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Una fotografía con auctoritas

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Agrupación de parada y desfile ¡Atención… firrr!

Esta fotografía recoge uno de los momentos institucionales más importantes para el registro de la vida democrática de las fuerzas armadas nacionales durante los cuarenta años de vida republicana, iniciados a partir del 23 de enero de 1958.

La mejor descripción de esta imagen es remitirla al entonces vigente artículo 132 de la constitución nacional de 1961. Su texto señalaba en ese momento «Art. 132.- Las Fuerzas Armadas Nacionales forman una institución apolítica, obediente y no deliberante, organizada por el Estado para asegurar la defensa nacional, la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y a las leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación. Las Fuerzas Armadas Nacionales estarán al servicio de la República, y en ningún caso al de una persona o parcialidad política.»

La presencia del Alto Mando Militar en el Palacio de Miraflores ese día 18 de agosto de 1987 obedecía precisamente al cumplimiento del primer mandato de la carta magna para la institución armada, el de asegurar la defensa nacional. La nación estaba en plena crisis y en la escalada de una guerra. En plena movilización militar derivada de la incursión de la ARC Caldas a las aguas jurisdiccionales del golfo de Venezuela. La unidad de la nación, fundamental para este tipo de contingencias se iniciaba con la lealtad de los mandos militares hacia su comandante en jefe y el ejercicio de la autoridad constitucional de este, en las decisiones militares y las respuestas políticas de la coyuntura. El presidente de la república de Venezuela, el doctor Jaime Lusinchi y el Alto Mando Militar encabezado por el ministro de la defensa, el general de división del ejército Eliodoro Guerrero Gómez hicieron uno de los registros históricos, políticos, institucionales y militares más importantes en la Venezuela del siglo XX. La defensa de la territorialidad y el ejercicio de la soberanía están ilustradas en esa imagen.

Si alguien me pidiera en este momento una referencia de la última vez que Venezuela se calzó la media bota de campaña, se terció la mochila de combate y caló la bayoneta para hacer golpe de culata, de revés y tajo en el campo de batalla; la mejor ilustración es esta fotografía del Alto Mando Militar con el presidente Lusinchi.

Si alguien me pidiera una descripción de lo que significa la manoseada institucionalidad militar de las fuerzas armadas nacionales hasta 1998 y el relieve de la disciplina, la obediencia y la subordinación de los militares en y para la democracia y la sujeción al poder civil, yo le pelaría por esta imagen y allí misma quedaría zanjada cualquier duda sobre el particular.

Si alguien me pidiera una explicación teórica y conceptual de lo que son unas fuerzas armadas para la democracia y como garantía de las instituciones que se desprenden de vivir en democracia, yo metería la mano en el bolsillo izquierdo de la camisa, y allí desde donde está doblada delicadamente, sacaría este cuadro grupal y le abundaría en detalles para mi interlocutor.

Allí, en esta copia, uno imagina al general de división del ejército José María Troconis Peraza, en su rol de comandante del teatro de operaciones occidental, puntero en mano y con aire académico, explicándole a su comandante en jefe, la maniobra estratégica y toda la puesta a punto del apresto operacional de la institución armada para darle cumplimiento al juramento de defender la patria y sus instituciones hasta perder la vida. Solo esperando la decisión presidencial para cruzar la línea de partida, defender el borde anterior al área de batalla, encender las turbinas y empezar a surcar los cielos patrios o zarpar a mar abierto, directo al golfo de Venezuela; o a cualquier lugar situado entre Castillete y Punta Playa, la Isla de Aves o las cataratas de Huá. Hasta donde haya la necesidad de defender a Venezuela o a un venezolano.

El régimen que usurpa el poder desde el Palacio de Miraflores está afanado en estos momentos con los preparativos y ensayos para celebrar con todo el boato revolucionario y los faustos rojos rojitos, el bicentenario de la batalla que se realizó el 24 de junio de 1821, en el campo inmortal de Carabobo. La que le dio la independencia y la soberanía a nuestra nación; y que es al mismo tiempo, el día del ejército venezolano.

Habrá paradas y desfiles, ascensos y condecoraciones, discursos que rememorarán al Libertador Simón Bolívar y a los generales y soldados que se ofrendaron en el campo de batalla para darle la libertad a Venezuela del régimen español. Y, es de obligación anual en el protocolo, que alguien leerá el parte oficial de la Batalla de Carabobo, que oirán desde la primera fila de invitados de honor, los embajadores de Cuba, Nicaragua, Rusia, China, Bielorrusia, e Irán; y ¿por qué no? Algunos miembros de las disidencias de las FARC. Toda esa parafernalia estará presidida por un primer magistrado usurpador entregado al terrorismo, al narcotráfico, a la corrupción y respaldado por una FAN montada sobre graves violaciones de los derechos humanos y ajena a sus deberes constitucionales. Especialmente los que exigen garantías de la territorialidad y la soberanía de Venezuela. De todo eso circularán después, muchos vídeos y miles de fotografías. Ninguna igualará a esta que se dejó registrada en algún salón del Palacio de Miraflores el 18 de agosto de 1987, entre un comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional y su Alto Mando Militar, en plena crisis de guerra entre Venezuela y Colombia.

Cuando el presidente de Colombia; Virgilio Barco, le ordenó al ministro de la Defensa, el general Rafael Samudio Molina, la desmovilización de las fuerzas, el fin de las operaciones navales en el golfo de Venezuela y el cierre de la crisis, este en un gesto de decoro militar le pidió a su comandante en jefe que lo relevara de esa vergüenza de transmitirle a sus subordinados esa orden por ser “…esta es una decisión delicada… claro que la acatamos pero quiero decirle que no voy a dar esa instrucción de manera directa porque el día de mañana la historia juzgará estos hechos”. Esa fue la misma fibra nacionalista, el mismo traje de honor y la misma espada de gloria que acompañó a los 12 oficiales generales y almirantes que respaldaron a su comandante en jefe en el Palacio de Miraflores. Tanto como en la letra que redactó el libertador para describir en la retirada a las tropas realistas de estar compuesto de todo lo mejor de las expediciones pacificadoras.

De ese retrato, de allí, con la misma fibra, el mismo traje de honor y la misma espada de gloria, salió el presidente Jaime Lusinchi a hacer su cadena de radio y televisión y a darle un ultimátum a Colombia.

Esta fotografía es la historia en la carne viva de la soberanía, la libertad y la independencia de Venezuela. Guárdenla. Es una lección visual para todas las generaciones de venezolanos, es también una ajustada memoria en la parada y el desfile en el patio de honor del recuerdo de las antiguas fuerzas armadas nacionales, y un emocional parte oficial más pertinente y adecuado, para conmemorar el bicentenario de la Batalla de Carabobo. Guárdenla.

¡A discre… ción!

 

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