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Un vistazo al planeta desde la Montaña Mágica

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Foto EFE

 

En estos días se llevó a cabo la reunión de Davos, el tradicional encuentro que convoca a la élite mundial para examinar la situación del planeta y asomar algunas soluciones. Fue fundado por Klaus M. Schwab en 1971, quien, también esta vez, con 90 años de edad, estuvo presente y tuvo a su cargo la inauguración del evento, celebrado en esta pequeña y helada ciudad suiza, envuelta por una cordillera de nieve.

Como resultado de una «Encuesta de percepción de los riesgos mundiales”, basada en la opinión de más de 900 líderes de los sectores empresarial, gubernamental, y también del académico y de la sociedad civil, en el Foro se presentó un informe que identifica y analiza los peligros más acuciantes en el horizonte, entre los que sobresalieron los conflictos armados entre países, la desinformación y las contingencias medioambientales.

Este año los cuatro temas clave sobre los que giraron las 200 mesas de debate fueron: lograr la seguridad y la cooperación en un mundo fracturado, crear crecimiento y empleo para una nueva era, atender la IA como motor de la economía y la sociedad y, finalmente, trazar una estrategia a largo plazo para el clima, la naturaleza y la energía.

Asistió hasta el vicepresidente chino

Sobre la base de un Manifiesto redactado en 1973 y renovado en 2020, cuya base fundamental la constituyen los principios del capitalismo, y bajo el lema de un “Acuerdo para la colaboración en la era inteligente”, la edición de este año contó con la asistencia de más de 350 representantes gubernamentales, entre ellos 60 jefes de Estado y de Gobierno, varios jefes de organizaciones internacionales y más de 1.600 líderes empresariales. 

Cabe resaltar que se encontraba el segundo de a bordo en el gobierno de Xi Jinping, demostrando que el comunismo dejó de ser el “fantasma que recorre el mundo”, del que hablaban Marx y Engels a mediados del siglo XVIII, aunque en algunos discursos, ¿trasnochados?, aún se le invoca como peligro para el mundo, causa de sus desacomodos y malestares, cuando en verdad lo que impera actualmente es un sistema definido como capitalismo autoritario o de vigilancia. 

En fin, como dije, se dio cita la élite mundial en una reunión, cuyos asistentes, juntos, representan varios cientos de miles de millones de dólares, quizá cerca de 1 billón. No ha habido nunca una cantidad de riqueza tan grande por metro cuadrado, según la ocurrencia de un periodista, hecho que no es un detalle anecdótico, ni mucho menos, puesto que marca un sesgo al momento de calibrar -sobre todo si es apenas mediante un vistazo- la realidad del mundo y de las complicaciones que lo dibujan, al igual que algunos de sus posibles remedios. 

Así las cosas, desde la Montaña Mágica, que está ubicada en Davos e inmortalizada en una novela de Thomas Mann, la élite mundial envía un diagnóstico que soslaya y deforma la realidad en medio de la que, desde hace un buen rato, transcurre la vida en el mundo y conforme a ello asoma unas rutas inviables e inconvenientes, por decir lo menos.

La caja de Pandora

La globalización marca esta época, pero se carece de los medios institucionales necesarios para manejarla, conforme lo sostuvo el propio secretario general de la ONU, António Guterres, quien describió esta realidad señalando, breve y crudamente, que “en todas partes, todo el mundo piensa que puede hacer lo que quiera y no le pasará nada”. Adicionalmente, advirtió que no solo el conflicto nuclear es una amenaza existencial, sino que también lo son el cambio climático y el devenir descontrolado de la inteligencia artificial y que en ninguno de los tres casos se detectan señales prometedoras de gobernanza, añadió. “El mundo es una caja de Pandora”, sintetizó

Por otra parte, el discurso, así como algunas medidas iniciales, de Donald Trump a los pocos días de haberse encargado de la presidencia de Estados Unidos, no hicieron sino ratificar y extremar el relato que prevaleció a lo largo del foro.

 ¿Y el futuro?

Decir que el universo está enredado como nunca antes es descubrir el agua tibia. En efecto, se encuentra arropado por una policrisis, de acuerdo con lo que se argumenta en numerosos estudios. Es ésta, así pues, una era de conflictos sobre la migración, el clima, el territorio, la religión, la cultura, la economía y hasta el deporte, pues nada queda por fuera de ella.

Como agravante, varias voces alertan que el multilateralismo se agrieta, las alianzas se vienen a menos y la democracia se deteriora de manera alarmante. Vivimos en medio de la desconfianza entre unos y otros y la convivencia no figura ni siquiera como aspiración. 

La tarea pendiente pareciera consistir, entonces, en el fortalecimiento de la democracia con equidad, repensada a partir de una nueva concepción del desarrollo económico y de la emergencia de los nuevos y disruptivos avances tecnológicos, los cuales no pueden dejarse a la buena de Dios, es decir, a los caprichos de los tecnomillonarios Musk, Zuckerberg, Bezos y compañía, sino que deben sujetarse a una brújula ética que los oriente. Para ello, entre otras cosas, hay que superar el déficit de liderazgo global, puesto al desnudo una vez más en Davos.

Antes el futuro era mejor, dijo alguien. Por ahora es verdad, lamentablemente, digo yo, un terrícola de a pie.

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