La obra maestra de los servicios de inteligencia cubanos al servicio de la revolución del proletariado y del socialismo del siglo XXI es Nicolás Maduro Moros. Eso es un poco difícil de digerir y procesar por quienes eternamente en Venezuela y en Estados Unidos han subestimado el poder de penetración e infiltración de la DGI y del G2 casi desde la misma llegada de Fidel Castro al poder en la isla. Los cubanos superaron a sus históricos maestros los soviéticos, a los checos y a los alemanes orientales en sus mejores tiempos. La KGB sembró agentes en el departamento de estado, en el Pentágono, en la agencia nacional de seguridad, en la CIA, en el congreso; pero nunca ha podido franquear las barreras de la Casa Blanca en ninguno de los niveles en ninguna de las administraciones. En Inglaterra el escándalo de John Profumo (secretario de Estado para la guerra) en 1963 con la maniquí Cristine Keeler destapó el nivel de infiltración soviético en los altos niveles políticos ingleses, tanto que obligó a renunciar al ministro de la Defensa británico y puso a tambalear el cargo del primer ministro Harold Macmillan. En Latinoamérica lo más cercano en términos de reclutamiento político cubano al nivel de la presidencia de la república por la vía indirecta se puede resumir en Salvador Allende en Chile cuyo desenlace en 1973 le puso punto final al experimento revolucionario en el sur inducido desde La Habana y en Hugo Chávez en Venezuela con 25 años de poder revolucionario y contando. Argentina tuvo una extensa representación de montoneros y peronistas que posteriormente ocuparon altos cargos en la administración pública pero no franquearon la Casa Rosada. En los casos chileno y venezolano la intervención fidelista se incorporó cuando ambas figuras ya habían avanzado políticamente de manera unilateral. Con Maduro es distinto. El monstruo fue armado desde cero como en la novela El moderno Prometeo de la escritora inglesa Mary Shelley. Ya saben que la referencia es a Frankenstein.
La experiencia venezolana con Nicolás Maduro Moros es un récord y puede ser calificada como una obra maestra porque en él se resumen todas las fases de los procesos anteriores con todos los jefes guerrilleros y militares que cruzaron el Caribe hasta la isla a buscar las bendiciones del barbiespeso para llegar a Miraflores. Douglas Bravo, Guillermo García Ponce, Jesús Faria, Eloy Torres, Simón Sáez Mérida, Héctor Pérez Marcano, Gregorio Lunar Márquez, Teodoro y Lubén Petkoff, Ali Rodríguez Araque, Américo Martín, Fabricio Ojeda, el vicealmirante Carlos Larrazábal Ugueto, el CF Pedro Medina Silva, entre otros de una larga lista de aspirantes a ejercer el rol de marioneta política en el continente y en el caso particular, en Venezuela. La selección, el reclutamiento, la formación y la inducción, el trabajo de campo y el ejercicio se abrevió en Maduro. Todo monitoreado desde La Habana y lo más exacto, con rendición de cuentas frecuentes en La Habana frente a los ojos de los venezolanos. Como en la fotografía.
Es un salón muy animado en matices que presiden unos muebles de cojines caribeños y un naturaleza muerta al fondo cuyas luces y colores distraen la visión y han servido de testigos de las conversaciones de Fidel decidiendo el destino de muchos países; entre ellos Venezuela. Allí se han sentado desde hace 25 años con algún desenfado Hugo Chávez, el ministro Vladimir Padrino, Ali Rodríguez Araque y Nicolás Maduro a repasar la tarea indicada que se ha venido cumpliendo con fases, con tareas y con plazos sin ninguna interrupción casi desde la misma llegada al poder de Castro en 1958. Sobre todo desde aquellos días en que el teniente coronel presidente venezolano decía públicamente que Cuba y Venezuela eran “una sola nación” y que “en el fondo somos un solo Gobierno”.
Dijimos de entrada que Nicolás Maduro, políticamente, es la obra maestra de Fidel Castro. Y desde esta tribuna eso se mantiene.
Cuba bajo la batuta de Fidel Castro ha tenido dos focos para sus prioridades de política exterior. Uno en Estados Unidos en el marco del enfrentamiento Este Oeste de la Guerra Fría, y el otro en Venezuela. El primero lo alineó con las líneas políticas que le bajaban desde la URSS y el otro con las que dictaba personalmente Castro en el vecindario. A Washington lo infiltró el DGI en comandita con la KGB. Y a Caracas con su sola figura. La primera visita revolucionaria después que los barbudos bajaron de la Sierra Maestra fue a Venezuela el 23 de enero de 1959 a buscar lo que faltaba para exportar la revolución: petróleo. La negativa de Betancourt a acceder a sus requerimientos lo empujó a utilizar otras vías. La revolucionaria a través de la rebelión y la infiltración en la sociedad civil y en las fuerzas armadas para llegar al poder. El MIR y el PCV le establecieron las cabezas de playa, y las plataformas electorales y el recurso humano para activar los frentes guerrilleros en el camino hacia Miraflores; en tanto los militares presionaban con los golpes de estado para desestabilizar: el Porteñazo, el Carupanazo y el Barcelonazo fueron aldabonazos de esa línea. Parte de las consignas de arenga de los marinos rebeldes de Carúpano y de Puerto Cabello eran ¡Viva Cuba y la revolución!
Cuba, es un país con serios problemas económicos y con limitaciones tecnológicas, pero ha logrado infiltrarse con éxito en una superpotencia como Estados Unidos. Esta afirmación reside en su meticuloso método de selección y reclutamiento, donde jóvenes soñadores y románticos, simpatizantes de las causas revolucionarias, principalmente en entornos académicos y laborales, son embelesados con las promesas de batallar contra las políticas norteamericanas hacia la isla. Las universidades norteamericanas han sido infiltradas – todavía se mantiene esa punta de lanza – con ese enfoque. La fuerza de La Habana en el tablero mundial de la inteligencia se ha orientado a dirigir cada movimiento de sus agentes en Estados Unidos y ha convertido esto en el epicentro de su interés de espionaje, en tanto que, para Washington, Cuba parece ser solo una preocupación secundaria desde los tiempos de la Bahía de Cochinos. Esta disparidad de enfoques ha brindado a Cuba una ventaja en el reclutamiento de agentes capaces de infiltrarse en territorio estadounidense. Un informe de investigación de una agencia especializada indicaba que para el año 2001 se habían detectado más de 100 casos de agentes de la inteligencia cubana infiltrados en altos niveles de dependencias oficiales de Estados Unidos. Se trataba de espiar a favor de La Habana, a veces entregando información política, militar, financiera y tecnológica que resulta ser de mayor utilidad para potencias extranjeras enemigas de Estados Unidos como Rusia, China, Corea del Norte, Irán, etc. Los llamados 5 héroes cubanos, Ana Belén Montes reclutada en su época de estudiante e infiltrada en el departamento de justicia norteamericano y en la principal agencia de inteligencia; del embajador de Estados Unidos, Manuel Rocha, con más de cuarenta años de experiencia en el Departamento de Estado reportando directamente a La Habana son los expedientes más inmediatos que lo confirman. Hay más casos para ratificarlo.
Se confirma nuevamente que Nicolás Maduro, políticamente, es la obra maestra de Fidel Castro y el régimen de la isla para sembrar desde cero un agente al servicio de la revolución. Se mantiene el punto. Ese es el tema de este texto.
En el caso venezolano era distinto. Las posibilidades de llegar al poder central asentado en Miraflores eran altas a medida que las candidaturas del estatus se alineaban con lo mismo y la crisis arreciaba. La laxitud de los organismos de seguridad del Estado abría espacios para colocar las fichas convenientes en la política, en las fuerzas armadas y en la industria petrolera. En ese orden. Hasta 1998 los más importantes partidos, las universidades, los movimientos culturales, y algunos medios de comunicación tenían sembrados en distintos niveles de decisiones registros con el corazón rojo rojito desde los tiempos del discurso de Castro en el Aula Magna en 1959, de la época de las guerrillas y de la fase de la política de pacificación que terminó de facilitar la infiltración en la institución armada. Hasta ese momento los vectores políticos y militares estaban bien arrimados a la causa revolucionaria. Solo faltaba la chispa que terminara de empujar hacia el poder. Y eso ocurrió el 4F. Mientras Hugo Chávez conferenciaba con el general Santeliz Ruiz para su rendición, y los mandos políticos y militares de la época hacían su cuota en el juego de complicidades y encubrimientos, Fidel se solidarizaba con CAP socarronamente frente al golpe de Estado. Paralelamente, otros factores políticos venezolanos abrían los cauces para que el comandante Chávez llegara electoralmente al poder y Maduro se alineara en el rol de sucesión.
Esta es una imagen que compendia el pasado revolucionario de Maduro de los años setenta en los predios de El Valle, Los Chaguaramos, Valle Abajo, Caricuao, Coche en su adolescencia y el intercambio político precoz durante sus jubilaciones del liceo, con Carlos Lanz Rodríguez, con Alí Rodríguez Araque, con David Nieves, con Fernando Soto Rojas y por supuesto con Jorge Rodríguez padre. El flash también recoge su permanencia en Cuba después de la liberación del industrial norteamericano William Frank Niehous en 1979. Allí está su formación, su capacitación y su adoctrinamiento como cuadro en la Escuela Nacional de Instrucción Revolucionaria “Ñico López” al inicio de los años ochenta hasta que aparece nuevamente en Venezuela y empieza a expresarse públicamente después del 4F. El clic del fotógrafo también expresa el intervencionismo cubano en el mundo indicado con la participación en Argelia, Siria, Angola, Panamá, Nicaragua, Etiopía, Congo, Suráfrica, República Dominicana, Bolivia, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Granada, El Salvador, Guatemala, Honduras y Venezuela.
Un alto a esta altura del desarrollo para preguntar en el tema ¿La llegada de Maduro a la presidencia de la república es una circunstancia fortuita? ¿Fue un plan? ¿Cómo se justifica la meteórica carrera política de Nicolás desde 1998? ¿Por qué Hugo Chávez lo unge como su sucesor presidencial en su despedida en diciembre del año 2012?
La penetración cubana en Latinoamérica y en el caso particular de Venezuela, se hizo con la indolencia norteamericana, con la promoción y la complicidad de un gran aparato de publicidad y propaganda de un grupo de intelectuales que se llamó el boom latinoamericano, con la connivencia de los mandos políticos y militares de la democracia y con la ignorancia de un amplio sector social que compró mercancía política ilusoria.
Este colorido retrato de Maduro con Castro en La Habana lo grita en más de 1.000 palabras. Como si se estuviera leyendo la novela de Mary Shelley.
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