las cuales hombres, mujeres y niños atraviesan situaciones de incertidumbre, miedo y terror. Los que participan en ella, sean ganadores o perdedores, todos, absolutamente todos, salen perjudicados, no hay vencedores ni vencidos, solo hay tristeza y desolación. Pero, comienzan los peros, lamentablemente la civilización ha hecho de los conflictos bélicos una constante, en la cual los seres humanos no han sabido desprenderse.

Por lo tanto, la guerra es un acto irrazonable, en el cual prevalecen las balas sobre la tolerancia y la racionalidad. Ya los sentimientos no valen, ya la comprensión no vale, ya la tolerancia no vale. Nos enfrascamos en una dinámica destructiva, por el simple hecho de que pensamos que para lograr algún tipo de reconocimiento en nuestras argumentaciones, hay que escribir esas palabras con la sangre de nuestros adversarios. A veces los animales aparentan más racionalidad que los hombres.

Al parecer, no le damos el justo valor a la vida, sin embargo aquellos que tienen posición de poder y están sentados sobre su poderío militar, menos les importa la existencia de otros. Esos jerarcas, que son valientes por televisión y vociferan improperios y mentiras en cadena nacional, al oír la primera detonación se esconden en lo más profundo de sus bunkers, porque temen morir, porque temen rendir cuentas a la justicia.

Pero, otro pero más, a esos gobernantes que están anclados en el pasado y regentan sistemas dictatoriales no les importa nada la pena y el desconsuelo que originan sus decisiones, porque para ellos la vida de otros no valen nada, ya que su finalidad es distribuir destrucción y miseria para aquellos que osan pensar y actuar diferente a sus preceptos.

Menos les importa el tema religioso y la piedad expresada en la biblia y en todos los libros santos. Porque son tan cínicos, que cuando van a atacar a los desvalidos, solicitan la ayuda y la bendición de su dios, para lograr el éxito de matar a otros hermanos. ¡Qué ironía! ¡Que barbarie!

Por lo tanto, la paz se obtendrá en la medida de lograr oprimir al enemigo, anularlo y en caso extremo, matarlo, para que así no quede vestigio de sus ideales, porque esa vida, para un dictador, para un megalómano, no importa.

Es por eso que toda conflagración entre hermanos se realiza alejada de cualquier indicio de conciencia, convirtiendo todo en una competencia de números a ver quién ha matado más, quién ha originado más destrucción, quién ha causado el mayor daño. No importan las víctimas y mucho menos los niños, que ven truncada su infancia, porque han tenido que dejar de jugar, de estudiar, de soñar, para salvar sus vidas y lamentablemente muchos no lo logran, porque en su camino han encontrado balas y bombas que castran su inocencia.

Solo hay que oír a Vladimir, junto con las incoherencias de Nicolás, alegando que aman a la humanidad, que están supuestamente defendiendo los intereses de su pueblo, pero sus acciones están alejadas de cualquier vestigio de piedad, de tolerancia y respeto hacia aquellos que tienen el derecho a vivir y pensar diferente. ¿Dónde queda la autodeterminación de los pueblos? Estos comunistas, que a la larga son dictadores, son todos iguales, aprenden unos de otros. Para justificar su permanencia en el poder, crean enemigos, la mayoría falsos, para generar miedo en la sociedad y convertirse ellos en los únicos salvadores de la patria.

Estos dictadores de nuevo cuño buscan trascender a través de los fusiles de los militares, ya que por méritos propios están lejos de cualquier acción inteligente, mucho menos en pro del país que tienen oprimido. Se le suma, además, su retórica populista, prometiendo lo imposible para los pendejos, pero, seguimos con los peros, para su entorno familiar son muy concretos, precisos y concisos a la hora de realizar negocios para su propio beneficio.

Sin embargo, debido a su proceder, viven sumidos en el sobresalto y el espanto ante cualquier persona, grupos u organizaciones que sean capaces de desnudar sus mentiras. Por eso, para justificar su mala praxis, se esmeran en controlar la información, para así saber qué hacer con los datos obtenidos, lidiar con las amenazas, realizar las suyas y vigilar a todos a través del terrorismo de Estado. Porque controlando la información, pueden aplastar a sus rivales, ya que la única lealtad que tienen es para sí mismos.

En lo que sí son hábiles estos señores de la guerra es que su entorno se enriquezca de manera grosera y grotesca. No guardan ni las formas, se roban hasta el agua de los floreros, de hecho, se ufanan y muestran al público su súbita riqueza mal habida. De este modo se ha integrado toda una nomenclatura que le da soporte económico a los dictadores y a su vez, sostendrán sus juegos de guerra. Este dinero, producto de la corrupción, el tráfico de influencias y el peculado de uso es utilizado para sus propios fines, además, lo exhiben como un símbolo de prestigio y de invencibilidad, en pocas palabras, es el emblema de toda dictadura. Cualquier semejanza con Vladimir, Aleksandr, Nicolás, Daniel, Miguel o Kim, es mera coincidencia.

Estos tiranos autócratas, para evitar el escrutinio público de sus acciones y a la vez cambiar el cauce de la información, controlan a los medios de comunicación con leyes draconianas, impidiendo su libre acceso y al mismo tiempo, poder dominar y vigilar el derecho a pensar, a comparar, a decidir de cualquier ciudadano. Por lo tanto, los medios de comunicación, como las redes sociales, se convierten en caja de resonancia de mensajes de apoyo al régimen. Para eso y contrarrestar al periodismo libre, utilizan la práctica de la anticipación, para contener los efectos de los mensajes que le sean adversos, creando de esta manera, su propia fábula de invencibilidad.

Recapitulando, todos los dictadores son cobardes, su única virtud es el terror, ideologizan a través de la propaganda, controlan las élites para garantizar su continuo flujo de dinero, son expertos en diosificar a gobernantes que llegaron tarde a la repartición de cerebros, su arma de convencimiento es la violencia, pero, no escapamos de los peros, su legado más nefasto es el vacío que dejan en la sociedad, porque lo que les importa es su avaricia y su hambre de poder, ya que en el fondo, son criminales que se disfrazan con uniforme militar y usan los elementos antes mencionados como herramientas para seguir imponiendo su dominio, nada democrático, para no olvidar.

Sin embargo, hasta que la sociedad no aprenda que la vida de todo ser humano es más importante que bandera alguna, de esta forma podremos poner fin a cualquier conflicto armado, porque como hombres y mujeres, hemos sido capaces de superar nuestras propias fallas. Ya que los verdaderos soldados de una contienda son la paciencia y el tiempo, los únicos capaces de defender a los débiles, imponer la justicia y establecer reglas claras para la convivencia en paz, armonía y calma.

Pero, el del estribo, pasarán muchos años para que podamos instaurar regímenes democráticos que puedan brindar la mejor estabilidad a los ciudadanos y desechar de una vez por todas esa utopía de las dictaduras ilustradas, sean civiles como militares, porque ambas minan el proceso de libertad de las personas. No debemos olvidar que el régimen que dura muchos años ejerciendo el poder hace perder a la población la experiencia política de buscar mejores alternativas, para diseñar un futuro distinto para la comunidad. Porque la verdadera esencia de todo sistema totalitario, personalista y retrógrado no es la estabilidad que supuestamente venden a través de su sistema de propaganda, no, sino sus improvisaciones y caprichos en el momento de gobernar, porque jamás respetarán las reglas básicas de convivencia, respeto y tolerancia.

Finalizando, hay que evitar con todas las herramientas de la concordia, la unión y el respeto, cualquier conflicto armado, porque enfrentar hermanos contra hermanos no brinda soluciones mágicas a las diferencias que son naturales entre las personas, porque la destrucción, el caos y la muerte, son indicadores de que no somos capaces de solventar nuestros problemas y convertimos nuestros errores en soluciones.

El número de bajas, los heridos y la destrucción de una nación, no señala quién es el ganador o el perdedor en una guerra, por lo tanto toda la humanidad, cuando le dé más importancia a su capacidad de resolver las diferencias y problemas a través del diálogo, podremos darle el justo valor a la vida y no a los logros militares.

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