No puede llamarse universidad una institución que actúa contra el libre pensamiento y tortura a sus estudiantes por opinar sobre la grave situación de su país.
La voz de los triunfadores en los pasados comicios se hizo sentir cuando María Corina Machado informó de la persecución y acoso contra los jóvenes de la Universidad Arturo Michelena que protestan por el fraude electoral. Fraude apoyado por las autoridades, en la voz del rector, Giovanni Nani Lozada.
El cuerpo directivo puede asumir libremente cualquier postura ante este hecho. Pero no es aceptable involucrar el centro de estudios en la persecución que el régimen venezolano mantiene en modo perverso. Eso se llama colaboración criminal.
¿Sabrá el rector y el resto de autoridades que las universidades durante un milenio han construido como camino fundamental ser centro para el entendimiento y el aprender de los saberes?
¿Conocen las autoridades que “esa articulación en torno al saber es la garantía para certificarlo, a quienes se acercan a él»? ¿Recuerdan a Derrida cuando planteaba la vigilancia del futuro y la renovación permanente?
La líder opositora se refiere al hecho, consternada ante los actos impropios a los estudiantes y las amenazas de denunciarlos ante los esbirros del régimen y chantajearlos vilmente.
No es posible que un centro de estudios superiores copie el método de tortura que hoy sufre la sociedad en general.
El ideal ético universal es el valor que la universidad debe entregar en sus apuntes a los jóvenes que mañana se integrarán a la dinámica social contemporánea; no puede permitirse unas autoridades con macabras y despóticas ideas integrados a cuerpos parapoliciales. Son cómplices de perseguidores y torturadores .
Si las autoridades se han formado en centros de alto respeto académico, según informan, deben salvar el prestigio de la educación superior y renunciar a esos cargos que hoy ostentan; son pistoleros atacantes de los derechos humanos, de la libertad y la razón de pensar y protestar de sus estudiantes.
Defender pacíficamente las ideas es la primera lección -no importa cuál sea su orientación -pero eso fortalece la discusión y el avance de estas, para ser planteadas mediante el conocimiento y la razón de ser.
Los instintos totalitarios de las autoridades de la Universidad Arturo Michelena merecen un repudio nacional del mundo académico. Como profesor universitario, interpreto que la mayoría se mueve en las aguas de la libertad y la libre cátedra, hoy asediada por la instrumentalización violenta del régimen. Es muy triste que en una casa de estudios superiores la relación entre estudiantes (víctimas) y autoridades (agresores) socave los derechos fundamentales de los primeros.
Más estridente resulta aún llamar a los torturadores del régimen, para entregarles los datos de quienes están planteando sus derechos.
Estamos ante una nueva violación de nuestra carta magna. Entre otros del artículo 102 :
- La educación es un derecho humano y un deber social fundamental.
- Garantiza el respeto a todas las corrientes del pensamiento.
- Promoverá el proceso de educación ciudadana.
De solo este artículo se desprende el ultraje a la Constitución por parte de las autoridades de la referida casa de estudios. Además de las disposiciones de los tratados internacionales sobre la materia.
Los posicionamientos teóricos en el campo académico deben ser respetados; es inaceptable que las autoridades de una universidad se sumen a las arbitrariedades y prácticas criminales del régimen que defienden. Háganlo con ideas. Son detestables los actos de fuerza contra jóvenes indefensos. Por esto tendrán que responder en el momento que se active la bandera de la justicia. Las reflexiones futuras sobre el poder represivo tendrán que analizar el papel de unas autoridades académicas participando en delación, amenazas y chantajes contra jóvenes desprotegidos. Que triste ese legado.
Convienen unas líneas al excelso representante cultural de nuestro país que fue Arturo Michelena. Unas de sus obras emblemáticas –Miranda en La Carraca y Carlota Corday ante el patíbulo– son referencias a su pensamiento por la libertad y una condena a las atrabiliarias actuaciones de los violentos de la época, que hoy se repiten como eco infame en nuestro colonizado país. Un pincel de alta estatura moral hoy dibujaría en su desagravio: ‘”estudiantes en el calabozo por pensar”.
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