El régimen chavista ha venido entendiéndose más o menos con la misma falsa oposición PU/MUD en los últimos años. Los socios mayores de esta alianza siempre han sido Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular, y Un Nuevo Tiempo. Hay una larga lista de socios menores que formaban parte de la nómina, pero nunca de las decisiones.
Con altibajos esta relación régimen chavista-falsa oposición se mantuvo constante inclusive en los momentos más críticos cuando el chavismo deliberadamente los excluye de participar en alguna elección, pero luego los premia con cargos en la siguiente. El entendimiento se basaba en el acuerdo de apoyar la Constitución chavista de 1999 y su régimen político para a cambio recibir ciertas concesiones y reconocimientos por parte del Estado chavista
Esta extraña relación régimen chavista-falsa oposición ha permitido unas situaciones muy curiosas. Que en el 2015 el chavismo haya tolerado su derrota en la Asamblea Nacional pero anulándola inmediatamente con su Tribunal Supremo de Justicia y montándole una Asamblea Nacional Constituyente como un poder legislativo paralelo. También llamaba la atención como el gobierno interino de Juan Guaidó podía operar en el mismo sitio donde se reunía la Asamblea Nacional chavista.
Parecía que el chavismo le reconocía cierto espacio, entidad y fuerza a esa falsa oposición a la cual también al mismo tiempo perseguía y acosaba. Una relación accidentada que le permitía a ambos justificar el contubernio. El chavismo podía mostrar cierto barniz de tolerancia y a su vez la falsa oposición adecuaba su conducta para lograr espacios que le permitieran avanzar aunque estos, al sacar las cuentas, siempre hayan resultado pírricos.
Como en todas las negociaciones anteriores, la de México se inicia sobre la presunción de que cada parte tiene algo para negociar que su contraparte quiere. En este caso el chavismo pone en la mesa el control absoluto de su aparato jurídico, político y militar. Por su parte la falsa oposición lo único que podía poner como activo negociable era su presunta cercanía y coordinación con el gobierno de los Estados Unidos y la llamada comunidad internacional que habían sido decisivos en la aplicación de sanciones al régimen chavista y algunos de sus operadores. Se pensaba que la falsa oposición podía de alguna manera influir en la modulación de las sanciones dependiendo de los avances de las negociaciones.
La percepción era que el chavismo, para quitarse de encima las sanciones y evitar otras más, estaría dispuesto a hacer significativas concesiones a la falsa oposición. Sobre esa base se desarrollaron discusiones y pasó el tiempo. Durante ese tiempo pasaron muchas cosas. Unos presos políticos fueron liberados y aparecieron otros. Las tarjetas de todos los partidos negociadores, menos UNT, fueron confiscadas por el gobierno. Los narcosobrinos y Alex Saab fueron liberados. El grueso de las sanciones fueron levantadas. El chavismo salió del casino con bolsas llenas de fichas mientras la falsa oposición esperaba ansiosamente que al menos le cumplieran con una de las fichas prometidas, la electoral por supuesto.
Hay que recordar que la razón por la cual la falsa oposición emprende las negociaciones de México y acepta desmontar el gobierno interino, mas no la Asamblea del 2015, es precisamente lograr condiciones y garantías electorales para las elecciones de 2024.
Pero en el desarrollo de este proceso ocurrió algo que redujo el tamaño de la falsa oposición a su más mínima expresión. Los Estados Unidos, que inicialmente venían actuando como acompañante de las negociaciones, en algún momento hace a un lado a la falsa oposición y emprende negociaciones bilaterales directas con el régimen chavista. En esta nueva dinámica ya el chavismo podía prescindir del incómodo y pedigüeño intermediario para entenderse directamente con quien tiene el poder sobre asuntos como el canje de presos políticos y el levantamiento de las sanciones.
De allí en adelante el chavismo perdió todo el interés que haya podido tener en volver a reunirse con la falsa oposición. Aunque aún faltaban por firmar los Acuerdos de Barbados como único logro concreto de las negociaciones de México. Esos Acuerdos se firmaron por pura formalidad y marketing porque el verdadero eje de poder ya había quedado establecido entre Caracas y Washington.
Como era de esperar el chavismo no cumplió lo ofrecido en los Acuerdos de Barbados alegando exóticas interpretaciones de su texto. Pero no solo el chavismo se sale de los Acuerdos de Barbados sino que además orquesta un fraude electoral dejando por fuera a su socio negociador más fiel y consecuente. La PU/MUD podrá reclamar todo lo que quiera, pero esos Acuerdos ya cumplieron su función y al día de hoy están formalmente sin efecto.
Cuando operadores de la PU/MUD le reclamaron al gobierno por las arbitrariedades electorales con las inhabilitaciones y por ende el incumplimiento de estos Acuerdos, la respuesta de Jorge Rodríguez no pudo ser más clara y elocuente: “El Acuerdo de Caracas sustituye al de Barbados”. Aludía Rodríguez al documento firmado entre el Consejo Nacional Electoral chavista, los partidos judicializados (alacranes) y los aceptados por el régimen.
La etapa que se inicia ahora está definida por la determinación del régimen chavista de terminar de pulverizar a los socios mayores y menores de la alianza PU/MUD. Ya les quitó las tarjetas, su personalidad jurídica y su capacidad para postular candidatos. Solo se salva de esa degollina Un Nuevo Tiempo, el partido de Manuel Rosales. En esta nueva etapa el chavismo buscará darle vida a una nueva falsa oposición. Una integrada por todos aquellos a quienes se les permitieron postular candidatos el pasado 25 de marzo y posiblemente encabezada por Manuel Rosales. Seguramente habrá negociaciones y acuerdos, como antes, sin descartar formas cosméticas de cogobierno para dar una imagen falsa de apertura.
Con este nuevo cuadro el chavismo, como lo ha hecho antes, tratará de sobrellevar las críticas a su legitimidad haciéndose acompañar de unos justificadores con caras y siglas distintas, pero cuyo papel será idéntico al de los anteriores ya sustituidos.