La elección presidencial venezolana del pasado domingo 28 de julio de 2024 fue impregnada por la “magia chavista”. Con accionar de gran prestidigitador, el señor Nicolás Maduro Moros, que estaba bien atrás en la contienda, logró conseguir una victoria que al día de hoy no tiene explicación alguna. ¿Cómo es posible que un candidato que no cuenta con el apoyo de la mayoría del país pueda, por simple arte de magia, darle la vuelta a la torta y conseguir una “victoria contundente”? Estamos seguros de que tanto el mago Merlín como el mundo demócrata han quedado más que sorprendidos.
Habría que ser muy tonto para creerse el cuento anterior. Es por eso que los venezolanos opositores debemos alzar la voz para que los resultados de la elección presidencial se coloquen en su justo lugar. La mayoría de nuestros compatriotas ya hizo todo lo que debía hacer. En sus manos no está el armarse ni enfrascarse en una guerra fratricida. De allí que a la comunidad internacional de pensamiento democrático le corresponde presionar y obligar a los gobiernos de Venezuela y Cuba a dar marcha atrás en sus actuaciones maquiavélicas, evitándose un desastre de gran envergadura que repercutirá en toda América, especialmente en Brasil y Colombia, por la vía de una inmensa ola migratoria que, adicionalmente, se esparcirá por el resto de América, Europa y otros continentes.
La dictadura cubana depende en estos momentos de Venezuela para mantener su eficacia. Para nadie es un secreto que una porción importante de los activos que genera nuestro país son enviados religiosamente a la tierra de Fidel Castro para asegurarle una alta calidad de vida a la élite castrista que se mantiene siempre operativa. Esa es una realidad que nadie puede poner en duda. Pero todo tiene un límite. Los gobiernos de ambos países deben respetar las reglas de juego y, además, tener en claro que las arbitrariedades que están llevando a cabo conducirán a una mayor destrucción de ellos mismos. El refranero popular es contundente y aleccionador: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
América y el resto del mundo están obligados a buscar una solución rápida al drama actual de los venezolanos. Ningún país del continente americano ni Europa podrá pasar agachado. La obligación de los verdaderos demócratas del mundo es pronunciarse sin rodeos y contribuir con todo lo que puedan para poner a la democracia venezolana en su justo lugar. Eso no es mucho pedir.
Es importante resaltar que el pueblo venezolano no está armado. En estos momentos terribles que acá vivimos, las armas están en manos de Nicolás Maduro y su séquito. Ellos tienen entonces la última palabra; pero que no se equivoquen: el costo de una mala praxis no tiene precio ni perdón.
María Corina Machado y Edmundo González tienen en su poder 85% de las actas emitidas durante el proceso electoral del pasado domingo. Esa documentación demuestra que el triunfo del sector opositor fue galopante. No hay pues vuelta atrás. Por las buenas o por las malas, Maduro se verá obligado a desistir de su empeño. Nuestro deseo es que ello se lleve a cabo sin más pérdidas de vidas de nuestros compatriotas. La magia y atracción revolucionaria de la dupla “Chávez-Maduro” ya llegó a su final.