Desconcierto e impotencia son dos palabras claves que pudieran muy bien simbolizar el fracaso rotundo de la política exterior de Estados Unidos hacia sus vecinos de América Latina y el Caribe.En especial, no deja de sorprender, a lo largo de los últimos años, la impericia política y vista corta de los principales asesores de la Casa Blanca y otros altos funcionarios del Departamento de Estado, a la hora de establecer los balances de rigor.
Todo se puede sintetizar en el triste lugar que siempre ha ocupado nuestra región en la escala de prioridades de las distintas administraciones, tanto republicanas como demócratas, muy a pesar de la hipócrita narrativa que intenta, fallidamente, mostrar lo contrario. Un patio trasero que desde lejos ha sido displicentemente observado con sus miserias socio económicas y vulgares crisis políticas, cual relámpagos y truenos de una tempestad bien lejana en el perdido horizonte, que aparentemente no ofrece peligro alguno.
Siempre lo mismo
Nuevamente, y en un intento por mostrar su mejor rostro e ímpetu renovados, desde el lunes 3 y hasta el jueves 7 de octubre, el secretario de Estado, Antony Blinken –con todo el aburrimiento que implicará para él – comienza una gira que lo llevará a Colombia, Chile y Perú.En esta oportunidad, el alto funcionario estadounidense habrá de transitar por terrenos ciertamente pantanosos en una subregión cuyo espectro político está experimentando cambios que no son buenas noticias para Washington.
Colombia
El primer y gran escollo del periplo será Colombia, con un nuevo e incómodo presidente de izquierda que ya ha comenzado a mostrar sus cartas para despecho de la Casa Blanca.
Resulta por demás irónico que la agenda del encuentro Petro-Blinken, según divulgación del propio Departamento de Estado, incluya lo que identifican como “prioridades compartidas de apoyo a gobiernos democráticos sólidos y el respeto de los derechos humanos en el hemisferio occidental”. Uno se pregunta: ¿que podrán aportar al respecto Gustavo Petro, su vicepresidenta Francia Márquez y el canciller Álvaro Leiva, cuando, inevitablemente, surja el tema de Nicolás Maduro y su oprobioso régimen?
Estamos hablando de un presidente colombiano que no ha perdido tiempo desde su reciente asunción al poder para, entre otras cosas, restablecer relaciones diplomáticas y comerciales con su vecino venezolano, incluso con la apertura oficial de las fronteras como símbolo inequívoco.
Se espera, según la misma fuente del Departamento de Estado, que ambas partes intercambien puntos de vista sobre las formas de implementar un enfoque integral para contrarrestar el flagelo de las drogas y sus multidimensionales consecuencias.
Este punto promete roces inevitables entre ambos gobiernos. Ya Gustavo Petro se refirió al tema de manera categórica, incluso en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas de este año, plataforma que aprovechó para criticar duramente el enfoque mundial de lucha contra las drogas, y muy en particular, el de las potencias, con Estados Unidos a la cabeza. Su discurso deja claro el interés prioritario y énfasis que tendrá su gobierno en las dinámicas sociales que han llevado a la adicción. Es decir, hacer del consumo el foco principal de futuras estrategias.
Bien lejos habrán de quedar aquellos remotos días del Plan Colombia y mecanismos bilaterales subsiguientes que marcaron, hasta ahora y solo hasta ahora, la estrecha cooperación estratégica en materia de combate al narcotráfico entre Colombia y Estados Unidos.
Por tanto, cuesta mucho adivinar cómo la Administración Biden tiene pensado lidiar con esta nueva y compleja realidad que incumbe de manera notoria, no solo a la seguridad nacional de Estados Unidos, sino a la de la región en su conjunto. Asunto este, por cierto, estrechamente vinculado a otro de los eslabones objeto seguro de discusión, eso que llama el Departamento de Estado la colaboración continua de Washington con el gobierno de Colombia para la implementación del Acuerdo de Paz de 2016.
La tesis de Gustavo Petro de una “paz total” en Colombia, imprime a la ecuación otro factor de alta complejidad, espacio en el que Estados Unidos no pareciera tener un lugar reservado. Quien sí se presenta como un actor fundamental en el plan del presidente colombiano de desmovilizar a la guerrilla del ELN y demás grupos armados a lo largo de la frontera colombo-venezolana, incluyendo las disidencias de las FARC (Nueva Marquetalia), es nada menos y nada más que el señor Nicolás Maduro, designado descaradamente como garante de los acuerdos que serán firmados. Un verdadero reto y dolor de cabeza para Estados Unidos.
Chile, Perú y la OEA
Menos amarga le resultará a Blinken su visita a Chile el 5 de octubre. Allí se reunirá con el presidente Gabriel Boric y su ministra de Relaciones Exteriores, Antonia Urrejola. Los resultados del referéndum de hace un mes que dijeron NO a un proyecto de nueva carta magna y que representó una derrota para la izquierda y el propio presidente chileno, sirven de marco para que el secretario de Estado reafirme el apoyo de Estados Unidos a la institucionalidad y gobernanza democrática chilenas.
Por paradójico que pueda sonar, no parecieran haber elementos contenciosos en esta prematura relación entre Estados Unidos y el gobierno de Boric, quien ha exigido sólo respecto para que su país y el resto de sus pares latinoamericanos sean tratados en términos de igualdad y no como subordinados.Por otra parte, a pesar del acostumbrado automatismo de la izquierda latinoamericana, el presidente chileno se ha desmarcado de posturas vergonzosas como las de sus pares de México y Argentina, entre otros, al mostrarse crítico de las violaciones de los derechos humanos en Nicaragua y Venezuela.
La visita de Antony Blinken a Perú, el jueves de 6 de octubre, para asistir al período anual de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, servirá de marco para celebrar un encuentro de pura cortesía con el alicaído presidente de Perú, Pedro Castillo, abrumado por una interminable crisis política y envuelto en una trama de corrupción, con quien el secretario de Estado espera revisar asuntos de rigor como la seguridad regional, la protección del medio ambiente y el tema de la recuperación de los niveles de erradicación de los cultivos de coca.
El interés básico que moverá a la delegación de Estados Unidos en la Asamblea General de la OEA de esta semana, en Lima, habrá de estar enfocado en las tareas de seguimiento a la implementación de la Declaración de Los Ángeles de la IX Cumbre de las Américas, celebrada a mediados de año, y, muy en particular, en el compromiso de un gran número de países firmantes de contribuir a frenar los flujos migratorios, muchos de los cuales tienen como destino final el territorio de Estados Unidos.
Pero, más allá de la agenda prevista en el marco de la Asamblea General de la OEA, Blinken se encontrará con un ambiente enrarecido y poco auspicioso,demostrativo de una organización con grandes fisuras, sobre todo en lo ideológico, cada vez más alejada de los propósitos e intereses que mueven a una decadente política exterior estadounidense que no logra recuperar el liderazgo perdido frente a sus pares continentales.
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