OPINIÓN

Una reina pepeada con Jack Ryan

por Antonio Guevara Antonio Guevara

La clave de todo planificador es la imaginación. Sin esta, el gabinete de una estructura organizacional en sus conclusiones y propuestas para enfrentar una alternativa de solución asume un papel de Shakira en su famosa canción. De ciego, de sordo y de mudo. Las disyuntivas que se plantea este ejecutivo frente a un evento pasan por una gama donde el límite es el cielo. Ante ese abanico de opciones que este pone sobre la mesa para que un líder tome una decisión, se hace un plan. Así funciona el mundo. Con la ficción y con la realidad. Cuando el cuento se convierte en contexto y situación la viabilidad se lleva por un buen camino de planificación y de ejecución exitosa hacia la solución final. La imaginación de un planificador muy bien puede trasladarse al formato editorial o cinematográfico para vender la ilusión de la realidad. O viceversa hacia el sueño. Y en ambos sentidos se tendría éxito. Hay ejemplos ¡Y como!

Todo esto me sirve de zaguán de bienvenida para darle paso a un desarrollo que voy a hacer en este texto sobre Thomas Leo Clancy Jr. (Tom Clancy, Baltimore, 12 de abril de 1947). Fue un novelista de superventas en más de 100 millones de copias de sus libros que han inspirado guiones para películas y videojuegos. Su temática es del área militar, la inteligencia, el espionaje, el narcotráfico y el mundo secreto de la política. No se tiene ninguna referencia a la fecha y hasta su muerte en el año 2013, que hubiera trabajado a la orden de la Casa Blanca, el Departamento de Estado, la CIA o el Pentágono. Clancy era en esa orden, un agente libre de la imaginación. Las informaciones con las que montaba sus novelas y tramas fundían muy bien ese límite entre la ficción y la realidad.

Si usted se sienta en su butaca un domingo frente a su televisor con el atuendo oficial de vago – pantuflas, pijama y trago – después del desayuno, y luego de zapear aburrido y bostezante de manera inmisericorde con el control remoto y se consigue en la parrilla de Amazon Prime o de Netflix con los filmes de La caza del octubre rojo, Juego de patriotas o Peligro inminente, probablemente se amarrará el resto de la jornada allí, para insubordinación del resto de su familia. Es la obra de Clancy en su imaginación que lo secuestra y le coloca esposas hasta que el sueño lo vence. Hay motivos para inferir que la mayoría de estas inspiraciones editoriales, que después sirvieron para aparejarlos con hechos de la vida política, del sector militar, de la inteligencia, del mundo del espionaje y del delito en distintos puntos del orbe, se construyeron con informaciones procedentes de la Casa Blanca, del Departamento de Estado, de la CIA o del Pentágono. No hay evidencias de la existencia de eso en el mundo de Clancy. Pero sí la hay de la materialización de ese mundo imaginario en el mundo real.

Amazon Prime Video tiene disponible en su programación desde el año 2019 la sesión 2 de Jack Ryan con 8 episodios que retratan de cuerpo entero la actual situación política y militar de Venezuela. Con la revolución bolivariana, con el actual presidente usurpador Nicolás Maduro, con sus allegados más inmediatos, con la participación de los cuerpos militares y policiales a su servicio, y con toda la trama que permite inferir como es que se han mantenido en el poder desde hace mucho tiempo, a pesar de ser una minoría y de tener al pueblo sufriendo las privaciones y penurias que los tiene al borde de la desaparición como nación. Jack Ryan es un personaje ficticio, creado por Clancy para protagonizar e interpretar sus escritos y novelas. Tanto como si en la Venezuela real se asumiera ese rol con la idea de recuperar para el país las banderas de la libertad, de la independencia, de la soberanía, de la redención de la vigencia del Estado de Derecho y de la Constitución nacional, de alcanzar nuevamente la paz y la unidad nacional, y de facilitar el retorno al país de los seis millones de caraqueños, de orientales, de maracuchos, de llaneros, de margariteños, de guaros, de corianos, de guayaneses, de gochos y de centrales que hacen diáspora alrededor del mundo. Corrupción, narcotráfico, componendas con la oposición para cohabitar y con algunos factores foráneos de esos 60 países que apoyan la transición, trafico global de minerales estratégicos, asesinatos políticos, intervención de factores del terrorismo internacional, intereses geopolíticos por encima del bienestar del pueblo venezolano, manipulación electoral y algo muy importante, el cierre de toda posibilidad electoral y en paz para garantizar el cambio político y la alternabilidad en el Poder Ejecutivo de Venezuela. No tiene nada de asombroso como el señor Clancy asume en la solución al grave problema político del político de Venezuela la movilización del ciudadano en la calle. Batuqueando y meneando hasta el máximo todo el perímetro de seguridad de la primera magistratura hasta saltar al final con la muchedumbre las rejas del palacio presidencial y forzar el cambio apoyados pasivamente por las fuerzas del orden a medida que la pelota del poder cambia en el terreno de juego. Léase militares y policías. Eso es historia. Muy 18 de Octubre de 1945, bastante 23 de Enero de 1958, y un mejor 11 de abril de 2002 sin los errores de la aventura y las pifias de la ingenuidad de los protagonistas.

Tanta precisión en el manejo de la actual realidad política, económica, social y militar de lo que se vive en la Venezuela de 2022 no debe ser una ajustada coincidencia de la imaginación del señor Clancy en la fertilidad de su lápiz mientras está comiéndose una reina pepiada en Petare para recrear desde donde sea que lo imaginó lo que es la solución más viable, con la puesta en escena de esta serie de Amazon con Jack Ryan en el rodaje, y quien sea que pueda encarnarse en el liderazgo de la coyuntura para enfrentar la realidad venezolana. Cuando se traspapela la imaginación con la realidad aquí, se hace un retrato hablado. ¡Y como!

Este Jack Ryan que vemos en la sesión número 2 no es una adaptación literal de las novelas de Clancy, sino que trasladan al personaje al mundo actual, a la realidad política en Estados Unidos y los submundos que se viven, al complejo mundo político, militar y policial de Venezuela, al desempeño de los dictadores bananeros alrededor del mundo, de la comunidad de inteligencia y los intrincados enlaces que los oxigenan a costa del sacrificio del pueblo.

Quiero decirles que no voy a echar el cuento de los 8 capítulos. ¡Véanlos! Y saquen sus propias conclusiones.

¿Hasta dónde la capacidad de imaginación se funde con la realidad?

¿Tanta coincidencia será posible?