Ya se fueron los primeros cien días de la administración de Gustavo Petro. Abundan análisis sobre este arranque gubernamental, así que nos vamos a circunscribir a lanzar una mirada prospectiva hacia el futuro, más que a formular un análisis del pasado reciente.
El hombre, sin duda, se las ha ingeniado para dejar ya una estela de ejecutorias en el área agraria, tributaria, energética, pensional -no todas buenas, que conste- que muestran un deseo de cambio y una determinación a la acción. Casi siempre es así como se inaugura un gobierno cuando el cambio de modelo quiere ser radical.
Pero no olvidemos que a Colombia no está aislada del mundo y le toca insertarse en una escena global en proceso de profundo cambio y de cuestionamiento de las tesis y tendencias del pasado. El país vecino no se salva de resentir los coletazos de la crisis y cualquier cambio de rumbo debe ser aquilatado por la administración Petro con detenimiento y sin pasión.
Portafolio y los egresados de la Universidad de los Andes se han adelantado a imaginar el año 2023 en el terreno del emprendimiento, expectativas del mercado y apuestas productivas para la región y el país. Para los analistas privados es clarísimo que el país entrará en una “situación económica de desaceleración y de un crecimiento bajo” y por ello resulta esencial que “tengamos los caminos necesarios para soportar ese bajón tanto desde el punto de vista empresarial como también en los hogares y, especialmente los vulnerables».
Por ejemplo, es un hecho incontestable que el crecimiento de la inflación y el aumento de las tasas pondrá en jaque al sistema financiero quien deberá hacer frente a dificultades para manejar sus créditos. El aumento del gasto de los hogares en artículos de primera necesidad -el precio de los alimentos ha aumentado 27% en un año- impactará su capacidad de pagar sus obligaciones al tiempo que el costo de estas también se verá incrementado por el crecimiento de las tasas de interés. Colombia conocerá las penas del desconsumo.
El accionar gubernamental deberá tener conciencia de que las inversiones que el país necesita para diversificar la economía, lo que parece ser una prioridad para el cordobés Petro, vengan estas de fuentes nacionales o de las extranjeras, requerirán de un ambiente de negocios estable y de un posicionamiento gubernamental cuerdo en términos de negocios. La estabilidad del cuadro normativo para los inversionistas foráneos es esencial en estas épocas caracterizadas por la impredictibilidad de las variables.
Mi impresión es que una vez que Petro ya marcó el rumbo, una segunda mirada de los expertos gubernamentales sobre la realidad que les espera les está haciendo ser más prudentes con las próximas iniciativas. El presidente nuevo goza de credibilidad y esta es una disposición de ánimo de la población que hay que tratar de mantener en épocas de vacas flacas. Llama poderosamente la atención, por ejemplo, que esta semana el director del Departamento Nacional de Planeación Jorge Iván González utilizó una reunión cumbre del sector de energía, gas y petróleo para llamar a sus actores a ser parte de la construcción del Plan Nacional de Desarrollo.
Espero que mis ilusiones no sean vanas. Pareciera haber coincidencia en que hacia adelante es preciso andar con pies de plomo en el terreno de lo económico, porque en el de lo político, y más precisamente en el de la Paz Total, el talismán del nuevo presidente, es donde se encontrarán las más fuertes turbulencias en la arena colombiana.