OPINIÓN

¿Una izquierda otra?  

por Fernando Rodríguez Fernando Rodríguez

Estoy convencido de que el comunismo murió con la caída del muro de Berlín. ¿Qué entiendo por comunismo? Pues el marxismo implementado a la manera de Stalin, probablemente formulado provisoriamente por Lenin, en una Rusia profundamente atrasada y que no podía ser manejada por sectores populares amplios y crecientes, como suponía el  concepto marxista de dictadura del proletariado. De eso pueden quedar algunos residuos, más bien siniestros, en la poderosa China y en la paupérrima Cuba, pero en contextos radicalmente distintos, cada día más diferentes a sus ancestros.

El planeta es capitalista entonces y globalizadamente capitalista. Pero esa homogeneidad, en desarrollo, además, es la que mal comprendieron los que tocaron los clarines del fin de la historia, al menos en cuanto a ideas humanistas, teleológicas. No solo porque el deslumbrante desarrollo tecnológico pudiese crear inéditos e imprevisibles escenarios para lo humano, como rectificó Fukuyama, sino que vivimos en un mundo de una  desigualdad espantosa –10% de los más ricos posee 78% de la riqueza y el 50% más pobres posee  2% (Laboratorio mundial de desigualdad, 2021)–. Baste esa cifra para entender que hay, tiene que haber, los más diversos y encontrados tipos de capitalismo. En Estados Unidos, en el imperio mayor, se puede señalar el neoliberalismo delirante de los muchachos de Chicago y el “socialismo” de Bernie Sanders, que quiere luchar contra los ricos con los sindicatos en la calle, y vaya que han crecido sus adeptos. A estas diversas y contradictorias concepciones del capitalismo hay que sumarle su contagio con diversos ropajes étnicos, religiosos, ancestrales, bélicos, etc. para tener un panorama muy variado y candente del planeta, a pesar de la caída del muro y las estatuas rojas. ¿cuántas guerras y guerritas tenemos hoy, después de “nunca más”?.

Pero quiero aterrizar en estas tierras nuestras. Viene una ola de izquierdas nunca vista. Todos los grandes países (Argentina , México, Brasil, Chile), o algo más  pequeños (Colombia, Perú, Bolivia). Las tres bárbaras tiranías de Venezuela, Nicaragua y Cuba y la señora de Zelaya y algunas islitas del Caribe que no logro precisar nunca. Todo esto debe aterrorizar a nuestros abundantes neomacartistas. Y reflexionar a nuestra oposición más seria, la que va quedando.

Esta ola revive otra de la primera década del milenio que en general resultó un monumento a la corrupción y un desastre económico, sobre todo cuando cayeron los precios inflados de las materias primas. Baste enarbolar la Venezuela chavista, pérfida como pocas en la historia del continente y la mayor habladora de necedades que se recuerda. Pero esta izquierda si concientiza esos malos días y  se dedica a oír realmente el alarido de los que tienen hambre y los hijos se les mueren de  mengua, 200 millones (Celac), podría cumplir su eterna promesa de igualdad y libertad, tantas veces errada o trampeada. De esto último sabemos mucho los venezolanos de hoy, cómo se troca una esperanza en un infierno, en una banda sin escrúpulos.