El régimen que desde hace demasiados años asola a este país, ha envilecido, corrompido, empobrecido, dividido y destruido a personas, empresas, a valores fundamentales de la sociedad venezolana y a la institucionalidad del Estado.
Una muestra de tal aserto, la constituye la participación activa y hegemónica de miembros del estamento militar en el proyecto totalitario y depredador del régimen que nos desgobierna. Su presencia se ha acrecentado y ha involucrado, de forma peligrosamente determinante, a la institución armada en la corresponsabilidad de conducir los destinos de la nación. Los efectivos militares, ejerciendo diversas funciones, diferentes a las que les corresponde, han sido y son ministros, viceministros, presidentes de institutos autónomos y empresas del Estado, embajadores y pare usted de contar; cogobiernan plenamente con el partido político gubernamental y forman parte de la cúpula que actúa ineficiente y corruptamente conduciendo el proyecto político del gobierno, por tanto, no pueden evadir la enorme responsabilidad que corresponde atribuirles en el turbulento y caótico balance que presenta Venezuela como consecuencia del largo tiempo que este malhadado régimen lleva en el poder.
Con la complicidad y desidia criminal de la institucionalidad del país, el otrora rol de la Fuerza Armada ha cambiado. Se ha convertido en un partido político armado, una beligerante fuerza de ocupación que desnaturaliza la visión que, según lo establecido por la Constitución, está obligado a cumplir ese conglomerado de individuos que portan el uniforme y las armas de la República para la “defensa y salvaguardia” de la soberanía; ahora, son utilizadas para acorralar, amedrentar y reprimir a una población que se resiste valientemente a aceptar dócilmente las aberrantes imposiciones del régimen. Vemos como la capacidad disuasiva de la FANB es usada perversamente por la camarilla de la cúpula castrense, para inhibir al pensamiento opositor y para amenazar peligrosamente a una población pacífica y desarmada que quiere vivir en paz. La FANB fue una institución al servicio de todos los venezolanos y es triste e irritante verla sometida a los desvaríos mesiánicos de un segundón incapaz, enloquecido por su fracasada alteridad con el que se fue y definitivamente superado por la inmensidad de las responsabilidades inherentes al cargo que desacertadamente ocupa.
Desafortunadamente para la nación, muchos de los integrantes de las FANB han participado y participan activamente en el desaguisado gubernamental, han contribuido a destruir y debilitar el concepto de respeto, reconocimiento y consideración que la ciudadanía anteriormente le prodigara a esa Institución y que, por culpa de algunos de sus conspicuos jefes, su significación en la memoria del colectivo se vaya diluyendo ostensible e irremisiblemente. Nuevas apreciaciones y conceptualizaciones relacionadas con el oscurantismo, negligencia, complicidad, incompetencia, mediocridad y corrupción constituyen, hoy por hoy, los parámetros con que mayoritariamente se juzga y evalúa la actuación de la organización castrense. Tales categorías de evaluación se fundamentan en elementos de facto reales. La historia de los veinte años y fracción de desgobierno, nos relata una serie de hechos y situaciones reñidos con la ética y el decoro en los cuales han estado involucrados efectivos pertenecientes a los distintos componentes de la fuerza armada. Escándalos de depredación y concupiscencia han estado a la orden del día y han llamado la atención de los medios de comunicación nacional e internacional. Algunos efectivos militares que han huido del país han comparecido y ofrecido sus testimonios, tal vez en busca de reducción de penas y sanciones, ante gobiernos y las organizaciones internacionales creadas para luchar contra la violación de los derechos humanos, la delincuencia organizada, el narcotráfico y el terrorismo. Como resultado, varios gobiernos y muchas de estas organizaciones han colocado en sus listas de malhechores internacionales a destacados jefes y a miembros subalternos de la FANB, íntimamente relacionados con estructuras criminales que operan nacional e internacionalmente. Pero lo más grave e insólito del asunto y que causa profundo estupor es que muchos de ellos actualmente ejercen relevantes funciones de gobierno en el régimen de Maduro, sin que se les haya abierto, hasta ahora, ningún tipo de investigación por parte de las instituciones del país responsables de velar por la transparencia de los funcionarios al servicio del gobierno. Igualmente, la voz del pueblo cuenta de escandalosos negociados en donde estarían involucrados militares activos. Asimismo, organizaciones defensoras de los derechos humanos han denunciado excesos y abusos de poder por parte de integrantes de la fuerza armada; se les acusa de actuar en ilegales acciones de ajusticiamientos, torturas, desapariciones y de la aplicación de violencia desmesurada.
En los tiempos actuales, la institución que, tal vez, ha sufrido las peores consecuencias del deterioro moral, el descrédito y el escarnio públicos ha sido la fuerza armada. Se ha puesto en duda la calidad, honestidad de sus miembros y la seriedad y transparencia institucional de sus actividades. Se la juzga negativamente por la activa participación, responsabilidad e influencia decisiva que tiene dentro del orden organizativo y ejecutivo del régimen y ello contrasta, triste y dramáticamente, con la significancia y el respeto que, en su momento, esos hombres y mujeres uniformados llegaron a tener en la memoria del ciudadano de a pie. La actual FANB no es la que queremos y la que el país necesita.