Se cumple un año de las elecciones primarias que legitimaron democráticamente el liderazgo unitario de María Corina Machado. Más tarde nos conduciría a la victoria popular del 28 de julio de 2024. La unidad opositora pasó a una nueva fase. Construida, ahora, de abajo hacia arriba, ha terminado siendo la de todos los venezolanos. Ha derrotado la antipolítica. Ante propios y extraños se ha desnudado a la dictadura y se mantiene un claro deslinde con el régimen, lo que no excluye el diálogo, aunque se le condiciona a que Maduro reconozca la voluntad popular expresada en los comicios presidenciales.
Continuamos avanzando en medio de una represión sin precedentes y un aislamiento absoluto del régimen. Están solos. Prácticamente, nadie los quiere, ni dentro ni fuera de Venezuela. Mientras tanto, la lucha continúa. Es hasta el final. Es una lucha espiritual, como reiteradamente lo expresa la líder del proceso. Sí, una lucha espiritual. Esta característica es, a nuestra manera de ver, lo más relevante de esta admirable campaña por la libertad.
El análisis sobre lo ocurrido y lo que ocurre en Venezuela se ha emprendido desde las más variadas perspectivas y diferentes facetas; sin embargo, para entender y aprender de lo sucedido, es necesario destacar, en toda su profundidad y dimensión, su carácter espiritual.
A diferencia de otras campañas electorales nacionales o extranjeras no se ofrecían satisfacciones materiales, aun cuando estaban implícitas en el objetivo de salir del tirano para iniciar la reconstrucción de un país devastado.
En la campaña electoral de 2024 podemos constatar cómo las tradicionales ofertas de carácter material resultaron absolutamente secundarias e irrelevantes. La principal promesa de esta gesta, que no vacilo en calificar de heroica, es el regreso al país de los que se han marchado, el reencuentro de los venezolanos, de la familia, de los hijos con sus padres, de los abuelos con sus nietos, de todos. Esta oferta intangible, difícil de valorar en términos materiales en un mundo caracterizado por un materialismo hedonista, en un país lleno de necesidades, es sorprendente.
Mientras en el orbe avanzan posturas que incluso llegan a plantearse un mundo más allá del hombre sin el hombre, donde con frecuencia todo parece reducirse a su valor monetario, a un materialismo ateo; donde cuando se sueña con un mundo mejor, lo espiritual parece estar ausente; donde se quiere construir una sociedad donde no cabemos todos, dónde simplemente se desconoce al otro, se le deshumaniza, se le ignora como sujeto de la creación para terminarlo convirtiendo en mero objeto; esta característica espiritual de nuestra lucha es sumamente relevante.
Es sumamente relevante y está llena de enseñanza para todos. Por supuesto, para los venezolanos que ya con esta actitud vamos adquiriendo conciencia del carácter espiritual que también deberá prevalecer en la reconstrucción de la patria donde la persona humana, su dignidad y su familia deben ser epicentro de todo. También está llena de enseñanzas para todos los que buscan un mundo mejor, íntegramente humano, en estos años de barbaries deshumanizadoras, de mentiras, de polarizaciones que dividen convirtiendo las diferencias en una relación amigo-enemigo de destrucción del otro, de la ausencia del creador.
Frente a las bayonetas y la crueldad manifiesta de un régimen ilegitimo; la Venezuela de hoy que sufre y llora, asume su responsabilidad y se llena de esperanzas para continuar hasta el final esta lucha espiritual para construir una democracia con valores, con justicia, donde lo utilitario no podrá privar sobre lo ético, sobre lo intrínsecamente humano.
@rafidiaz
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