OPINIÓN

Una Iberoamérica unida

por Francisco Bustos Serrano Francisco Bustos Serrano

En su libro Sapiens, el profesor Harari describe cómo la escritura se creó durante la revolución agrícola alrededor del cuarto milenio a. C. para almacenar información sobre las cosechas. De hecho, es probable que el primer nombre escrito en la historia de la humanidad fuera el de un contable.

Los Estados, al igual que la escritura, se crean en un principio para organizar los bienes materiales en común de una sociedad. Así, la ley más importante que se aprueba en los Parlamentos anualmente suele ser la Ley de los Presupuestos, en la que se detalla cuáles serán los impuestos que se cobrarán y en qué se gastarán.

Iberoamérica, a pesar de ser una zona geográfica culturalmente bastante homogénea, está organizada, sin embargo, en una diversidad de naciones de tamaño mediano. Aparte de las razones históricas que llevaron a esta disgregación, probablemente esta organización es debido a la estructura económica de los países que la integran.

En el año 2018 el PIB per cápita de Estados Unidos ascendía a 62.641 de dólares. El PIB per cápita más alto en Iberoamérica era el de Uruguay con 17.278 de dólares. Como se puede ver, el desarrollo económico de la región es menor que el de su vecino, y unido, gigante norteamericano. Podría pensarse que la razón de este menor desarrollo fuera precisamente el que no exista un gran Estado que uniera a todos los países iberoamericanos. Pero probablemente, la explicación sea al revés. El menor grado de desarrollo económico es el que hace que no exista esta gran nación. Si existieran grandes empresas que necesitaran un mercado unificado, se crearían las estructuras necesarias para gestionar esta economía más sofisticada.

Thomas Piketty, en su libro El capital del siglo XXI, afirma que todas las regiones del mundo son susceptibles de desarrollarse hasta el nivel más avanzado. Como ejemplo, se puede poner a China, que económicamente hace unos 30 años, aún tenía altos niveles de pobreza y que hoy en día, incluso, pone en cuestión el liderazgo mundial de Estados Unidos. Aunque cada región debe seguir su propio modelo, del modelo chino de crecimiento cabe destacar su estrategia de desarrollar su propia tecnología, en colaboración con empresas extranjeras, pero buscando no ser dependientes de las grandes transnacionales.

No existe ninguna razón para pensar que no sea posible un desarrollo económico en Iberoamérica similar al de los países del primer mundo, que hiciera necesarias estructuras de Estado del tamaño suficiente para apoyar actividades empresariales del volumen de regiones como Europa, Estados Unidos o China. Sin embargo, existen algunas cuestiones estructurales que sí podrían poner en peligro este desarrollo.

En primer lugar en Iberoamérica es muy fuerte el movimiento de lo que podría llamarse la izquierda excluyente, con su centro de actividad en Cuba. El modelo democrático de desarrollo establece una alternancia en el poder entre las fuerzas de izquierda y de derecha. A través de elecciones democráticas, se decidiría en cada momento cuáles serían las fuerzas políticas que gobernarían. La izquierda excluyente busca no solo perpetuarse en el poder, si no expulsar, incluso físicamente, a los partidarios de opciones políticas de derecha. En Cuba, no solo no hay una alternancia en el poder entre izquierda y derecha, sino que la emigración cubana, principalmente a Miami, que alcanza cifras de aproximadamente 2 millones de personas, ha tenido lugar principalmente por motivos ideológicos. Venezuela se encuentra actualmente en una situación en la que está en juego si la izquierda excluyente triunfará o si, por el contrario, se optará por un modelo de crecimiento democrático.

Pero hay que preguntarse el porqué de este apoyo a movimientos de izquierda excluyente. ¿Cuál es la semilla del diablo? Sin duda, la desigualdad económica es uno de los factores que hace que la izquierda se radicalice.  Según el informe del Banco Mundial, “Takingon Inequality” 2016, que utiliza el índice Gini para medir la desigualdad, 8 de los 10 países más desiguales económicamente del mundo son iberoamericanos.

Una de las razones de esta desigualdad es que Iberoamérica tiene una de las presiones fiscales más bajas. Mientras que la media de los países de la OECD está en el entorno de 35%, la media latinoamericana es cercana a 20%. Sin duda, los impuestos tienen una función redistributiva, ya que proporcionalmente los que más tienen, más pagan y las personas con menores ingresos se benefician de los servicios del Estado como educación, sanidad y pensiones.

Por supuesto, como en todo el mundo, el hacer un Estado más grande a través de los impuestos tiene dos desventajas principales: en primer lugar, puede desincentivar el esfuerzo y el trabajo, puesto que puede haber ciudadanos que prefieran vivir de los subsidios del Estado. Esto se contrarresta si son los servicios básicos como la educación y la sanidad los que provee de manera gratuita el Estado, que solo se utilizan cuando son necesarios y no son sustitutivos del trabajo. A través de la educación se promueve, además, la igualdad, pues se consigue que haya oportunidades para todas las capas sociales.

Pero el mayor peligro de un mayor Estado es la corrupción, ya que cuanto mayor es el botín, según el dicho de que lo que es de todos no es de nadie, mayor es el deseo de sus administradores de hacer un uso indebido del mismo. Por supuesto, es importante que exista un rechazo moral absoluto hacia la corrupción, incluso, si viene de las propias filas ideológicas. Pero, además, se deben endurecer las penas por casos de corrupción, pues no hay mayor desincentivo a robar que la cárcel.

Durante todo el artículo he utilizado la expresión Iberoamérica y no otras como Latinoamérica o Suramérica porque considero que España y Portugal forman parte, sin duda, culturalmente, de esta región, aunque geográficamente estén situadas en Europa. Por ello, en una hipotética unión el papel de estos dos países podría ser relevante a la hora de colaborar económicamente.

Iberoamérica tiene el volumen crítico necesario para convertirse en una región que tenga un peso específico económico en la escena internacional. Como otras zonas del mundo tiene problemas específicos que resolver, pero que surgirá una unión iberoamericana está fuera de duda. La única cuestión es cuánto tiempo tardará y que modelo de desarrollo seguirá.