OPINIÓN

Una fístula enquistada en un tumor, la infección del Estado

por Carlos Ñañez R. Carlos Ñañez R.

“La moral y el ideal de la libertad, que es la expresión política de la moral, no son propiedad de un partido o de un grupo determinado, sino un valor que es fundamental y universalmente humano”.

Benedetto Croce

Desmantelar el penal de Tocorón, un hacinado centro penitenciario ubicado en el estado Aragua, no es un triunfo del régimen, es por el contrario la demostración palmaria de su absoluto fracaso en materia penitenciaria, y del empleo de los locus comunicacionales del ambiente penitenciario en el Estado; por ello hay que seguir insistiendo en que la hegemonía instalada en el poder no obedece a métodos democráticos, por el contrario, estamos  frente a una coalición hamponil para el ejercicio del poder, de una gansterilidad que ha convertido al país en un enorme penal en el estricto sentido de ser prisioneros, con el agravante de que también se han empleado en el país los modos de las conductas de los presidiarios  indisciplinados, que mantienen en la conciencia colectiva al delito como radio de acción; en suma, Venezuela es una muy vil e indigna prisión, una suerte del implosionado retén de Catia, que se ha edificado en torno a Venezuela.

En la década de los años noventa, el presidente Caldera, quien abriera las puertas para la eclosión de estos pastosos lodos al indultar a ese caudillo de cara pintada, culpable de dos intentonas violentas de golpe de Estado en el país, decidió implosionar al ominoso retén de Catia, una cueva de crueldades y vilezas, ante cuya presencia perversa el propio san Juan Pablo II, en su segunda visita a Venezuela, decidió extender una salutación a los presos invitándolos a pensar en el futuro. Las palabras de ese santo del siglo XX se resumen en la siguiente cita: “En estos primeros momentos de mi visita pastoral a Venezuela, me complace dirigir un cordial saludo a vosotros, que estáis en este retén judicial de Los Flores de Catia. Con mis palabras os expreso mi afecto y os invito a esperar en el futuro”. (Vaticano, 1996).

Los horrores del retén de Catia se resolvieron destruyéndolo, extirpando ese tumor y distribuyendo a los presos y a sus líderes, quienes por cierto adolecían de calificativos como el neologismo “PRAN” (Preso Rematado Asesino Nato), un acrónimo que revela de nuevo cómo el lenguaje se empobrece cuando se depaupera en sus formas, bien sea eliminando palabras o incorporando nuevas. Justo en torno a estas palabras incorporadas, desde la precarización de la lengua, medra la angustia de los neologismos para la dominación y la estabilización del mal. La violencia carcelaria era entonces una constante en Venezuela, pero que se podía denunciar y se acometían planes de regeneración y de minimización de la violencia. Jamás se coexistió con las formas y modus de vida de la delincuencia, volviendo a aquella salutación hecha por san Juan Pablo II, a los privados de libertad en ese monstruo de hormigón, se advierte la inmanente necesidad de dignificar al hombre, de reconciliarlo con su espectro óntico, es decir, con su naturaleza humana, dejar de ser homo saucius y regenerarse, ese al menos es el fin de los sistemas penitenciarios. Volviendo a esa salutación, podemos encontrar el fin de la cárcel como espacio para pagar las cuentas con la sociedad y reintegrarse a la misma:

En estos días, algunos sacerdotes y laicos han venido aquí para anunciaros el designio de salvación y haceros presente la fe y la caridad de la Iglesia, que no os abandona. En tiempos sucesivos, ellos continuarán con esa hermosa misión, inspirada en las palabras del Señor, «estuve preso y me visitasteis» (Mt 25, 36), y con la cual Cristo mismo se os hace cercano. ¡Abridle vuestro corazón, aceptad el desafío de la conversión! Creyendo en el amor de Jesús, esforzaos en corresponder a ese amor, llegando a ser «hombres nuevos» (cf. Col 3, 10), lo cual se manifieste en un nuevo comportamiento con las personas y las cosas.
La Iglesia, como intérprete del mensaje de Cristo, aprecia y anima a quienes os ayudan a que los años de reclusión os sirvan para corregir el propio comportamiento y se favorezca así la reinserción en la sociedad con el compromiso de una vida coherente y honesta. (Vaticano, 1996).

Todo lo dicho por san Juan Pablo II quedó en el pasado, en las páginas arrancadas de la historia de un ex país tomado por una hegemonía que se coludió con la escoria de la sociedad, para sembrar control, temor y terror en quienes se opusieran a este modelo absolutamente incompatible con la decencia, el chavismo como una cosa absolutamente abyecta y connaturalmente fascista, en el sentido de la forma como Croce describe al fascismo: “Un tumor en el cuerpo moral del Estado” (Croce, 1925), y que, como estructura tumefacta, tiene la capacidad de infestar las partes sanas del cuerpo, en este caso los espacios sanos del cuerpo estatal. Es así como las cárceles en Venezuela también fueron arropadas por la cultura vil del chavismo como hegemonía gansteril. De las entrañas del vientre de la Pasifae del Caribe, representada en el penal de Tocorón, surgió su engendro, el Tren de Aragua, así como los espacios fragmentados del Estado como la Cota 905, gobernada por el hombre nuevo en la figura del Koki, espacios que se convierten en estancos donde reina el Niño Guerrero y su horror, un penal en donde viven las parejas de los reos, en cuyos retorcidos contornos kafkianos se levantan urbes para el hampa, la comercialización de estupefacientes, los espacios de diversión, e incluso el despropósito surrealista de un zoológico para la diversión de la población penal, estratificada en niveles desde el PRAN, el Lucero que mantiene vínculos con los entornos foráneos, hasta la población penal que paga para tener un ranchito, en la cárcel trocada en urbe diabólica. Todo ello nos hace ratificar que existió siempre la complicidad ominosa entre los delincuentes y el Estado.

Venezuela cuenta con un Ministerio del Poder Popular para el Sistema Penitenciario, gestionado inicialmente por la iracunda Iris Varela, a quien el difunto Chávez llamaba “Fosforito”, debido a sus destempladas intervenciones, que llegaron hasta las agresiones físicas en contra de un comunicador social, transmitidas por una televisora tachirense. En manos de esta singular ministro, el régimen se comprometió a esterilizar el sistema penitenciario, evitando la entrada de drogas y armas, es más, la propia funcionaria indicó que de existir armas en cualquier penal del país la responsabilidad era exclusiva del Estado.

Sin embargo, a través de las redes sociales aparecieron fotografías de la responsable de la cartera penitenciaria con un conocido PRAN, apodado alias “El Conejo”, de hecho, en 2015, los miembros de la mayoría opositora de la Asamblea Nacional, en un acto en el Hemiciclo Nacional, le gritaron a viva voz a la iracunda ministro “¡Conejo!” en esas formas lúdicas que usamos en Venezuela para denunciar desde la chanza, y que han sido motivo de nuestra perdición nacional.

Los vínculos con las otrora incipientes mafias carcelarias eran inocultables; sin embargo, las fístulas son fisuras entre los órganos a través de las cuales circulan líquidos purulentos, que producen infecciones, haciendo exégesis con la fisiocracia, la fístula del régimen ha logrado penetrar todos los intersticios de la patria, así los vicios de la gansterilidad han hecho eclosión en el horror de Tocorón, una suerte de Hidra pestilente cuyos tentáculos llegan hasta el Perú, ¡vaya involución para quienes se hicieron llamar bolivarianos! En el siglo XIX los ejércitos del ilustre Padre de la Patria llevaron libertad desde Venezuela hasta el Perú, y en el siglo XXI, de la cuna de Bolívar han manado toda suerte de vicios y horrores, la que fuera precursora de la gesta independentista ha sido trocada en lo que Artaud alguna vez llamó “cuna de semen de Heliogábalo” cuando se refirió al anarquismo del imperio romano (Artaud.A, 2014).

En Tocorón se requirió la movilización de 11.000 funcionarios para tomar ese infierno en donde los pranes vivían como sultanes de un reino abyecto e inmundo, lo que sabemos es que en el interior del centro penitenciario encontraron armamento de todos los calibres, incluso misiles capaces de volar un vehículo blindado; allí funcionaban comercios, discotecas, zoológicos, zonas residenciales con Petrocasas modificadas y atendidas con instalaciones sanitarias portátiles, efectivo en divisas, drogas y cualquier tipo de vicios.

Esto nos muestra un entorno kafkiano, surrealista, inmundo, en esos espacios medra el “Hombre Nuevo”, ese sujeto lisiado por los vicios, del “Hombre Nuevo” de Chávez al hombre enfermo de la gansterilidad, el plan perverso de Chávez se cumplió a la perfección, nos logró entumecer, hacernos enfermos, lisiados y asumir la “anestesia del alma, el daño antropológico” (Aguilar, 2020).

Tocorón es la muestra del fracaso del régimen en materia carcelaria, podríamos incluso afirmar que Tocorón es el éxito de la instauración de un régimen gansteril, coludido con la escoria social, las huestes del infierno, la maldad concentrada en la acción delictiva del Niño Guerrero. En cualquier país la decente de la ministro anterior Iris Varela y la actual Celsa Bautista estarían rindiendo cuentas a la justicia. Es frustrante asumir que para un régimen narcisista es muy fácil torcer la verdad, crear una neolengua de la estabilización, y entre los escombros ígneos de ese infierno de Tocorón anunciar la victoria de la deforme justicia roja.

Finalmente, Tocorón es una verdad bifronte, puede embridar el triunfo sobre una rama de hampones anarquizados o la instauración de un Estado gansteril, en la cual el delito, la violencia y la muerte sean relatos estabilizados y realidades tolerables. ¡Pobre mi país, fístula tumefacta del mal!

X @carlosnanezr

IG @nanezc

Código ORCID 0009-0006-5778-1196

Referencias 

Aguilar, L. (2020). Reflexiones sobre Cuba y su futuro. Miami: Universal.

Artaud.A. (2014). Heliogabalo o el anarquista coronado. Buenos Aires: Arginauta.

Croce, B. (1 de mayo de 1925). Manifiesto de los intelectuales antifascistas. Il Popolo, pág. 1.

Vaticano. (10 de febrero de 1996). Dicastero per la Comunicazione – Libreria Editrice Vaticana. Obtenido de Dicastero per la Comunicazione – Libreria Editrice Vaticana: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1996/february/documents/hf_jp-ii_spe_19960209_prison-caracas.html