Por Jennifer Moya Gil
Emprender un debate en términos de la enseñanza de la música tradicional margariteña desde una visión curricular supone abordar un ejercicio fecundo de distintas visiones. Hoy en día es un verdadero reto asumir prácticas educativas basadas en transformaciones curriculares desarrolladas para enfrentar el hecho educativo desde distintos ejes humanos.
En tal sentido, el acto pedagógico y los procesos de enseñanza, demandan un clamor conceptual que esté en consonancia con una educación emancipadora, crítica y holística. Plantean Sánchez y Ortega (2008) que todo currículo debe expresar las intenciones educativas que se intentan concretar, dando respuestas al abordaje de la multiplicidad de culturas que establecen distinciones sociales, personales, étnicas, religiosas y culturales; además que el currículo ha de caracterizarse por concebir a la educación como eje para el desarrollo integral de la persona y como principio de igualdad de oportunidades educativas, respondiendo de manera legítima y tolerante a la pluralidad y diversidad cultural en la que se desarrolla. Asumiendo la postura de estos autores, el currículo debe ser factor ineludible que responda a las realidades sociales, debe legitimar esfuerzos y desafíos en la formación de un ser humano con conocimientos armónicos y acordes a su cotidianidad y además debe fungir como puente de mediación entre los seres humanos, asumiendo el respeto a la pluralidad y diversidad cultural presentes.
El currículo debe ser dúctil, abierto a posibilidades, inspirado en la diversidad, no recreador de pedagogías igualitarias. Es distinto, abocarnos a la enseñanza del canto de un galerón, que enseñar a ejecutar ritmos de tambor venezolano o enseñar a componer una estrofa poética que exprese alguna vivencia y que sea susceptible de cantarse como la gaita zuliana.
Necesariamente, las prácticas pedagógicas deben ser distintas. El discurso inherente a lo curricular, hace necesario un recorrido respecto a la música tradicional en Venezuela que responda a: ¿qué se enseña, cómo se enseña y para qué se enseña? Este llamado invita a revisar los programas de estudio, los contenidos, las competencias, en fin, todo el plan curricular actualmente instaurado en nuestro país en materia de educación musical en el subsistema básico, y además reconstruir una genealogía que explore la significación de estos saberes.
En concordancia, la Ley Orgánica de Educación (2009) insta al fortalecimiento y difusión de las manifestaciones culturales, los principios de identidad local, regional y nacional, desde la mirada latinoamericana, caribeña, indígena, afrodescendiente y universal. Exhorta además al desarrollo de una educación con respeto a la diversidad de los grupos humanos, al reconocimiento pluricultural, multiétnico e intercultural en la formación de los saberes. De allí se sujeta el afán de la formación geohistórica de los individuos con conciencia y aprecio por los valores patrios, los espacios geográficos y fundamentalmente con conocimiento de las tradiciones, de la música autóctona, de los saberes populares, ancestrales, artesanales y demás hechos culturales de las diversas regiones del país.
La educación musical en el marco de la ley y desde una mirada curricular debe engranar todo lo que involucra el proceso de enseñanza-aprendizaje partiendo de una mirada que se direccione desde lo particular a lo general, haciendo eco a la premisa “lo nuestro es lo primero”. Esto implica un reconocimiento musical desde la geolocalidad primeramente, en la que se instaure la historia musical de las localidades, sus cantos, sus cantores y poetas, sus tradiciones musicales, sus celebraciones, sus patrimonios, para ir avanzando cognitivamente con los saberes autóctonos regionales y nacionales desde las distintas miradas que establece nuestra identidad.
El ámbito de la música autóctona en cada región del país es considerablemente distinta y tiene sus particularidades. La enseñanza debe abocarse al canto, a la composición, a las prosas, a las estructuras melódicas y rítmicas propias heredadas en cada región de Venezuela; entiéndase, la enseñanza de un polo o de un galerón para Margarita difiere considerablemente de la enseñanza de una quirpa o un pajarillo para los llanos; esto amerita que las diferentes zonas educativas, en términos de lo que debe enseñarse en materia de música tradicional, deben hilvanar los programas y contenidos, los métodos de enseñanza y las estrategias de evaluación, en pro de configurar una especie de currículo local en ese sentido. Es menester establecer esta necesidad como una prioridad, dadas las razones expuestas; a cada área local una enseñanza basada en los saberes y peculiaridades de su música.
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