Hace un par de días sumé un nuevo año a mi existencia, claro, ya noto desde hace un tiempo que el sol ya no lo tengo al frente, sino a mis espaldas, eso es indicativo que he tenido un largo recorrido en mi subsistencia, con sus buenos y malos momentos, con alegrías y decepciones, pero, al fin y al cabo, esa es la vida.
Claro, a quién no le hubiera gustado tener una guía y aprender a existir en cinco lecciones, porque en la medida que avanzamos en nuestro devenir, notamos que no es un camino fácil. Hay muchos factores que influyen en nuestro día a día, pero el más importante son las decisiones que tomamos, que van diseñando el destino que recorreremos.
Lo que sí aprendemos en nuestra supervivencia es a controlar nuestro carácter, a ser más maduros en el momento de hacer frente a situaciones, sean buenas o malas. Unos lo llaman reflexionar, otros introspección, los devotos le dan la connotación de fe, pero los pragmáticos lo catalogan de razonamiento. En pocas palabras, es saber entender lo que enfrentamos y buscar soluciones.
Pero no todos reaccionamos igual ante situaciones diversas, que, en algunas ocasiones, son muy comprometedoras y en otras, se pueden solucionar con decisiones sencillas, no obstante, en ambas ocasiones, esas acciones nos permiten que tengamos cierta sensación de tener la vida cogida por las riendas… mmmmm, eso quisiéramos, pero no es así.
A veces tenemos la percepción de que nos encontramos en una montaña rusa, la cual subimos y bajamos y en el peor de los casos, nos toca andar de cabeza, aguantando todo el trayecto, esperando afanosamente llegar a la meta, para cambiar de situación, a ver si mejora nuestra realidad.
Entonces apelamos a la reflexión, esto nos adentra en otro dilema, que es buscar respuestas al misterio de la vida y de la muerte, pero como no conseguimos dilucidar esa incógnita, ya que no hay testigos que nos puedan relatar su experiencia cuando cruzaron el túnel de luz, para llegar al edén, paraíso o nirvana, convertimos esa disyuntiva en un acto de fe, porque solo a través de la religión, buscamos una explicación a ese misterio.
Esto nos conduce un paso atrás en la concepción del hombre y su realidad, porque a pesar de los grandes descubrimientos científicos y tecnológicos, aún no sabemos mucho sobre la vida y la muerte, seguimos navegando en un mar de desconocimiento y al mismo tiempo, nos embargan muchas preguntas, que van desde ¿por qué vivimos?, ¿cuál es la misión que debemos llevar a cabo en este mundo?, ¿hasta dónde llegaremos con nuestro actuar? y la duda final, que aún no tiene respuesta, ¿qué se salda con la muerte? Esa es la lucha existencial que tenemos, buscar soluciones a nuestras diatribas, que, a pesar del avance de la humanidad, no ha sido posible encontrar alguna sentencia satisfactoria.
Sin embargo, a pesar de los sube y baja de nuestra existencia, la vida tiene un toque mágico, que consiste en la satisfacción que sentimos en el momento de tomar buenas decisiones y las malas también, eso significa que al ser resolutivos y objetivos, nos esmeramos en poder entender la finalidad de nuestra conciencia y actuar en función de nuestros principios y valores. Porque hasta en los peores momentos, pensamos que fueron las determinaciones correctas, antes de asimilar nuestro error.
Volvemos ahora a generalizar un poco y podemos afirmar, que en la vasta humanidad que habita en este mundo, muchos se esmeran en realizar un análisis introspectivo de su conciencia, para entender porque a veces tienen escrúpulos y otras, son despiadados. Es lo común, que todo ser humano trate de entender su realidad, para saber qué instrumentos debe utilizar para hacerle frente, eso explica la esencia, nuestra esencia como seres pensantes.
Así que nos toca hablar de aquellos que ya cruzaron el umbral de la adultez y se encaminan hacia la tercera edad. Se comienza a analizar lo vivido, resaltando lo más significativo y escondiendo bajo la alfombra lo que nos abochorna. Todo con la finalidad de dejar un legado importante, una vez haya terminado el ciclo de vida. Pero, a pesar de haber transitado por este mundo durante muchos años, unos pecan de arrogantes y otros se creen la reencarnación de un Dios, pero hay otros que, con una vida ejemplar, supieron construir una herencia basada en la ética y la moral.
Luego de tantas idas y venidas, nos preguntamos en este momento de la narración, ¿qué sentido tiene la vida? Unos, se afanan en la eterna búsqueda de la ilusión, para cimentar así la felicidad, con el objetivo de construir una zona de confort que les permitan ser inmunes a cualquier ataque que quiera dañar su existencia. Otros, no saben cómo hacerlo, entonces se dedican en cuerpo y alma para entender la frontera entre sabiduría e ignorancia, es decir, el ser humano anhela encontrar la felicidad, tratar de entender el dilema entre el todo y la nada, pero se aferra a su razonamiento para comprender situaciones, pero que lo aleja inexorablemente de la esperanza.
A este punto, el análisis anterior nos lleva a realizar una nueva pregunta, ¿es libre el ser humano? Y aquí entramos en un campo minado, porque la respuesta a la interrogante anterior, dependerá de la idea que cada quien tenga sobre su Dios y el papel que juega en su vida. Podemos hablar en este punto de varias corrientes, pero haciendo la salvedad que hay muchas más. Hay hombres y mujeres que buscan respuestas a sus incertidumbres en los textos sagrados y así diseñar su estilo de vida, que a veces parece justo, bajo su perspectiva, pero para los ojos de otros, están llenos de prejuicios y discriminaciones. Otros, por el contrario, actúan, piensan y se expresan como si no existiera ningún Dios, asumiendo un ateísmo digamos práctico, porque piensan que los preceptos religiosos impiden el crecimiento de la humanidad. Pero hay un tercer grupo, que, a pesar de tener fe, asumen una posición agnóstica, es decir, hasta que no se pueda demostrar la existencia de una divinidad, prefieren una postura dual, que también a la larga afectará su concepción de la vida, que no les impiden vivir temerosos a pesar de ampararse en preceptos prácticos.
Simplemente, desde este punto la humanidad, tanto hombres como mujeres, sin importar en qué situación ideológica se encuentren, comienzan a experimentar tensión en su diario vivir, porque buscan respuestas, que ni los pragmáticos ni los religiosos pueden encontrar para darle sentido a su vida, por lo tanto ven derrumbarse su lista de deseos y comienzan a culpar a diestra y siniestra la existencia que les toca vivir, provocando un vacío en el sentido que tienen las cosas, cayendo en un abismo de angustias y depresiones, que a veces pueden solucionarse con algo de sentido común, pero a veces su ceguera, producto de su concepción de la verdad, piensan que son inexplicables.
He aquí cuando damos un paso más al frente en la larga carrera de la vida, cuando nos toca enfrentar la presencia del dolor, la enfermedad y la muerte. Es precisamente en esos momentos, cuando comenzamos a cuestionar la actuación del ser humano, tratando de encontrar respuestas a las preguntas que ya hemos realizado en párrafos anteriores. Buscamos soluciones, para eso comenzamos a tocar todas las puertas a ver cuál abre y así entender qué pasa y cómo debemos actuar, para solucionar situaciones que escapan de nuestro control, porque para nosotros lo que importa es que todo siga igual, ya que nos negamos a los cambios.
Nos resistimos a entender que somos de carne y hueso, que a pesar de sentirnos fuertes y saludables, nuestros cuerpos son frágiles, propensos a deteriorarse si no se toman los cuidados necesarios. A pesar de que hay personas que se creen dioses en el mundo, el dolor los obliga a aterrizar sobre una verdad que no quieren aceptar, porque piensan que están más allá del bien y del mal.
A este punto, nuestro libre albedrío se ve limitado por momentos que escapan de nuestro control, a pesar que podemos expresar fuerza de voluntad y determinación, no somos capaces de cambiar nada. Por lo tanto, comenzamos de nuevo en buscar respuestas, apelamos al azar, consultamos ideologías sin fundamentos, nos aferramos a cualquier salvavidas que nos permita flotar en el mar de las incertidumbres. Sentimos que perdimos la libertad, pero no es así, porque desde el principio nos hemos negado en aceptar que somos seres finitos.
Pero más allá de nuestras diatribas sobre la concepción de la vida, los seres humanos estamos comprometidos con nuestra actuación en el mundo que nos vio nacer. Debemos partir en aceptar que somos seres pensantes, capaces de realizar los cambios necesarios para mejorar nuestro entorno, abracemos una fe o no. Pero por el simple hecho de razonar, podemos obtener las alegrías que necesitamos en nuestro largo transitar de la existencia. Solo así podremos valorar cada bocanada de aire que respiramos y sentirnos vivos cuando necesitemos inspirar, sumado a las alegrías que contagiamos y las metas que alcanzamos. Esa es la libertad, eso es vivir en libertad, que nos abre las puertas para tomar las mejores decisiones.
Es nuestra esencia, expresada en la capacidad que tenemos para reflexionar y entender nuestra razón por lo cual estamos vivos. Solo debemos extender la mano, para poder tocar nuestra verdad, pero sin dejar de ser espiritual, porque la hoja de ruta de todo hombre y de toda mujer viene señalada por lo que hemos aprendido durante nuestra existencia, que es el deseo de felicidad, que a veces puede ser llenado con una sola palabra, vida.