Instigar la confusión política ha sido una constante de la hegemonía roja, en las distintas etapas que lleva controlando el poder en Venezuela, con el tutelaje muy cercano del castrismo cubano.
Por cierto un tema de gran importancia para la hegemonía de acá, lo que vaya ocurriendo en Cuba y en especial en La Habana, como consecuencia de los cambios en los titulares de los máximos cargos. Al respecto, prefiero no especular sino solo registrar la reconocida e imbricada relación.
Parte de la muralla de confusión consiste en mantener una cierta fachada político-electoral, que ayuda a nublar la percepción sobre este despotismo, en no pocos ámbitos foráneos. Los que se confunden en lo interno, es porque lo quieren hacer. Motivos diversos así lo justifican. Desde los analistas de buena fe y errados en sus valoraciones, hasta los beneficiarios de la boliplutocracia, económica y política.
Pensaba que con el tiempo y la catastrófica experiencia, esa muralla iba a perder fuerza, y la confusión, hábilmente promovida, también se iría despejando. Es probable que ello haya pasado, pero no en un grado suficiente para impulsar un cambio efectivo.
¿Eso puede modificarse, hasta el punto que el rechazo social sea conducido políticamente hacia el cambio? Espero que sí. Pero esa lucha hay que darla en todos los frentes que la Constitución formalmente vigente, permite y exige.