El 19 de abril, además de feriado nacional por el establecimiento de nuestro primer gobierno autónomo paradójicamente en “defensa de los derechos de Fernando VII”, se cumplen 80 años del levantamiento del gueto de Varsovia. Hecho que conocimos con tan solo ocho años gracias a la serie de televisión: Holocaust (Gerald Green & Marvin J. Chomsky, 1978) que pasaron por el canal Venevisión. Nuestra admiración por el pueblo judío se inició gracias a dicha serie, debido a que esta logra transmitir su resistencia en medio del horror del exterminio. En el gueto casi 1.000 combatientes con el apoyo de muchos civiles iniciaron una insurrección que no tenía ninguna probabilidad de triunfo. Sabían que estaban siendo aniquilados, pero decidieron morir con dignidad. En el último episodio de la serie, en un momento que hacen retroceder a los soldados alemanes, me generó una gran emoción cuando sacan la bandera de Israel por una ventana. La estrella de David se convertía para mí en el símbolo de la naturaleza humana, del triunfo de la esperanza y la fe sobre la muerte y el mal.
En el filme El pianista (Roman Polanski, 2002), pero también en la serie mencionada, se ve el proceso de compra de armas por parte de los grupos de resistencia judía en el gueto: Żydowska Organizacja Bojowa (ŻOB) y Żydowski Związek Wojskowy (ŻZW), el primero de derecha y el segundo de izquierda, aunque ambos cooperaron. Su formación se había iniciado en 1941 y aceleró su reclutamiento en 1942. El contrabando de armas se llevaba a cabo por medio de los contactos con la resistencia polaca (Armia Krajowa y Gwardia Ludowa) y también se muestra en las películas cómo lograban introducirla en el gueto. Es la mejor demostración de la ilimitada capacidad humana para no rendirse en las peores condiciones. La resistencia no solo consiguió el dinero para comprar las armas, sino que entrenó a sus combatientes (junto a los civiles que los apoyaban en la logística) y construyó un sistema defensivo que incluía búnkeres, comunicaciones por las alcantarillas y tejados pero también con el exterior, e incluso defensas antiaéreas; aunque evidentemente con armas ligeras, caseras y medios rudimentarios.
La rebelión tiene su principal origen en la deportación hacia los campos de exterminio iniciada en agosto de 1942 (ya sabían del gaseado), lo cual se había empezado a hacer en todos los guetos. Se realizó gradualmente en los siguientes meses hasta que se detuvieron en octubre cuando quedaban solo 70.000 de los más de 400.000 que llegó a tener. A principios de 1943 la SS planeó clausurarlo definitivamente y es en este momento que estalla una primera rebelión el 18 de enero que detiene el proceso temporalmente. En abril se decidió definitivamente su cierre, reuniendo más tropas y armamento pesado bajo el comando del general Jürgen Stroop. La resistencia judía estaba preparada cuando entraron los primeros soldados la noche del Pésaj. ¡Sería un mes de resistencia hasta el 16 de mayo! Lo más despreciado por la propaganda y el régimen nazi los hacía retroceder una y otra vez, destruyó incluso alguno de sus vehículos semiblindados y en total le generó 150 bajas aproximadamente. Las cifras de los judíos son más difíciles de contabilizar, al parecer 300 fallecieron en combate pero 13.000 en el proceso de demolición del gueto para lograr su rendición. Se iba quemando y destruyendo cada edificio hasta que todo terminó el 16 de mayo.
Las imágenes relativamente más optimistas y “asépticas” (mostrar poca sangre y el daño en el ser humano que genera el combate) las ofrece la serie de TV, en cambio El pianista es de una gran crudeza y desde una perspectiva externa (de un apartamento a las afueras del gueto). Pero en ambos se reconstruye el fusilamiento de los últimos combatientes, aunque algunos habitantes y soldados judíos escaparon por las alcantarillas para contarnos lo vivido. Otro factor admirable y más para un historiador, con relación a la recolección de fuentes primarias para poder luego escribir lo que ocurrió de la forma más objetiva; es el gran trabajo que desarrolló una organización dedicada exclusivamente a guardar la memoria de lo padecido en el gueto de Varsovia. Su nombre era Oyneg Shabes y eran decenas de personas que bajo el liderazgo del historiador Emanuel Ringelblum guardaron montones de papeles, crónicas, diarios, testimonios y estadísticas sobre todo lo que ocurría. Todo esto fue guardado en cilindros que se enterraron en el suelo, lamentablemente todavía no se ha conseguido uno de ellos. Ringelblum no sobrevivió a la guerra, pero su lucha es igual de valiosa que la de los soldados de la rebelión del gueto.
En lo que respecta al cine solo nos referimos a dos películas, pero hay otras que no hemos visto; por no hablar de sus numerosas novelas (John Hersey, 1950, The Wall, etc.), memorias (Jack P. Eisner, 1980, The Survivor) y trabajos historiográficos (más de diez pero consultamos solo la entrada respectiva de la página de Yad Vashem e Israel Gutman, 2012, Resistance. The Warsaw Guetto Uprising y Georges Didi-Huberman, 2018, Dispersas. Viaje hacia los papeles del gueto de Varsovia). Muy cerca de los hechos se filmó Border Street (Aleksander Ford, 1948), el conocido director polaco Andrez Wajda le dedica tres filmes: A Generation (1955), Samson (1961 y Holly Week (1995); y de John Avnet es Uprising (2001). Al hablar del orden nazi en nuestra serie (tercera semana de noviembre de 2020) nos referimos al de Varsovia con detalle y hemos reseñado algunos de sus diarios (Mary Berg, etc.). La semana que viene retomamos el frente ruso para explicar su evolución después de la derrota alemana en Stalingrado.
Si no había posibilidades de victoria o por lo menos lograr la supervivencia: ¿por qué generar este baño de sangre? Muchos plantearon que de esa forma le demostraban a los asesinos, pero también a su pueblo, que no eran cobardes; lo más importante, sin embargo, era el testimonio, el ejemplo para el resto de los oprimidos en todo el imperio nazi. Y para los sionistas era parte de una sola lucha por la creación del Estado de Israel, que es lo central en el argumento de la serie Holocausto. Aunque la misma presenta el debate entre los judíos en torno al sionismo, es evidente que se decanta por este último. Al final, toda la familia Weiss (disculpen el “spoiler”, pero ya es un clásico) ha sido exterminada, salvo el nieto que nació en la guerra (mezcla del hijo mayor y la “aria” Inga que representa Meryl Streep) y el joven hijo Rudi, que fue parte de los partisanos en Ucrania, y que en la última escena sonríe al jugar fútbol con un montón de niños huérfanos que llevará a la Tierra Prometida. Y aunque es historia ficción (hechos reales de la historia pero con personajes ficticios) la serie de TV es probable que esté inspirada de algún modo en el líder del levantamiento del gueto, quien fue un joven de 23 años: Mordechai Anielewicz.