OPINIÓN

Una imagen parlanchina

por Antonio Guevara Antonio Guevara

Estamos próximos a un nuevo 4 de febrero. Este año 2022 se cumplen 30 años de ese golpe de Estado. Si nos atenemos, en el tiempo, a las secuelas y sus resultados, ha sido un golpe exitoso. Y lo sigue siendo. Llevó al poder en 1998 a quien se endosó la responsabilidad de este y desde entonces tenemos 23 años de revolución bolivariana. Su creación política. De manera que, en esos términos, fue un golpe exitoso.

Desde ese entonces, y a la fecha, los pormenores de la conspiración previa y su desenlace han sido un misterio. Todo se ha sumido tendenciosamente en un manto de secretos cubiertos, en ese orden, por mentiras, medias verdades y al fondo, bien profundas, y tapizadas por complicidades, están las verdades. Todo eso deja un campo abierto para armar piezas, para ir colocando cosas en el tiempo y para darle armonía de verdad a lo que realmente ocurrió, que hizo cada uno y asignar en ese tablero las cuotas de responsabilidad. Esas que la ausencia de coraje institucional y de valor personal le tatúan en la historia a quienes corren delante de la verdad y de la responsabilidad, hasta que el dedo índice de la sociedad les apunta al pecho y les golpea con un tajante señalamiento.

Se dice que una imagen dice más que mil palabras. Esta de arriba que encabeza el texto es una ratificación contundente de esa expresión.

Esta representación es sumamente expresiva. Habla por si sola. Tiene allí condensada toda la historia del 4 de febrero de 1992. Precisamente la fecha que calza el click que disparó la captura, que amarró las expresiones, que reunió los personajes, y recogió todo el evento que se inició cuando en la mentira de un ejercicio para El Pao, estado Cojedes, se llevaron engañados hacia Caracas a los soldados paracaidistas para que participaran en un golpe de Estado. También se expresa en los personajes ausentes.

Esta fotografía es una enciclopedia con tantos tomos como la británica. Y da para muchos más a medida que se le exprime la información y se deja decantar con los personajes presentes y también con los que no están.

El momento contenido en esta gráfica, partió en dos la historia de Venezuela. Después de la siguiente pose, el teniente coronel Hugo Chávez se abrió en las 179 palabras y solo 72 segundos del discurso de la rendición por ahora, que le empezó a cambiar la vida a los venezolanos. ¡Y cómo!

Este registro también contiene archivados 3 años, 3 meses y 9 días desde el 26 de octubre de 1988. El día en que fueron movilizadas las dos unidades de los tanques Dragoon del batallón Ayala, desde fuerte Tiuna hasta el Ministerio de Relaciones Interiores en Carmelitas y en la residencia presidencial de La Viñeta, con la mentira – como la del ejercicio en El Pao– de ir a proporcionarle seguridad ante un atentado, al presidente encargado de la república, el doctor Simón Alberto Consalvi. El presidente Jaime Lusinchi estaba ausente del país por un viaje oficial. Era un día de ausencias en algunas de las titularidades en el país, en el ejército y en el batallón de tanques. Como en la ilustración. El vicealmirante Elías Daniels, inspector general de las fuerzas armadas nacionales y encargado en el Ministerio de la Defensa, flanqueado por el también vicealmirante Germán Rodríguez Citraro, contralor general de las FAN y el coronel del ejército Juan Antonio Pérez Castillo jefe de relaciones públicas del ministerio. Daniels sirve de maestro de ceremonias para darle la palabra ante las cámaras y los micrófonos de la cadena nacional, al comandante que asumió la responsabilidad por el golpe. A partir de allí se empezó a escribir otro tomo. El ministro ausente, el general Ochoa, estaba presente en Miraflores solo para empezar a construir también la ausencia de la democracia que se habían dado los venezolanos años atrás.

Como está atrás en ese cuadro, el general Santeliz. Es una rareza. La fobia del general a las cámaras, los obturadores y a los flashes es similar a la del celacanto en las profundidades abisales y la de Nessie, el monstruo del lago Ness en Escocia.

Puede parecer un momento de esos que se recogen detrás de las cámaras. Solo por la presencia en su lugar de siempre –detrás– haciendo y deshaciendo tareas rasputinescas. De esas que en las trastiendas de una corte sirven para hacer movidas inusuales, intercambios novedosos, jugadas insólitas y faenas sorpresivas que en el tiempo se continúan nublando en la incertidumbre de un lance audaz e inteligente, o de una canallada maquiavélica. Todo muy bien inscrito entre las esquinas de Grigori Effimovich o de Nicola. De la Rusia zarista a la Italia florentina, donde las zancadillas políticas por y para el poder eran el día a día.

Y esa fotografía habla sola. Porque tiene respuestas para todo lo relacionado con el 4F, cuando se le dispara la imaginación a su interlocutor. Las que sean necesarias. Como ¿quién hizo la misteriosa llamada al batallón Ayala la tarde del 26 de octubre de 1988? ¿A quiénes afectaron y beneficiaron principalmente las investigaciones chucutas sobre esa llamada? Después de esa picardía audaz y arriesgada, ¿cómo quedó el panorama político y militar de esa coyuntura? A medida que desde el marco se va recibiendo ese desarrollo, se le consigue claridad al movimiento de esos carros militares en esa tarde de octubre. Y también a la extraña desaparición del comandante Chávez desde que decidió entregarse en el Museo Histórico Militar hasta que llegó, bañado, perfumado y con el uniforme impecable, el fusil al hombro y el discurso celosamente guardado en el bolsillo de la guerra camuflada; escoltado cordialmente por Santeliz ─según las instrucciones del ministro─ al quinto piso del Ministerio de la Defensa en Fuerte Tiuna, para pronunciar su ensayado, histórico y memorizado discurso del por ahora.

Es una imagen muy locuaz. Definitivamente. ¡Allí falta el ministro Ochoa! Eso lo pudiera exclamar alguien con la misma conclusión de ver a Viruta en un set fílmico y no registrar la presencia de Capulina. Pero sí está. Dice presente con el comandante que está listo para hacer su último disparo retórico ensayado desde que vino de La Planicie hasta Fuerte Tiuna, en un recorrido insólito de 4 horas. Y con Santeliz, su alter ego de las viejas conjuras, las eternas conspiraciones y las abiertas maniobras políticas cuarteleras desde los tiempos del 5 de Julio de 1962, cuando se graduaron en el patio de honor de la vieja Escuela Militar. Esa fotografía tiene una locuacidad excepcional. No la callen. Sigan preguntándole. Todavía tiene varios tomos para responder. Pregunten. Allí hay un potencial.

La historia después del 4 de febrero de 1992 es un tomo posterior que está registrado en hechos comunicacionales, públicos y notorios. Sacó de las catacumbas de la clandestinidad y el secreto a muchos personajes de la política, la economía, los medios, los cuarteles y la cultura que estaban agazapados esperando el momento preciso para dar el zarpazo posconjura. Los Notables del quepis y del sable, y los de la pluma. No están allí de cuerpo presente, pero le dieron la autoridad al general Santeliz para que los represente en la treta del discurso redactado, pulido y ensayado antes de llegar al quinto piso, para el teniente coronel golpista y en todo lo que venía ocurriendo desde que los tanques Dragoon salieron por las alcabalas del Fuerte Tiuna en octubre de 1988.

Sin terminar de exprimir la interlocución con la foto, en cualquier cierre, uno puede imaginar al vicealmirante Daniels, ese día del 4 de febrero de 1992, anunciando con voz engolada de locutor y con toda la afectación posible para toda Venezuela y el mundo:“Señoras y señores dejo con ustedes al teniente coronel Hugo Chávez Frías, quien va a hablar en nombre del ministro y de todas las figuras notables, civiles y militares que alientan de cuerpo presente y ausente, estos hechos”.

Lo demás es historia ya conocida a la fecha.

30 años del 4F.