OPINIÓN

¡Una revolución en niveles máximo de contradicciones!

por Marcos Hernández López Marcos Hernández López

Algunos teóricos de avanzada aseguran en sus diversas discusiones sobre el protosocialismo bolivariano que “la práctica garantiza la creación de teorías con postulados reales y ejecutables. Aferrarse a una teoría y creer después de años de puesta en práctica que su no concreción se debe a los seres humanos que la ejecutan es ser idealista y dogmático. Los revolucionarios luchan contra los dogmas, pero lamentablemente los dogmáticos son los creyentes del marxismo-leninismo”.

Los problemas políticos que tiene actualmente el país afectan la estructura mental y las emociones de los venezolanos. Venezuela tiene una histórica cultura de paz, la naturaleza humana de la mayoría de sus habitantes es pasiva y de diálogo. No se le puede dar un tratamiento de un cuartel, es un territorio donde viven ciudadanos que aspiran a una mejor calidad de vida. En 1999 toma el poder central la revolución bolivariana con mucha fuerza e ideas de transformaciones, desde ese primer momento Venezuela ha transitado por situaciones de complejos conflictos políticos que derivaron en corto tiempo en la confrontación casi a diario entre los propios venezolanos, incluso con países vecinos, pero una lucha donde lo intrínseco es la significación en la imposición de una ideología bolivariana con sustancia marxista.

Actualmente vivimos en un país lleno de contradicciones, pero que dentro del desorden existe un orden como plan de la revolución; en que la verdad moral está desfasada por la verdad política y mediática del régimen, conveniente y de un enfoque artificial de la realidad. En el caso de las contracciones políticas articuladas a la violencia en Venezuela, la revolución busca un objetivo, ¿cuál?, sembrar sospecha en los opositores que mantienen una lucha constante por la democracia y por rescatar el voto de todos los venezolanos. Las contradicciones políticas articuladas con la violencia es la perversa práctica con la que el oficialismo busca imponerse sobre la gente que protesta en las calles, en su lucha por recomponer el hilo constitucional. Es decir, es una estrategia orientada a mantener un proyecto político de manera forzada. No obstante, la verdad, no terminó de germinar el sueño revolucionario bolivariano, configurándose el desamor a los ideales del comandante eterno.

Haciendo una reflexión de la comprensión histórica en el contexto sociopolítico venezolano, a medida que la polarización inducida se profundice, el fantasma de la guerra civil pudiera estar presente. Este conflicto político del siglo XIX apuntó una confrontación de pueblo contra pueblo y derivó en más de 100.000 muertos, la mayoría campesinos, solo por culpa de la arrogancia e intereses de los caudillos de turno. Esta historia no se puede repetir y menos aún en el siglo XXI, estamos en nuevos tiempos, la era posmoderna donde solo tiene espacio el diálogo, las negociaciones y la paz. En lo político-electoral, por ejemplo, algunas decisiones tomadas por el CNE en torno a los cronogramas de elecciones regionales y municipales construyen sobre la marcha entramados que no ayudan en nada a buscar la reconciliación y la confianza en el organismo electoral. Sin embargo, se refleja en todas las encuestas una intención de voto hacia el cambio político sobre 80,0%, con elecciones libres, competitivas y cristalinas.

En síntesis, las contradicciones del régimen son obstáculos que en nada favorecen a la sana política y futuro del país… lo diría Plutarco: “Son los hombres y no las piedras las murallas de mi ciudad”. La complejidad de la crisis política debe convocar a todos los venezolanos a que reconfiguren sus pensamientos y acciones. Siempre luchando en el terreno político, sin dañar la cultura de la paz, pero siempre en rebeldía racional para no someterse a ningún proyecto político-ideológico ni de cuarta ni de la quinta… Termino con una reflexión que se vincula al momento histórico que nos llena de ansiedad, angustia y muchas veces nos desmonta emocionalmente, palabras de Marcos Aurelio: “El verdadero modo de vengarse del enemigo político es no parecérsele”.

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