En días recientes escuché unas declaraciones que daba Arturo Uslar Pietri en 1996. Estaba como invitado en el programa de televisión 24 Horas, la conocida producción que por muchos años tuvo Venevisión en su parrilla. Se conmemoraban los 90 años de vida del escritor. De entrevistadores estaban Oscar Yanes, Unai Amenábar y Carlos Fernandes.
Entre muchas otras cosas Uslar Pietri comentaba sobre la situación del país para aquel entonces. Lo que hacía o no el gobierno de Rafael Caldera, sus aciertos y errores, y temas en boga para la época, entre ellos la privatización de Pdvsa. En el contexto y en las circunstancias descritas, las declaraciones de Uslar Pietri me parecieron acertadas. Por un lado, cuestionaba el tamaño del Estado, la necesidad de limitar el tamaño del gobierno y cómo eso generaría mayor eficiencia en el manejo de los asuntos públicos.
Adicionalmente, y este puede que sea un tema más sensible para los venezolanos del presente, el escritor señalaba que el sistema democrático venezolano era imperfecto, y que lamentablemente la democracia venezolana, lejos de estar funcionando en su óptimo, había devenido en una partidocracia, entendiendo por ello un sistema en el que se desnaturalizaba el sentido de los partidos políticos, sus actores y su rol esencial para precisamente permitir el funcionamiento de la democracia.
Creo que sus señalamientos no fueron desacertados y, de hecho, creo que siguen siendo muy pertinentes para la actualidad, a casi tres décadas de haber sido planteados. En los últimos años, sin embargo, hay un hecho que quisiera resaltar. La figura de Arturo Uslar Pietri ha estado sometida a controversia, especialmente por su legado político en los últimos años de su vida. Junto a él, aparece también la figura de Rafael Caldera y los llamados Notables, a quienes básicamente se les achaca haber acabado con la democracia venezolana y abrirle las puertas al sistema que nos rige, encabezado en su momento por Hugo Chávez y, posteriormente por Nicolás Maduro.
El argumento es bastante conocido: Uslar Pietri, Caldera y los Notables se confabularon para destituir a Carlos Andrés Pérez en su segundo mandato, y apoyar y justificar las intentonas de golpe de Estado encabezadas por el chavismo durante este período presidencial. Además, la narrativa ha venido acompañada de un reforzamiento que entremezcla la nostalgia y datos reales sobre lo que fue la Venezuela de aquellos tiempos, sobre lo que hoy no se tiene y se perdió y que si se compara con la situación actual fácilmente pudiera traer añoranzas y melancolía.
No pretendo exculpar con estas líneas el rol que pudieron haber jugado en esos tiempos tanto Uslar, Caldera y los Notables, pero no dejo de preguntarme hasta qué punto hemos caído en el error de ver ahora a Carlos Andrés Pérez y su segundo mandato con un halo de idealización, derivado precisamente de la catástrofe que ha traído consigo dos décadas de chavismo. La historia reciente, sin duda ha reivindicado a CAP en muchos aspectos, especialmente por lo que implicó su férrea lucha contra los factores que precisamente buscaban socavar el sistema democrático mientras él era primer mandatario, en conjunto con un programa de gobierno que de haber sido implementado a rajatabla muy probablemente tendría a Venezuela hoy entre las naciones más ricas de América Latina y cuidado no del mundo.
Pero ese CAP idealizado, que en muchos casos también se ha construido por una narrativa interesada de los factores de la socialdemocracia contemporánea que, me atrevo a decir, pretende expiar sus pecados frente a sus errores de tres décadas atrás en cuanto al personaje, ha traído consigo la leyenda negra hacia personajes como Uslar Pietri, Caldera y los Notables. Y creo, lamentablemente, que ello también constituye un error.
Es muy sencillo ver los acontecimientos en forma de espejo retrovisor. Lo que sucedió, ya pasó y bien pueden sacarse conclusiones sin estar en el fragor de los acontecimientos. De allí que estimo que potenciar la leyenda negra de las figuras que señalo no creo que conduzca a un buen derrotero. ¿Es que acaso las cosas que decían carecían totalmente de sentido? En absoluto. Recordemos que buena parte del agotamiento de los partidos políticos venezolanos a finales del siglo XX vino precisamente por los propios partidos políticos, no solo durante los momentos más duros que enfrentó Carlos Andrés Pérez en su segundo mandato, sino también el propio Rafael Caldera y lo que fue la campaña presidencial de 1997. Allí ya no había notables conspirando contra CAP, el propio Caldera estaba en el ejercicio de su presidencia y Uslar ya estaba más alejado de la vida pública, nonagenario al fin. ¿Quién tendría la responsabilidad de los hechos que vinieron después? Como ciudadanos y como sociedad, muy probablemente tenemos más compromisos y obligaciones de las que quisiéramos reconocer. Es mucho más sencillo buscar un chivo expiatorio que simplifique nuestros dilemas y nos permita seguir adelante en el laberinto complejo de nuestra realidad.
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