OPINIÓN

Un venezolano en Ucrania

por Rodrigo Figueredo Rodrigo Figueredo

En esta parte de mi contar las experiencias que he venido teniendo en Ucrania, voy a relatarles dos jornadas diferentes, en su forma y fondo tan diferentes como las partes de las dos caras de la misma moneda, un oxímoron contrastante entre la construcción y la destrucción, entre la vida y la muerte. Ucrania ofrece e impone en tiempos de guerra unas realidades que paradógicamente unen lo hermoso a lo horrible de la humanidad. En esta parte les voy a hablar de mi segundo viaje a Bucha en el cual se ve y experimenta un horror tan profundamente negativo y en contraste a una jornada cultural junto a unos amigos que resultó ser un día altamente emotivo en lo positivo y belleza compartida. Los invito a compartir un día luminoso y un día oscuro de un venezolano en Ucrania.

Estoy en el carro con mi amigo de Bucha (Olexandr) y estamos yendo por segunda vez al pueblo del cual es originario, me dice en el camino que, si no me molesta, tiene que pasar a buscar a su hijo a la escuela en algún momento para llevarlo al apartamento de su exesposa, apartamento en el cual sucedieron pesadillas que conté en un artículo precedente. Ver la cara del hijo de Olexandr entendiendo que ese parque de juego del edificio que aún lleva las cicatrices de lo ocurrido un año después es el suyo es impactante. Yendo a Bucha desde Kyiv pasamos por una carretera más periférica de esas que tienen bosque de ambos lados, cada poca distancia se pueden ver los paneles que prohíben la entrada, estos bosques están tan llenos de minas que me cuenta que tomará mínimo 10 años quitarlas. Vamos al ritmo de rap ucraniano cuando de pronto a mano derecha, al borde de la calle, está una caravana de tanques y vehículos blindados rusos calcinados y explotados en forma surrealista. En esta visión domina el color anaranjado tan peculiar en el cual se ponen estas chatarras de acero después de quemarse. Olexandr me explica que este fue el lugar de una batalla. Obviamente, nos paramos para verlos más de cerca, he visto los famosos tanques que están en frente del Monasterio de San Miguel de los Domos Dorados, en el centro de Kyiv, pero esto no es lo mismo, estos son unos que como los neutralizaron allí quedaron, una especie de imagen congelada de un lugar que conoció el infierno.

Apenas me acerco me fijo en una de esas torretas de los tanques T-72 rusos, de los cuales los videos se han vuelto virales por el modo en el cual explotan y se propulsan, separándose violentamente del cuerpo del tanque por tener todas las municiones en caracol debajo de ellas. Mi espíritu creativo y chalequeador se inspira en el acto y voy a sacarle un chiste para publicar en redes. Me acerco y digo: «Estamos en presencia de una de las famosas torretas voladoras de tanques rusos, esta fue para la luna y volvió». Apenas termino el video, miro mejor hacia adentro de los tanques calcinados y entonces entiendo que estoy viendo una mezcla de barro, tierra y ADN, que allí personas tuvieron una muerte horrible, quemados vivos. Me imagino que podrian haber sido hasta jóvenes que no pidieron estar allí a los cuales una «santa Jabalín» acabó abruptamente con su vida. Pienso en que algo tengo que llevarme como recuerdo, al mismo tiempo que veo la señal que prohíbe agarrar nada. Le pregunto a Olexandr si le parece que puedo y este se aleja un poco y vuelve con una bala, que supongo estaba dentro de uno de los tanques porque se ve que explotó y se quemó hasta que el propio metal hizo hasta burbujas en su superficie, veo hacia el piso al lado de un tanque T-72 y me percato que hay 3 tuercas de una de las ruedas completamente oxidadas por la combustión y las recojo.

Salimos del lugar y me siento algo pesado y hasta algo culpable de que le saqué un chiste a tan trágica situación, así como de los pedacitos de historia que me tomé la libertad de llevarme. El sentimiento pasa de esto a otro completamente diferente cuando pasamos adelante del cementerio de Irpin y el «cementerio de los carros». Primero, ver el contraste entre las tumbas de todas las épocas con las muchísimas más numerosas tumbas nuevas que ahora son más de la mitad de las lápidas del cementerio deja sin voz y la imagen de la montaña de vehículos civiles carbonizados, unos que fueron aplastados con familias adentro por tanques rusos y todos con mil huecos de metralla y cañonazos me quitó el sentimiento que sentí en frente del tanque ruso unos 20 minutos antes, estos eran civiles que no pidieron nada y fueron asesinados sin razón alguna, por maldad pura de los invasores. Esto me hace recordar por qué esta guerra de invasión es tan obviamente en blanco y negro, Ucrania no invadió a Rusia, Rusia invadió a Ucrania y lo que ha sucedido aquí no tiene nombre. Me llamói la atención que un artista pintó sobre las chatarras de los autos destruidos girasoles. Este símbolo se debe a que al principio de la guerra una señora le dijo a un soldado ruso, extendiéndole la mano, de agarrar y de ponerse unas semillas de girasoles en los bolsillos para que cuando muriera sirviera de fertilizante en los campos de Ucrania para hacer crecer los girasoles. Esto me hizo pensar al tomarme una foto en el sitio que «de los escombros nacerán flores».

Ya muy cargado emocionalmente vamos a Bucha mismo, pasamos por la famosa calle que al principio de la guerra estaba llena de tanques y vehículos acorazados rusos destruidos. Es fuerte ver que a un año de los hechos esta calle está llena de trabajadores que están reconstruyendo las casas, en plena guerra los ucranianos dan un ejemplo de resiliencia están a la obra para buscar restablecer algo de normalidad. Siempre he tenido una memoria visual y para mí el punto fuerte es cuando de esa calle cruzamos hacia la izquierda y me doy cuenta de que estamos pasando exactamente por donde estaba el cadáver del señor en bicicleta que fue asesinado y su perro acostado esperando que se «despertara»… esta es la calle donde se vio la pesadilla de decenas de civiles muertos en manos del invasor en su retirada, en Bucha fueron asesinados 400 personas en un solo día por el ejército ruso de Putin. Cuando yo era adolescente fui a Dachau y me acuerdo de 2 cosas; de la montaña de zapatos en exposición, así como las vibraciones y sentimiento que procura estar en el lugar. Bucha tiene esas mismas vibraciones y como la primera vez, después de 3 horas en el lugar ya no me da el alma para soportarlo. Estoy contento de quitarme algo de ese peso escribiendo estas líneas que espero lo cargaran por mí, pues lo que vi y sentí está prohibido olvidarlo, nunca más la humanidad debe pasar por esto… pero la guerra sigue.

Después de tantas cosas pesadas y negativas de las cuales he sido testigo en mi estadía en Ucrania, a continuación les voy a describir una jornada luminosa y positiva. Me llama en la mañana «el comandante» José David Chaparro, él vive en Ucrania desde hace casi dos decenios y está casado con una ucraniana que es hija de una de las profesoras del Conservatorio Histórico de Música de Kyiv. Él quiere presentármela y enseñarme Kyiv bajo un aspecto más cultural para variar del día a día tan rudo y pesado del lidiar con la guerra, la destrucción, la presión y el mal. Svetlana también es una artista y es con mucha felicidad no disimulada e interés que acepto. Vienen a buscarme y conociéndonos me percato de que ella habla muy bien francés y que tiene interés en muchísimos de los temas por los cuales me intereso, como el arte, los idiomas, la historia y la cultura. Me anuncian que vamos a ir primero al Instituto de Automática de Kyiv, a una jornada de puertas abiertas donde los artistas que ocupan este edificio de la época soviética mostrarán sus trabajos y ateliers al público. Apenas llego, entramos a la primera exposición y decido de utilizar mi capacidad de llegarle al público a través de mis redes sociales como «influencer» para enseñar y promocionar el trabajo de los artistas y al mismo tiempo hacerles unas cortas entrevistas. Directamente, me siento como pez en agua porque estos son los tipos de ambientes que me encantan. Me impacta cómo, a pesar de la guerra, los artistas continúan creando, obviamente, la naturaleza de sus trabajos es a su vez impactada por la guerra y se ve y se siente en sus obras. En tiempos de adversidad, la inspiración siempre es un elemento de estímulo al cual no puede escapar el artista y creador en la forma y fondo de la creación que emana de él y también es una especie de salvavidas y medicina para el alma. Casi todos los artistas han creado obras que tienen que ver con la temática de la guerra, algunos invirtiéndole la polaridad para convertir lo negativo en positivo, otros usando la creación como una forma de exorcizar su malestar, obviamente los artistas siendo sensibles a los tiempos el reflejo en los trabajos presentados se siente.

Vemos muchas obras y artistas diferentes con ese denominador común que mencioné anteriormente, pero no solo, también veo trabajo de artesanos y en específico un Lutero que hace unas guitarras increíbles, hago un video y se lo envió a un amigo en Italia que sé que le interesará porque también hace guitarras. Al ver el video me responde por whatsapp: «Wow! ¿Siguen creando y trabajando en plena guerra?», a lo cual pienso, pero no le respondo; pues, sí… aunque la sombra de la muerte esté tan presente en Ucrania por el conflicto, la luz de la vida y de la creación nunca cesa de existir y perseverar para realizarse. Después de ver todas estas exposiciones, salimos de allí para ir a ver un concierto de una muchacha en el atelier de escultura de una amiga artista de Svetlana, cuando llego al lugar, me doy cuenta de que en realidad estamos en un espacio histórico, es decir en uno de los estudios de escultura más importantes de la capital y de Ucrania; el atelier del escultor Karlosvki! Al entrar en el recinto veo que está una chama muy bonita y delicada, llego todo feliz y la saludo y veo que con mucha timidez me responde en un inglés algo aproximativo, pero bastante desarrollado, le digo que vengo para el concierto y que entremos juntos a lo cual me responde con una sonrisa «lo sé, soy yo que va a cantar» y me siento algo gafo, feliz y curioso al mismo tiempo. Tomo el tiempo para grabar un video porque escucho debajo de un tendón de plástico el sonido de una fresa eléctrica trabajando la piedra, voy hacia el ruido y cuando paso el teléfono como si estuviese violando la intimidad del trabajo veo que lo que está esculpiendo el artista es… una lápida sepulcral; pienso en ese momento que en realidad en tiempos de guerra los escultores de piedra tienen muchísimas comisiones, tristemente pienso que nos eran necesariamente las obras que quisieran hacer, pero es obvio que le pone empeño y corazón a la obra, como artista entiendo la importancia del retrato y representación del alma y de la persona y que el mal y el bien son indivisibles en la muerte y en la vida.

Entro a la sala que está llena de bellísimas obras plásticas y de gente con ganas de compartir un momento de creación y entretenimiento juntos. Atena llega con su guitarra, flaquita y tan tímida en superficie, se sienta y empieza a cantar. Instantáneamente, me enamoro de su voz y de su alma, ella escribe sus canciones y las interpreta con corazón, no entiendo el idioma, pero la comprendo perfectamente, su inmensa fuerza de alma y voz llenan la sala y dominan los sentidos y atención del público. Entre las canciones habla con una confianza increíble, hace chistes e interacciona con la gente con una facilidad desconcertante. Después de un chiste donde reconozco la palabra «rusofobia» que hace reír a todos, un ucraniano a mi derecha sin que se lo pida me traduce rápido lo que dijo «¿nunca te has sentido como que no eres suficiente? Yo pienso que lo único que nunca es suficiente es la rusofobia»; después me entero de que ella es una refugiada del Dombás, una de las regiones que los rusos invasores argumentan que vinieron a «salvar»… ella explica y me cuentan también que destruyeron su casa y que ahora vive en Leopolis donde empezó esta carrera musical con tan imponente talento y letra propia. Al terminar el concierto hablo con el escultor Karlovski y su mujer, les enseño en el teléfono la obra que hice en honor al héroe Oleksandr Ihorovych Matsievskyi, el soldado que fue asesinado por los rusos siendo un prisionero de guerra al fumar su último cigarro y decir desafiante «Slava Ukraini» (Gloria a Ucrania) antes de ser acribillado. La señora me dice: «Yo he visto esta obra, es muy conocida y rueda muchísimo por redes sociales», a lo cual pienso que la obra está en el carro de Jose David Chaparro junto a otra obra que pinté en honor a una mujer de Georgia que izo bandera de Europa desafiante ante los cañones de represión del gobierno que querían pasar una ley que los alejaría de sus sueños de democracia y libertad. Dicho esto, pienso que muchas veces son los lugares donde no hay libertad y hay mucha negatividad, donde más hay creación y anhelos de positividad. Me viene el impulso de ir a buscar las obras y vuelvo al estudio para regalarle la de Georgia a Atena y la del Héroe «Slava Ukraini» a la señora del escultor. A esta segunda le digo, yo creé esto y después que me dijiste que la conocías, quiero que tengas la original porque ahora mi obra está completa estando en las manos de quienes debe estar, sé que la apreciarán y me la cuidarán. La señora muy feliz me da las gracias y un abrazote mientras me dice: «¿Sabes qué? Nosotros somos los curadores del Museo de Arte Contemporáneo de Kyiv, le conseguiremos el lugar que merece». Dicho esto me siento feliz porque entiendo que el universo está alineando las estrellas para todos, haciendo vencer el bien por sobre el mal.