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Una Agenda para el Cambio que España necesita

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El pasado sábado 21-E una multitud de ciudadanos nos congregamos en la Plaza de Cibeles de Madrid, ante la convocatoria unánime de más de un centenar de foros y organizaciones cívicas. Fue una fiesta, una auténtica fiesta. Los presentes no se quejaron de los insuficientes medios –megafonía, pantallas…– aunque en muchos casos ni vieron, ni oyeron. Se quejaron de que «fue corto», pero estaban felices porque sintonizaron con un clamor unánime de miles de ciudadanos que saben que la constante histórica de nuestra nación –en tiempos de las grandes epopeyas o después de una guerra civil– ha sido y sigue siendo el sentido de la alteridad, de la solidaridad, de la acogida, de la búsqueda entre todos del bien común, aunque unos hayan vencido a otros en décadas pasadas, pero –precisamente por el mencionado sentir de solidaridad, de hermandad– no quieren renunciar a una de las páginas más nobles y emocionantes de nuestra historia reciente: la ejemplar Transición a la Democracia, que millones de ciudadanos recibimos como el más valioso regalo de nuestra patria.

Dicho esto, asistimos impotentes a la insólita deriva de una democracia que se desmorona por la deslealtad –cuando no la traición– de unos, las omisiones, ingenuidades o incompetencia (particularmente presente en la actualidad) de otros y la falta de «sentido de Estado» de todos. Este caldo de cultivo ha propiciado el actual desaguisado por el irresponsable comportamiento del presidente Sánchez, tras la estela de su predecesor Zapatero con la fagocitosis masiva o intento de descrédito de todas las instituciones que, por su específica función, deben actuar como garantes del correcto funcionamiento de la democracia: Jefatura del Estado, CGPJ, Tribunal Constitucional, Tribunal de Cuentas, Banco de España, CNI, Instituto Nacional de Estadística (INE), por no mencionar a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado o los medios de comunicación, incluida la agencia EFE. Por todo lo anterior, junto a la proliferación de leyes inicuas, la situación de inseguridad jurídica y ciudadana, el despilfarro económico junto al escarnio fiscal de la clase media y un nutrido etcéteras de todos conocido, el sentimiento de impotencia e indignación es generalizado en más de media España pero… inactivos no vamos a quedarnos!

Tras la esperanzadora movilización ciudadana del 21-E en Cibeles, se abre la etapa de exponer explícitamente ante la opinión pública la necesidad del profundo cambio de rumbo que nuestra democracia necesita. Por «Agenda del Cambio para España» –razón de ser del «Foro Libertad y Alternativa (L&A)» que ya comparten, además del «Foro España Cívica», un centenar de organizaciones– entendemos el conjunto de reformas estructurales básicas de carácter institucional, económico, educativo y social que urge poner en marcha por la próxima mayoría parlamentaria que hagan posible una rectificación de la actual demencial deriva, antes mencionada. De otra forma, estaremos ante una nueva «alternancia» en el poder en lugar de una verdadera «alternativa», lamentablemente desaprovechada en legislaturas precedentes. En este contexto, el pasado jueves 2 de marzo, se celebró la primera sesión, brillante por cierto, titulada: «Una estructura institucional al servicio de los ciudadanos».

Tras la apertura del acto, por Alejo Vidal–Quadras, presidente del Foro L&A, se abrió un turno de formidables intervenciones de los ponentes, Ramón Rodríguez Arribas, Alfredo Pérez de Armiñán y Francisco Sosa Wagner, moderadas por el letrado Fernando García–Capelo, coordinador de la Comisión Jurídica del Foro L&A. Allí se sucedieron didácticas, fundamentadas y clarificadoras afirmaciones sobre: el insustituible papel del jefe del Estado, el rey Felipe VI, que impide –entre otras cosas– la confusión entre «Estado» y «Gobierno» de turno; la irrenunciable independencia del Poder Judicial que «debe ser percibida por los ciudadanos», en palabras de D. Ramón R. Arribas, sugiriendo factibles mecanismos para garantizarla; la innecesaria y nociva proliferación legislativa; la creciente fractura en la comunicación entre los partidos y sus electores; las debilidades de una Ley Electoral que reclama ser corregida; y un inabordable (en pocas líneas) contenido jurídico que ponían de manifiesto la usurpación de funciones por parte de los partidos políticos que habían provocado «la prostitución de la democracia», en feliz expresión del Prof. Sosa Wagner.

El repleto «hasta la bandera» auditorio escuchaba con atención, sonreía, anotaba, asentía con ese inequívoco lenguaje corporal que transmite complacencia y sosiego o aplaudía con sincera admiración. El intelecto de los presentes se expandía, mientras su corazón exultaba ante la evidencia de que todavía pervive en España la «vida inteligente»… y, por consiguiente, hay esperanza para los que no tenemos más fortuna que nuestro agredido sentido común.

Al referirme líneas atrás a la diferencia entre «alternativa y no alternancia» en el poder, me vino a la memoria nuestro querido amigo José M. Muguruza, durante tantos años presidente del Banco Guipuzcoano. Cuando vivíamos asfixiados por la prepotencia y omnipresencia del nacionalismo vasco con el eficiente adalid de la actividad terrorista de ETA, repetía esta clarividente frase: «La alternativa se llama España».

Artículo publicado en el diario La Razón de España

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