“El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla”. Isabel Allende.
Cuidado de aquellos que piensan que solo la unanimidad hace posible la unidad. Se equivocan a menudo. El acuerdo total es dificilísimo. Más valdría procurar la mayor suma de coincidencias admitiendo que persisten las diferencias y diversidades.
Por alguna razón lo resume así y me permito insistir en la cita del catedrático español Agapito Maestre que de memoria traigo: “Lo común nace de lo diferente”.
Cualquier proceso político en un ambiente que se reclame democrático supone la coexistencia y la cohabitación de los que piensen diferente, pero, si bien son distintos, no son antagónicos ni mucho menos enemigos.
El Estado constitucional es un sistema integrado por varios parámetros o elementos que actúan dinámicos; para comenzar, el reconocimiento y la garantía de los derechos humanos y ciudadanos, la disposición e instrumentación del principio de la legalidad y de la competencia contextualizado dentro de una esfera que algunos llaman Estado de Derecho, el dispositivo de control judicial de la constitucionalidad, la supremacía de la Constitución, la responsabilidad, la democracia y la práctica militante de la constitucionalidad rectora en el tiempo y en todos los espacios sociales.
El flujo que hace funcionar el Estado constitucional resulta entonces del conjunto de prestaciones, por así llamarles, que cada uno de esos institutos señalados aporta y sin que sea aceptable la disfunción de alguno o de varios de ellos sin afectar y comprometer al sistema todo.
Para controlar al poder cuya genética sabemos contiene genes peligrosos, es menester contenerlo y para ello, en el Estado constitucional se adelanta una gestión de procura de equilibrios y contrapesos, pero especialmente, debe obrar en los destinatarios del poder la opción de corregir el rumbo que de la dirección estratégica de la política que desarrollan los detentadores pueda hacerse un balance que así lo aconseje. Baste recordar a Schumpeter y al barón de Montesquieu para mejor comprender.
En Venezuela no hay Estado constitucional ni tampoco república y sobre eso hemos escrito antes. Una suerte de autoritarismo populista dizque ideologizado, militarizado e irresponsable opera en medio de todos los ilícitos endógenos, pero también, tolerando los que vienen de la vecindad. Muchos opinan que los dignatarios de esta suerte de satrapía constituyen una camarilla criminal. La somalización por otra parte es más que evidente y ante todos y, pareciera que entre la conformidad y la pasividad, la clase política cívico militar que gobierna, inepta y corrupta, además, deja hacer para ella misma prevalecer a todo evento. No somos ya soberanos en ningún sentido. Ni la potencia pública lo es ni el elenco ciudadano tampoco.
Hemos sido y vivimos en una seudoconstitucionalidad y en medio de simulaciones democráticas que siguen a un proceso de empobrecimiento galopante que ignoran los gravámenes que ello representa.
El panorama descrito está largamente soportado en estudios de alcance científico y epistemológico y no puede seriamente ser negado, aunque el cinismo oficialista se permita la compulsión de la mentira y la soberbia.
Frente a toda esta catajarria de exultantes verdades, del otro lado, el del país disidente que languidece o apenas se queja del mal gobierno no expresa sino tenuemente la inconformidad, y lo peor es que se prescinde del valor más importante, la consciencia de nuestra situación y la perniciosa condición en que cada día profundizamos.
¿Oposición? ¿Cuál? Salvo el debilitado pero valiente Guaidó o acciones ciudadanas modestas pero legítimas como la del referéndum revocatorio, el establecimiento partidista no se hace sentir o ya se resigna a esperar hierático la próxima cita electoral. Entretanto, el pobre pueblo desasistido y desesperanzado sobrevive.
Los entendidos hablan de desunión y ya incluso el vocablo unidad se torna soso, insípido, frío, incoloro. La huelga electoral y la antipolítica erosionaron y sostienen a una nacionalidad desciudadanizada. Es tiempo de servir realmente al país y no a las ambiciones de unos y otros que en su cálculo y letargo contribuyen al sostenimiento del régimen.
No hay unidad, pero ¿puede haber coincidencias? En lugar de negarlo todo o displicentemente desconocer a los demás, no puede al menos acordarse en torno a algunos presupuestos fundamentales y activar en lugar de permanecer en el sofá o tecleando amarguras y maledicencias.
Soliviantar al idiotizado cuerpo político debe ser en lo estratégico tarea de todos los días. Para eso, debemos acompañar al sufrido y victimado pueblo en la defensa de sus derechos.
El martes pasado hubo una protesta por los salarios y en reclamo a la miseración de los jubilados y pensionados. Debió ser una jornada nacional de protestas y me pregunto si sobre ese y otros temas no pudo o puede verse a los que se han ungido como los presidenciales encabezando marchas y concentraciones al lado de los que padecen cotidianamente a la revolución de todos los fracasos y de todos los abusos.
¿Qué puede pasar? Este régimen sabemos es antidemocrático, pero, usa máscara. Pongámoslo en evidencia como pasó con el referéndum revocatorio que los desnudó ante el mundo. Ya citaba a un amigo que insistía en que en el juego con los rudos y sucios había que provocarlos a cometer foul y así deslindar los campos éticos y morales.
De pronto, alguien gritará que el rey está desnudo y repentinamente, quizás, la reacción rebelde del hoy postrado pueblo y de su organización social, política e institucional, interna y externa, harán click y produciremos el cambio.
Empero si, por el contrario, echados en su inacción, en la espera de aquel tal vez me toque o nos corresponda, se mantienen, sin prácticamente hacer nada más que aprovecharse de sus confortables existencias, sin jugársela por ese pobre pueblo que sobrelleva el dolor, el hambre y la desesperanza, atentos sin embargo a una gran epifanía que nos revele sus virtudes, entonces, pudiera llegar un barajo político que nos convenciera de que hay otro camino con otras mujeres y hombres adelante, prestos, ellos sí, a concretar la faena, al costo que haya que pagar.
El régimen recurre a las formas aviesas de control social, pero, día a día pierde apoyo y lo que importa más, continúa desdibujándose ante sí mismo y para aquel grupo de compatriotas que creyeron en él y lo apoyaron y alentaron ingenuos y cándidos.
Urge salir y visitar con la verdad por delante y si la dirigencia, los ungidos fallan, ciudadanicemos el desempeño político porque si algo resalta como tarea pendiente es hacer política y sobre todo despertar ciudadanía.
@nchittylaroche
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