Desde no ha tanto, muy probablemente desde la muerte el comunismo, los términos de derecha e izquierda designan por una parte, la propiamente económica, las sociedades con un Estado centralizador y poderoso distinto y opuesto a las de economías privadas muy extendidas y un Estado reducido a algunas funciones esenciales y limitadas –por ejemplo, salud y educación y eso generalmente reducidas a las clases sociales más empobrecidas. Digamos que un tal esquema la izquierda denomina a socialdemocracias más o menos radicales y, con variantes significantes, también al caso del sistema bicéfalo inventado por los chinos para ordeñar las ventajas de los dos sistemas, cosa que ha sucedido. En el esquema capitalista la balanza se inclina a la propiedad privada de los medios productivos, llegando al extremo radical de libre mercado tildado neoliberalismo, y existen por supuesto combinatorias y proporciones variadas.
Si nos atenemos a este nivel de análisis tendríamos que afirmar que de hecho el país más socialista del planeta es Cuba, aunque incluso hay que apuntar que existe un movimiento cada vez más fuerte en esa isla por instalar un sistema económico privado, a la manera china.
Venezuela, que durante la fase chavista intentó nacionalizar buena parte de la economía, ha girado vertiginosamente y estaría intentando hoy un salto hacia un sistema capitalista con rasgos bastante extremos, producto del monstruoso y continuado fracaso de esos intentos socializantes. Hasta pudiésemos decir que se está intentando un esquema neoliberal, que atravesamos un firme y cruel “paquete” para lograrlo.
Nicaragua, una atroz dictadura con un pasado revolucionario muy lejano y negado también desde hace mucho es un sistema capitalista sin matices. Basten estos tres ejemplos de los monstruos mayores del subcontinente, que se suelen sacar continuamente como ejemplos de izquierdas. Es evidente que o ya no lo son o están dejando de serlo. ¿Por qué ese fenómeno curioso?
El caso cubano es sui generis. Yo me atrevería a decir que probablemente es el último país del planeta en guardar algunas formas comunistas ortodoxas, soviéticas, que ahora revisa con cierta premura, dada la catástrofe económica descomunal que atraviesa. Corea del Norte, que podría competirle, es una extraña aberración histórica que ha resultado una especie de monarquía asiática sin racionalidad alguna. Cuba aparece como comunista básicamente por ser una dictadura política, negadora de los valores esenciales de la democracia, burgueses o proletarios. Capaz de condenar a jóvenes a años de prisión por manifestar un (1) día por la miseria que padecen. Igualmente
Nicaragua que ha hecho todas las atrocidades represivas imaginables en el menor tiempo, producto de la mente enferma de un par de orates, es socialista porque hace decenios intentó rehacer su país con el molde cubano de aquellos años. De manera que su izquierdismo le debe más a un espíritu dictatorial bananero, corrupto y desquiciado que a algún postulado ideológico.
Y Venezuela, que nos atañe cada día aparte de las locuras económicas que acabaron literalmente con la salud económica mínima del país y su bárbara e inhumana prostitución de todo principio democrático, delirante e ignorante, de mentalidad soldadesca y sistemática crueldad que le ha traído la condena casi unánime del planeta decente, tiene su naturaleza más legítima en el saqueo sin límites de la corrupción, posiblemente la mayor del continente en toda su historia.
Decir estas obviedades no pretenden otra cosa que tratar de aclarar la fisonomía de monstruos que poco o nada tienen que ver con un fantasmático espíritu revolucionario o meramente progresista. Con lo que combatimos, en primera fila, es con una concepción tiránica y cleptómana, bárbara, de la vida social, no la enmascaremos apostrofándola de revolucionaria, no escupamos hacia arriba. Habría que hurgar en otros sentidos de la palabra izquierda, Boric por ejemplo.