Antes de empezar la Operación Especial Ucrania, no se esperaba que el mundo volviese a presenciar una guerra, se hablaba de sus supuestas alternativas como guerras económicas, sistema de sanciones y la combinación de ambos como bloqueos económicos o embargos internacionales. La sorpresiva invasión de Putin nos llevó a entender la causa por la cual no se considera derroche la brutal inversión en armas y tecnología militar.
Cuando digo “derroche”, debo admitir que me aqueja un profundo dolor porque ese presupuesto hubiese acabado con el hambre en el mundo. Actualmente se calcula que existen 12.500 bombas nucleares, más de 2 millones de drones y al menos 1.500 satélites para uso táctico militar. Solo en esos pocos ejemplos –sin mencionar el gasto de desarrollo, las demás armas, equipos y municiones–, tenemos la razón por la cual el humano parece no haber perdido su instinto salvaje.
Suena romántico o incluso cursi decir que estamos firmes y unidos en la erradicación de la pobreza. La realidad, nada romántica, es que no enfrentamos el hambre en el mundo porque estamos muy ocupados preparándonos para matarnos.
Basado en eso, a veces siento que el meteorito de la prehistoria no debió extinguir a los dinosaurios sino a los humanos, pero no nos preocupemos, todo está controlado, para eso tenemos (orgullosamente), un arsenal nuclear cuya meta es imitar el Big Bang.
Las guerras a lo largo de la historia no han servido más que para causar pérdidas humanas. Sobre las cenizas de los caídos se elevan estatuas a los generales para rendirles honor eterno mientras que a las víctimas les colocan una medalla para compensar su dolor. Nuevamente la contradicción, los causantes de las muertes son los dueños de admiración y gloria.
Además de las guerras formales como Ucrania e Israel, tenemos otras maneras de enfrentarnos. Terrorismo, discriminación, racismo, feminismo, odio por preferencias sexuales, “todes contra el mundo” y las demás que se inventan para servir a la confrontación. Buena esa genios…
Al parecer no nos hemos percatado de que el mundo tras el fenómeno de la globalización estaba encaminado al borrado de fronteras, el sueño de hacer de todos los países un solo pueblo; ahora enfrenta nuevos retos como la discriminación que representa no menos que fronteras internas.
Para demostrar la separación en la que estamos viviendo analicemos: la mayoría de los colectivos prefieren relacionarse entre ellos, nada común tener un hogar con personas distintas religiones, muchos colectivos LGTB suelen autoaislarse del mundo de los heterosexuales, los racistas sencillamente no se juntan con personas de otro color y ahora más que nunca la xenofobia ha empezado a influir en todas las esferas sociales.
La actualidad hace más marcada esa separación invisible que las fronteras y las confrontaciones territoriales. Los llamados “hitos de delimitación” son visibles pero la separación discriminatoria es tangible, es dolorosa, es repugnante. Al igual que las armas nucleares, la discriminación dejó de ser apartheid y ahora es aceptada, peor aún; es reconocida como movimiento político y social. Por eso escribí la ironía del meteorito, hubiese sido mejor para el mundo.
Esa tendencia a separar a los humanos para controlarlos fue una de las perversidades de Nicolás Maquiavelo “divide y vencerás”. Al pasar de los años, se convirtió en una de las formas de sometimiento a las masas. Por ejemplo: a una de las bases de empoderamiento del nazismo se le denominó “Lebensraum”, enfrentó a humanos basado en la exaltación de una Raza Superior ¿Les suena conocido? Pues claro, es la base sobre la que gira el racismo, la tendencia de cada religión en sentirse superior a las demás, la justificación de que al pensamiento distinto se le reacciona con “estás equivocado” y además, el poder económico hace sentir a un grupo de personas como seres superiores.
En la actualidad, pese a Maquiavelo y Lebensraum, entre las principales banderas de la ultraizquierda destacan enfrentamientos de clases sociales, colectivos contra la Iglesia, defensores del aborto contra las familias y más marcadamente las mujeres contra los hombres.
Cada dia buscamos la manera de crear nuevas guerras, cada una más asimétrica que la anterior, pero tanto la izquierda como la derecha, tanto gobernantes como opositores, siguen el mismo patrón, dirigirse a un sector de la población y diferenciarlo de los otros sin percatar la tendencia a sectorizar la política, en especial separarnos entre humanos y dar más apertura al odio y a la discriminación.
¡UN SOLO PUEBLO, UNA SOLA RAZA! Hay esperanza, hay caminos, es posible. No será fácil, pero sumaremos voluntades hacia la reconciliación. Justo ahora trae al recuerdo la célebre frase: “…La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: solo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacer eso…” fragmento de “I Have A Dream” , Martin Luther King.