El principio de elecciones libres y justas es el fundamento básico de una democracia. Ese principio y ese fundamento se han convertido en una farsa, pero no ahora, con los hechos recientes. No. La farsa viene desde 1999, en la llamada elección de los constituyentes.
La farsa está empotrada en la hegemonía despótica. Unas veces más notoria y otras veces, pocas, menos evidente. Pero lo acontecido en estos días es la farsa electoral en una expresión avasalladora.
La hegemonía despótica ha seleccionado los candidatos «opositores» para la farsa comicial de las próximas votaciones presidenciales. Y lo ha hecho sin ningún disimulo o escrúpulo, y con el beneplácito de gran parte de la oposición política. Una farsa integral.
La población nacional, que en una mayoría abrumadora rechaza a la hegemonía y a la constelación de sus cómplices, parece que se ha quedado a la intemperie, en una oscuridad de horizontes.
Sí, parece, pero no es así. María Corina Machado porta una antorcha de esperanza, que representa al conjunto de la nación. No es una antorcha individual. Es una antorcha general.
Estamos en tinieblas. Hay que reconocerlo. Y en medio de la tiniebla, hay una antorcha que ilumina el camino de un cambio de raíz. Debemos luchar con todas las fuerzas para que esa antorcha deje atrás la tiniebla.