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¿Una salida al laberinto?

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La disfuncional oposición venezolana, representada en las cuatro dirigencias de lo que fueron importantes partidos políticos, está en vía suicida casi a punto de disolver el Interinato casualmente presidido por Juan Guaidó, la única institución legal válida por mandato constitucional y vale impedir sin dilaciones un vacío de poder que sin la menor duda sería llenado, justificado y eternizado por el delincuencial militarismo de la narcotiranía castrochavista al poder central de Cubazuela apadrinado por la Rusia de Putin desde La Habana.

Estados Unidos, por su naturaleza democrática basal y sus intereses de política regionales y globales, está obligado a reconocer al actual Interinato sea quien sea su presidente porque es producto de un legítimo voto parlamentario consagrado en las constitucionales elecciones de 2015.

Las dirigencias partidistas rivales de ese G4 y del PSUV por igual dedicadas a guerras cainitas personalizadas para acceder a candidaturas presidenciales carecen de militancia y de interés popular en la misma medida. 80% y algo más de la población le perdió la confianza al comprobar que en 22 años crecieron sus vicios, de allí su apática conducta antipolítica exceptuando a los electores de tres gobernadores, antiguos líderes estadales, cuya cuantía enorme de votos pudo escapar del fraude en los recientes comicios regionales del 21 de noviembre, pero que paso a paso serán totalmente desposeídos de sus derechos.

El ingeniero Juan Guaidó, diputado valiente y correcto pero inexperto, no logra independizarse de Voluntad Popular y para la llamada “salvación” solo queda la alternativa de un gobierno transicional colegiado que organice la elección presidencial limpia y verificable en el menor lapso posible. Una especie de Sanedrín que prepare el terreno para que una camada de jóvenes nuevos políticos siembren sobre el desierto y crezca la arboleda.

Para poco sirve acudir al modelo del Pacto de Puntofijo porque ese acuerdo sensato y muy exitoso se realizó en democracia y su solidez quedó demostrada frente a numerosas divisiones y desgarres intrapartidistas, incluida la más violenta, injerencista y subversiva del movimiento  guerrillero castrocomunista. La Doctrina Betancourt se iniciaba en la OEA y ese conjunto de situaciones permitió prolongar el Estado de Derecho hasta cuando los propios partidos fundadores decayeron en pleitos internos y abrieron puertas al chavismo. Tal cual está ocurriendo pues el caudillismo del siglo XIX pervive en la naturaleza criolla ¿y latinoamericana?

Una alianza provisional colegiada, extrapartidista, de civiles civilistas (excluidos los civiles de mente y bolsillo militarista) , formados  en universidades  autónomas con funcionarios de vasta experiencia en su oficio y profesión, permitiría el último recurso salvador, mantener el interinato  con el soporte de solidarios países democráticos, en especial Estados Unidos. Pausa imprescindible que rediseñe la institucionalidad legal mientras los partiditos (solo tres equivalentes a liberales, conservadores, izquierda moderada) renuevan su dirigencia de mediana edad pero dañada por su crónica inmediatez y dan paso a una tecnificada, moderna generación de mayoría forjada en clandestinidad, exilio y diáspora.

Formo parte del gremio de algunos viejos tecladistas que si nos dejan opinamos sobre cualquier asunto y en verdad no sabemos a fondo de nada pero insistimos en esta conducta irresponsable, diletante, exhibicionista, innecesaria y repetitiva, porque recogiendo migajas noticiosas se supone que elaboramos el pan amargo de la verdad censurada y nos damos el chance del gringo wishfull thinking, que traducido libremente significa “imaginar nada cuesta”. Y aquí está la propuesta de este soñar angustioso.

La junta transicional consta de dos presidentes de iguales atribuciones por si hay urgencias de suplirse debido a circunstancias personales imprevisibles: dos probados expertos en materia constitucional, pudieran ser los exmagistrados del TSJ Blanca Rosa Mármol de León y Román Duque Corredor, por ejemplo.

Cada ministro a su vez delega en varios encargados de su área para activar las decisiones. Algo así: un exrector del Consejo Nacional Electoral del calibre de Andrés Caleca, quien a su vez puede convocar y consultar a los antiguos miembros directivos de este organismo esencial para borrar del mapa la vigente y tramposa maquinaria electoralista fundada por Jorge Rodríguez Gómez. Un ministro de la Defensa que por ser un militar institucionalista se encuentra exiliado y desde cibermedios pueda coordinar los mecanismos correspondientes que disuelvan a la milicia y la transforme en sociedad de trabajadores y obreros alfabetizados y sindicalizados.

La Asamblea Nacional expropiada de facto pero aún representada por Juan Guaidó debido a su legitimidad de origen estará siempre en la mira del frente unitario por si persiste en su confusa ambigüedad declarativa que prolonga las nefastas incertidumbres.

Ministro para la Salud, Julio Castro, quien delega nombramientos para las urgentes Salubridad y Asistencia Social.

Ministerio de Fomento Alimentario en todas las ramas que lo contiene para retornar al vaso de leche diario y gratuito, comedores para miles de niños y adolescentes desnutridos, organismo vital a cargo de especialistas como Susana Raffalli, Melania Herrera y muchos otros de la Fundación Bengoa.

Ministerio para asuntos  de todos los credos y estudios superiores presentes en el padre Luis Ugalde por las universidades privadas y Cecilia García Arocha por las autónomas en la fusión de dos poderes, el educativo con el ético que afines y bien aplicados forjan ciudadanos, nunca esclavos.

La prensa en su conjunto para reinstalar principios y acciones de la libre expresión en todos los medios escritos y orales a cargo de un profesional electo por el Colegio Nacional de Periodistas.

Son muchos los nombres propios del historial democrático que produjo expertos aún presentes y lúcidos dispuestos a sacrificar estas vacaciones navideñas para, reunidos sin pausa, crear la unitaria plataforma social que conduzca a la auténtica reconstrucción nacional.

En la jerga dialectal venezolana era frecuente usar una frase que significa ”si fracasamos sin cesar al buscar soluciones, como último recurso debemos Llamar a María”. Hoy, sin analogías individuales ni religiosas, esa “María” debe ser urgente, colectiva y selectiva. El tiempo constitucional apremia. ¿Cómo se implementa esta alianza? El estadista Rómulo Betancourt, dicen testigos creíbles, afirmaba que en política no existen milagros, solo trabajo duro con objetivo claro y firme.

Este es un delirio más, achacoso y fantasioso de quien añora que Venezuela -albergue seguro de sus padres judíos inmigrantes, su cuna, escuela, patio de juegos, aulas de labor, casas de amor, generoso sitio natal y de crecimiento familiar, país de imperfectas maravillas- recupere su «Alma libre», música que trasciende el tema amoroso y se torna himno libertario clásico, letra y melodía de Juan Bruno Terraza, cantado en La Habana de 1955 por Alfredo Sadel y Benny Moré con piano, orquestal arreglo y dirección de Aldemaro Romero. Inolvidables.

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