Las teorías neoconservadoras sobre la crisis de gobernabilidad sostienen que la ingobernabilidad proviene de la desproporción entre las expectativas siempre crecientes que emanan de la sociedad civil y la capacidad que tiene el sistema político para satisfacerlas. En este momento histórico, en nuestro país, surgen todo tipo de protestas sociales, el gobierno busca rápidamente controlar la opinión pública para imponer su sinrazón, incluso aplicando circunstancialmente un blackout informativo del que ni las redes sociales se salvan, las fuerzas represivas del Estado están activadas en las calles. Es evidente, lo que brota es la cabeza del totalitarismo puro, situación que hace que no funcionen los niveles intermedios, que son los que tienen la misión de solucionar las diversas demandas económicas, sociales y políticas de los venezolanos, sin distingo de ideologías políticas.
La revolución bolivariana en estos últimos tiempos se viene configurando sobre la base de la ingobernabilidad, situación lenta que arruina peligrosamente la democracia, mostrando un escenario económico, social y político de destrucción que se compara con la temeridad en cualquier decisión.
La política del país renunció a las costumbres de negociación dialogada y se transforma en un escenario de lucha por el poder de forma irracional. La oposición se mueve con posturas y estrategias que se deslizan en algunas contradicciones que no le permiten lograr el objetivo del cambio político. Mientras, Maduro no pierde tiempo, maneja esta perturbación sustancial articulando estrategias y tácticas de su tablero político-electoral con el apoyo de la mayoría de los poderes del Estado, el objetivo final es mantener Miraflores cueste lo que cueste.
Es indiscutible, Nicolás Maduro no es Hugo Chávez, la revolución sin su comandante tiene una brújula desorientada para buscar rápidas salidas, es innegable que la revolución bolivariana está entrampada en su propio laberinto y no está en discusión, buscará cualquier escapatoria que le pueda beneficiar en cualquier escenario político-electoral presidencial 2023 o 2024.
Hugo Chávez sabía cuándo jugar posición adelantada y radicalizarse, sabía retroceder cuando había que hacerlo, llamaba al diálogo así no se diera en su futuro cercano y mostraba una postura política algo flexible, muchas veces “respetuosa” hacia la oposición y una actitud democrática, indiscutiblemente pensaba en su gobernabilidad. Para algunos chavistas, cuando Maduro asumió el poder por decisión de Chávez sabía que tenía un solo compromiso: preservar la revolución bolivariana.
Para los estudiosos del tema: “Se puede considerar que existe una crisis de gobernabilidad por dos fuentes: 1) cuando los gobernantes son incapaces de llevar un gobierno legítimo y enfrentan descontento y presión social de los gobernados; y, 2) cuando existe una sobrecarga de demandas sociales. La primera deviene ilegitimidad y la segunda ineficacia en la gestión del gobierno en turno. De esta forma, cuando se habla de gobernabilidad o su contraparte se habla de fenómenos en proceso y de relaciones complejas entre gobernantes y gobernados. Es por esta razón que la gobernabilidad solo puede percibirse desde este punto de vista dual en el que gobierno y sociedad determinan el equilibrio en que se expresa esta”.
La ingobernabilidad no es un estado de encendido-apagado. Es una situación gradual, que llega a tal punto que la complejidad en las diferentes crisis que transita Venezuela se pudiera percibir como algo normal, lo que impide ver la realidad concreta. Lo grave, puede estarse viviendo en la ingobernabilidad sin estar plenamente consciente de su agudeza.
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