Leo con atención una publicación de una organización no-gubernamental norteamericana, WOLA (The Washington Office on Latin America) cuyo objetivo declarado es promover los derechos humanos, la democracia, y la justicia social y económica en América Latina y el Caribe. Hasta donde he podido averiguar, WOLA es una organización independiente que parece tener una influencia importante en los medios políticos norteamericanos. Por supuesto que siempre hay espacio para las teorías de conspiraciones, pero gente en la que tengo mucha confianza me ha llevado a pensar que la revisión de las políticas norteamericanas hacia Venezuela, que van a ocurrir inevitablemente cuando se inaugure la presidencia de Joe Biden, están orientadas en direcciones similares a las que se recogen en el trabajo titulado Recalibrating U.S. Policy in Venezuela: Learning from Failure and Seizing Opportunities (Recalibrando las políticas de Estados Unidos en Venezuela: Aprendiendo de las fallas y aprovechando las oportunidades), preparado por el director para Venezuela de WOLA, Geoff Ramsey, y el miembro superior David Smilde. El objetivo del trabajo es, según sus autores, evaluar las fallas principales del gobierno de Trump y proponer medidas concretas que el próximo gobierno de Biden pueda tomar para mejorar los prospectos de una solución pacífica y democrática a la crisis venezolana.
Debo aclarar, antes de ser víctima de los sectores extremistas venezolanos en las redes sociales, que soy un convencido de que lo que más le conviene a Venezuela es una aproximación bipartidista a las relaciones con Estados Unidos. Eso y que nuestro país tiene una deuda de gratitud con Estados Unidos por el apoyo que ha dado a la causa de la democracia y la libertad en Venezuela. Dicho eso, es indudable que soplan vientos de cambio con la asunción de Biden de la presidencia norteamericana, algo que a estas alturas parece que va a ocurrir con certeza independientemente de los obstáculos legales y políticos que han sido interpuestos a la elección, y que, en consecuencia, es necesario estar preparados para lo que eso significa en términos políticos para Venezuela.
El trabajo de WOLA señala que el enfoque de la administración Trump hacia Venezuela ha estado marcado por tres errores clave: (i) abandonar el multilateralismo y buscar la primacía de Estados Unidos para enfrentar a Maduro; (ii) una estrategia de presión mal calculada y demasiado amplia (especialmente referida al tema de las sanciones); y (iii) la falta de participación conjunta con las partes interesadas internacionales y nacionales relevantes. En combinación entre sí y con factores externos, estos pasos en falso han frenado la búsqueda de una solución pacífica y democrática a la crisis.
Basado en este análisis, en el informe se hacen varias recomendaciones específicas, de las cuales quiero concentrarme en dos:
(1) Trabajar con socios europeos y latinoamericanos para convocar una cumbre internacional de partes interesadas, incluidos patrocinadores de Maduro como China, Cuba y Rusia. Una oportunidad clara radica en establecer un nuevo enfoque de la política hacia Cuba, que no considere una transición en Venezuela como una amenaza a la existencia del gobierno de la isla. (2) Desarrollar una nueva estrategia diplomática para mejorar la comunicación con rivales como China y Rusia, con el objetivo de explorar áreas de interés mutuo en Venezuela. El prolongado estancamiento de Venezuela se ve reforzado por intereses geopolíticos más amplios, especialmente con respecto a los abundantes recursos petroleros de Venezuela. Establecer líneas claras de intereses mutuos entre todas las grandes potencias involucradas podría ser la clave.
Creo que es esencial detenerse a analizar las implicaciones y alcances de estas recomendaciones. En primer lugar no se menciona en las mismas de modo explícito alguno el mantener el apoyo norteamericano al gobierno interino de Juan Guaidó y al último reducto de institucionalidad democrática de Venezuela, la Asamblea Nacional. Creo que la percepción inequívoca es que según el informe la primera aproximación al manejo de la crisis venezolana tiene que comenzar incorporando a actores claves no venezolanos. Especialmente Cuba, Rusia y China. La alusión a Cuba es de gran importancia y coincide con el análisis de un individuo con una historia excepcional, el exguerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, ahora transformado en un experto internacional en negociación de conflictos, quien apuntó en un revelador artículo aparecido hace varios meses en El País de España (https://elpais.com/internacional/2020-05-07/venezuela-negociar-o-no-negociar.html) titulado “Venezuela, ¿negociar o no negociar?“ que «las negociaciones han fracasado porque suponen que es un conflicto entre venezolanos cuando, en realidad, se trata de un país intervenido por Cuba”. La singular importancia de Cuba en cualquier negociación sobre Venezuela se deriva no solamente del control que la isla tiene con su ejército de ocupación sobre nuestro país, sino con la vital asesoría en temas de espionaje, represión y control de la disidencia que los cubanos aportan al régimen. A eso hay que añadirle la extrema preocupación cubana por el hecho de que Venezuela ya no puede subsidiar a la isla, dadas las condiciones lamentables en que el desgobierno del chavismo/madurismo ha sumido a nuestro país. Cabe mencionar que la situación económica cubana es tanto o más grave que la venezolana, pero hasta ahora había contado con nuestra “ayuda revolucionaria” para sostenerse. Dicho en lenguaje un tanto soez, a los proxenetas de la isla se les ha estropeado el negocio con la hetaira venezolana, antes muy atractiva y ahora con el culo y las tetas caídas. Ello les obliga a contemplar alternativas de negociación con Estados Unidos y Europa que les garanticen su sobrevivencia si sacan sus manos de Venezuela y dejan de apoyar a Maduro. Este es en esencia el contenido de la negociación que involucra a Cuba, por ofensivo y humillante que suene a nuestros oídos venezolanos.
Destaco también que el informe de WOLA analiza en términos muy negativos el impacto de las sanciones sobre Venezuela y las sindica de haber agravado de manera significativa el sufrimiento de la población originado en la destrucción de la economía ocasionado por las prácticas corruptas y primitivamente ineficientes del régimen. Este es también un señalamiento muy controversial porque me cuento entre quienes piensan que las sanciones tienen que ser utilizadas como un elemento clave de presión contra el régimen, y que, en caso de ser relajadas solamente pueden serlo en el contexto de que se garanticen elecciones libres y verificables en Venezuela. Cabe quizás mencionar un uso especialmente truculento y brutal que el régimen ha hecho de las sanciones para permitirle el lavado de dólares a través de la implacable dolarización de la economía venezolana que opera en un entorno de salarios de hambre. En ese contexto, y por increíble que parezca, lejos de agravar el desabastecimiento las sanciones han generado un escenario de corrupción que lo ha reducido. Por supuesto, solamente para quienes tienen acceso a los productos importados o FE (Familia en el Extranjero) otra de las bromas de los tiempos del período especial en Cuba.
Expresado en otras palabras, la inhabilidad de la dirigencia de la resistencia/oposición venezolana para acordar una estrategia unida para enfrentar al régimen de Maduro, está a punto de precipitar un nuevo esfuerzo de negociación internacional que incluye de manera bastante tímida a los venezolanos y se articula en torno a poderosos actores internacionales que, en la práctica, parecen controlar los destinos de nuestro país, actuando como titiriteros en el teatro de marionetas que funciona en Miraflores. Cómo conducirse frente a una negociación de estas características, que obviamente cuenta con el apoyo de la UE y, de manera poco velada, de Colombia, es una pregunta de vital importancia para la resistencia al régimen de Maduro. ¿Qué respuesta se tiene en este contexto de negociación al grito que se escucha en toda Venezuela de «Maduro vete ya»? Preguntas muy complejas de cuya respuesta puede depender nuestra supervivencia como nación viable, curada del proceso de “Somalización”, como lo describe con tanta precisión mi amigo David Morán.