La movilización popular basada en la justicia y la razón mueve los cimientos sociales, es una verdad comprobada a nivel generalizado. El mejor ejemplo es haber vencido parcialmente la presión humillante salarial a la cual ha sometido el régimen a la sociedad educativa venezolana; se ha mostrado que el control centralizado, la imposición por la fuerza de un modelo educativo antidemocrático, al férreo control sindical, al sometimiento oficial a las condiciones de trabajo y a las restricciones impuestas a la autonomía administrativa a las organizaciones educativas.
Las políticas impuestas han sido parcialmente afectadas por la unión espontánea y fuerza de los educadores poniendo freno al intento del régimen de toda acción controladora y centralizadora al servicio de una ideología de hambre y humillación la cual en buena parte es seguida con el argumento de someter a control tan importante sector, de limitar el supuesto gasto para el control de la inflación y del tipo de cambio, por cierto, receta administrada por consultores extranjeros que influyen en decisiones soberanas..
Las pretensiones oficiales sensibilizan a educadores y, en general a la población quienes reaccionan primero, tímidamente a la imposición sistemática de medidas odiosas que carcomen la economía familiar y, finalmente comprenden que una oposición férrea a esas medidas son instrumentos de lucha las que de alguna manera se pueda vencer a la fuerza bruta y autoritaria del régimen.
Se ha demostrado que la composición y unión de fuerzas con intereses comunes pueden vencer las acciones atentatorias a la libertad y la dependencia mediante la cual el régimen desea someter a la población usando contratos colectivos amañados e impuestos por sindicatos artificiales montados sobre una la política de remuneración humillante, despreciativa, y a normas que intentan someter a los educadores a controles centralizados de vieja data que afectan a la clase educadora.
Los factores motivadores de las centenares de movilizaciones fueron el justo reclamo de un bono vacacional ignorado, el pago desfasado de sueldos y salarios, pero sobre todo el mísero monto de la remuneración que obliga a una condición de efectos desbastadores en la calidad de vida, y muy especialmente de la seguridad social de los educadores que han visto evaporar sus beneficios sociales, el robo de sus fondos, la ausencia de aportes formales de sus instituciones sociales a los cuales se continúa aportando, pero que a todas luces son insignificantes y que como consecuencia de todo eso no pueden pagar los gastos crecientes del mantenimiento de la salud.
Los efectos inmediatos de la ausencia de financiamiento a los entes de la seguridad social ha sido fundamentalmente el miedo de enfermarse y, peor aún, ser sujeto de complicaciones o de intervenciones comprometidas. Ante la imposibilidad de ser atendidos en centros de salud se tiene el riesgo de no solo poner en peligro la misma sino la vida lo cual ocurre en frecuentes casos, Hemos comprobado que clínicas rechazan a pacientes aun en condiciones de gravedad los cuales no atiende sin miramientos a quienes buscan auxilio médico usando el argumento anti humanitario de no tener cobertura o recursos a los niveles exigidos lo cual los obliga a tratamientos domésticos búsqueda de ayudas o de la caridad, pero que seguramente conducirán al agravamiento de sus dolencias tal y como es el caso de cientos de ejemplos que han cobrado vidas en un hecho lamentablemente homicida..
Es cierto entonces que más allá de haber logrado con la fuerza de las movilizaciones un reconocimiento a un particular derecho laboral, quedan cientos de ellos que condicionan la vida del educador: sueldos justos, infraestructura adecuada, transporte, conocimientos actualizados, decoro en su modo de vida sin dejar de lado la libertad de catedra y libertad personal. Son cuestiones trascendentes que deben fortalecer la protesta la cual no puede ni debe bajar de tono sino todo lo contrario, subirlo, hacer la energía adecuada para lograr las reivindicaciones laborales, las condiciones y calidad de vida, libertad de enseñanza, lucha por la libertad, de elegir a sus gobernantes, y muy importante elegir a sus propias autoridades y, por supuesto potenciar el rechazo a un modelo ideológicamente comprometido con políticas extrañas a nuestra idiosincrasia.
Se ha producido un punto de inflexión, un pequeño logro llamado reconocimiento de un ínfimo derecho, pero la lista es larga que exige continuar con el reclamo justo, la defensa de la justicia, y reventar el continuismo de aquellos que por años gobiernan incluyendo a los dirigentes del movimiento sindical y de las propias instituciones educativas. Pero más allá de su entorno, la lucha es de cambiar el modelo político. Ello implica la construcción de un movimiento social importante orientado al desplazamiento de un sector político de líderes de papel que solo han comprometido al país con sus propios intereses en evidente cohabitación con el régimen quien ha cambiado a la sociedad venezolana para mal.
Es entonces necesario mantener la unión de la fuerza, la presión hacia la conquista libertaria, reventar las aspiraciones continuista de dirigentes interesados, lograr una nueva dirigencia comprometida con el país, y como si fuera poco, tener claro que nuestra patria ha sido invadida por fuerzas anti occidentales por una horda de países islámicos y expansionistas que no solo se han apoderado de los recursos del país sino que pretenden incluso el apoderamiento y uso de sus fuerzas para favorecer su presencia en el continente y desarrollar esquemas de dominación global apoyadas en la corrupción y el narcotráfico con una masa financiera que compra y arrasa con los intereses locales, soberanos y patrióticos.
La lucha debe profundizarse, no es posible que se caiga en la trampa de mantener la apariencia democrática con elecciones amañadas interesadas, y una tal oposición que requiere su continuidad. Hasta cuando el reclamo del derecho que más de tres millones de potenciales votantes en la diáspora los cuales tienen el derecho a elegir sus gobernantes, liberar un lastre de dos millones de electores virtuales, que se expulsen a pretendidos ciudadanos que no son tales sino invasores que tienen documentos para elegir como si fueran venezolanos, que se limpie el registro, los sistemas electorales y de dirigentes electorales, que se haga una selección adecuada e independiente de sus dirigentes, por tanto, esa fuerza de calle debe continuar y hacer de esta tarea un baluarte con movilización permanente hasta lograr objetivos mayores.
En la fuerza de la unión recae la responsabilidad del cambio, de lograr las aspiraciones ciudadanas, reconstruir un país y a sus instituciones. No se puede dejar que se nos continúen imponiendo condiciones humillantes, es un magnífico ejemplo haber arrinconado tímidamente a la fuerza del régimen que ha pretendió imponer medidas que afectan a millones de personas. Que así sea.